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Opinión

El último lector | Freud, la Virgen, la hermana y la segunda pérdida

Por: Rael Salvador

Veo al niño Jesús en brazos de la Virgen y recuerdo lo nutriente de ese cobijo: calidez láctea, tibieza de madriguera, calor de corazón… Y que decorrido ya el telón de la infancia, la experiencia —innegable refugio de ternura primigenia— se vuelca en una protección cultural, religiosa, metafísica…

Esos pechos de madre —lo cual ya no es lícito buscar a la luz lúbrica del raciocinio— nos llevan al encuentro de una libertad que no es algo mejor que un manjar envenenado. Ahí la segunda pérdida.

Mi dormitorio —de corte “renacentista”, me gusta decir—, está circundado de retablos, esculturas y cuadros de madonas con el niño… Hay en esa habitación una atmósfera sacra —de iglesia enana— que, de vez en vez, pervierto con mis arrebatos de humano melancólico.

De las reproducciones de imágenes, una de Giovanni Bellini (1430-1516) es la que más misterio me brinda: “Madonna col Bambino”, de 1480. En su fresca belleza existe la lectura de un destino que ve más allá de lo religioso y que se atropella con la cotidianidad de los desastres del mundo.

Ante estas paredes ilustradas acabo de emerger de la novela de Goce Smilevsky: “La hermana de Freud”, páginas que culpabilizan al padre del psicoanálisis de la muerte de sus hermanas en un campo de concentración nazi.

En el año 1938 del siglo XX, Sigmund Freud —herido ya de muerte, por el cáncer en la boca (fallece al año siguiente)— logra salir de Alemania rumbo a Inglaterra. Tiene la posibilidad de salvar a algunos familiares y allegados: “Escribe una lista de dieciséis nombres, entre ellos están su perro, su cuñada, sus criadas y su médico, pero no sus hermanas”.

La carnicería callejera contra los judíos está al orden del día y la criminalidad crece en brutalidad y crudeza; anexada Austria en marzo de 1938, Hitler despliega sus planes para hacerse de Polonia (“Campaña de Septiembre”) y después Europa y luego el mundo…

Ante la escalada de acontecimientos —incluido el ruego de su querida hermana Adolphine—, a diferencia de Thomas Mann, la respuesta de Freud es profundamente optimista: “Todo esto no durará mucho tiempo aquí”.

¿Qué enunciados patentan la ceguera de la Historia de la Humanidad? Los siguientes: “No hay que temer”, “para que preocuparse”, “ya pasará”, “nos veremos el próximo año”.

Adolphine Freud, narradora de la historia, escucha a su hermana Pauline, quien —consciente ya de la gran catástrofe— dice: “Nos matarán como a perros”. Saben que la suerte está echada como un animal temeroso y acuden al lazo familiar para salvarse: al cachorro de Freud —“Jofi”, del cual no se desprende— no lo matarán, en cambio las cuatro hermanas del autor de “La interpretación de los sueños” y “Tótem y Tabú” —Marie, Rosa, Paulie y Adolphine— se encaminarán tristemente al campo de concentración Terezín, el 29 de junio del año 1942, donde encontrarán el fin.

En la novela de Smilevsky, tanto el testimonio cruento como la memoria detallista se mezclan con la ilustración de la aristocracia alemana de ascendencia judía. En un momento dado de la lectura —pasando por el psiquiátrico “El Nido” y la maravillosa “Pan de Dios”—, Sigmund y Adolphine se encuentran en Venecia y deciden visitar la basílica de San Marcos: contemplan las obras de Bellini y, detenidos en la “Madonna col Bambino”, dialogan…  

“Los ojos entrecerrados que no tenían una mirada de niño —comenta Adolphine—, sino de alguien que ha visto mucho más que la infancia; era una mirada dirigida no hacia adelante, sino hacia un sufrimiento descomunal, hacia un terrible final, como si el niño presintiera su suerte y la separación de la que en aquel momento se encontraba detrás de él, inmóvil y protectora, y que mucho más tarde, al pie de la cruz, a su vez estaría desesperada, porque nada podría hacer contra la separación y la muerte”.

A lo que Freud responde, como padre (del psicoanálisis), algo que se lee en “El malestar en la cultura”: “Espera que la religión lo proteja como hicieron sus padres durante la infancia. La religión es una coraza de ideas surgidas de la necesidad de hacer más llevadera la indefensión del ser humano y creadas a base de recuerdos de nuestra infancia y de la infancia de la especie humana”.

Infancia es destino… ¿La caverna de la Virgen —“El Nido”— como protección maternal, religiosa, cultural, metafísica? Sin duda.

raelart@hotmail.com

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