El campamento en llamas de Nuseirat no es un “signo de buena voluntad” para esperar el cese de agresiones y el encuentro con una paz negociada. Cada año entregamos el Premio Nobel de la Paz, pero nunca la paz
Educa para vivir, vieja consigna: el agua de rosas podrá encubrir las emanaciones de ésta nuestra podredumbre social —mancillada y, al parecer, relegada—, pero no por mucho tiempo
Sí, un banquete de alucinación y natilla —y esto ya no es un secreto a libro cerrado—, como para darle espacio a un cuento a la “manera maestra” de Carlos Velázquez
Etiquetando el mal como una parte de nosotros —visualizado en ocasiones como una espina que ríe o una esponja eructando gasolina ante el volcán que es el “otro”—, ¿qué diablos lograremos hacer para encontrar la salvación?
Sobre todo, refrendará Auster, porque “la muerte vive dentro de ti, comiéndose tu inocencia y tu esperanza, y al final no te queda nada más que la tierra, la solidez de la tierra, el eterno poder y triunfo de la tierra”
Sin lugar a dudas, ese primer encuentro —la abierta posibilidad de dialogar con muertos ilustres, escogidos para la eternidad— fue un idilio de agua dulce y música de escalinatas, para luego convertirse en el más vivo refugio de su alma forastera
La respuesta no presenta dificultad alguna, el asunto a resolver es si tendremos el tiempo justo para emitirla antes de que la insensatez —disfrazada de “sensatez”— oprima el “botón rojo”
En su fresca belleza existe la lectura de un destino que ve más allá de lo religioso y que se atropella con la cotidianidad de los desastres del mundo
En las tintas brillantes de este río, uno mismo es semejante y desemejante. Narciso que no se hipnotiza desde dentro, sino que exorciza los numerosos individuos de su autoafirmación
Creada por Miguel Olmos Aguilera, se presentó por El Colef en la Feria Internacional del Libro de la UABC