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López Obrador hizo una revolución sin armas, asegura Héctor Vasconcelos

Por: Elena Poniatowska

Todas las mañanas de su vida, antes de cualquier otra cosa, Héctor (hijo de José Vasconcelos y la gran pianista Esperanza Cruz) se sienta frente a su piano y toca a Bach, a Mozart, a Ravel. (En mis 90 años, interpretó a Schubert). Ser hijo de Vasconcelos no debe haber sido nada fácil, pero Héctor, quien ahora es senador por el partido Morena, aprovecha todo lo que significó el vasconcelismo y, a final de cuentas, artista y diplomático, escogió aliarse a Andrés Manuel López Obrador y ser parte de quienes nos reuníamos en casa de Lilia y Chema Pérez Gay a planear el México que encabezaría.

–Héctor, ¿cuándo empezó tu interés por las propuestas de Andrés Manuel?

–En enero de 2006. AMLO inició su primera campaña y Porfirio Muñoz Ledo me invitó a desayunar con 200 personas. Acepté inmediatamente. A Andrés Manuel lo había visto en dos o tres entrevistas, lo percibí muy inteligente y muy sincero. Nunca me había afiliado a ninguna causa política ni a partido alguno; fui diplomático con gobiernos priístas, aunque no pertenecí al PRI. En cuanto oí hablar a AMLO, el impacto fue enorme, porque sentí una diferencia radical entre él y los políticos conocidos muy de cerca a lo largo de mi vida, que son todos, desde López Mateos hasta Fox; algunos amigos de mi familia, como López Mateos, líder del vasconcelismo en el estado de México. Me sabía de memoria a la clase política mexicana, los había oído durante toda mi vida, pero cuando escuché a López Obrador pensé: Aquí hay un fenómeno fuera de serie. Luego me invitó a un mitin y vi su contacto con la gente, la devoción que le tienen, la fe, la confianza. Vi a hombres de 70 años echarse a llorar en sus brazos contándole su problema, y señoras de condición económica más que precaria ofrecerle 10 pesos para su campaña. Eso fortaleció mi impresión de testigo de un fenómeno inédito y decidí sumarme en enero de 2006: Hay algo en AMLO que siento genuino y sincero, declaré en la plaza pública. Nos vimos con frecuencia, hubo una química magnífica, y ya para finales de la campaña de 2006 estaba yo integrado a su grupo político más cercano.

–El fraude de 2006 te indignó…

–Ahí entra en juego un fenómeno sicológico que vas a entender. Cuando vi que AMLO reclamaba que no se ha reconocido su triunfo en 2006, recordé a mi padre en 1929. ¡Ya había visto esa película! Toda mi vida crecí oyendo hablar de la campaña del 29, un fraude enorme en el que los generales revolucionarios le impidieron llegar a la Presidencia. Reconocí las mismas razones esgrimidas en 2006 contra Vasconcelos.

–¿México no quería cambiar?

–Con AMLO se acabaría la corrupción de tajo y los privilegios de clase. Desde el punto de vista sicológico, reconozco que asocié un fraude que yo conocía muy bien con el cambio en el que yo también creía. A partir del verano de 2006, la relación se volvió más estrecha, la amistad creció y nos veíamos una o dos veces a la semana a comer o a cenar en casa de los Pérez Gay o en la de Beatriz, cinco o seis personas en torno a un proyecto compartido.

Del proyecto de AMLO me interesó la lucha contra la desigualdad. Soy fanático de la idea de que no es posible la concentración del ingreso tanto en México como en el mundo. Es imposible que uno por ciento de la población mundial posea alrededor de 60 por ciento de la riqueza, mientras miles de millones viven con dos dólares al día. ¡Inadmisible e insostenible!

–De ahí las revoluciones…

–El mundo entero vive hoy algo similar a la Francia de la primera mitad del siglo XVIII, antes de la revolución francesa: una pequeñísima corte alrededor del rey de Francia exhibiendo su lujo y extravagancia frente al campesinado francés en la más absoluta miseria. En México, creo que en los próximos 20 o 30 años nos va a tocar algo similar para acabar con la concentración del dinero en tan pocas manos.

Estamos de acuerdo en lo fundamental

–Sin Andrés, ¿se habría dado un levantamiento?

–No necesariamente, porque el control del gobierno y la represión de los años 70 y 80 era tal que resultó imposible pensar en una revolución. AMLO hizo una revolución sin recurrir a las armas. La hizo por la vía electoral. Ahora vivimos un proceso de revolución, porque se están cambiando los cimientos de México sin haber pasado por una guerra civil.

–¿Qué te atrajo de AMLO?

–Su combate a la desigualdad y a la corrupción, tema central de la campaña de mi padre contra los generales que habían ganado la Revolución Mexicana. Recordarás que los caciques locales se hicieron inmensamente ricos; Gonzalo N. Santos, Leobardo Reynoso, toda la élite político-militar cayó en una corrupción sin límite. Mi padre luchó en su contra en 1929, y Andrés Manuel ha luchado desde finales del siglo XX y principios del XXI.

“Hay ciertos puntos en los que diferimos, y el propio AMLO lo constató: ‘Mira Héctor, hay muchas cosas que tú y yo vemos de manera distinta, pero estamos de acuerdo en lo fundamental y somos hermanos’. Con ningún ser humano puedes estar de acuerdo 100 por ciento, pero sí en lo fundamental, y tenemos una relación de hermandad y, sobre todo, de confianza mutua. ¿Qué más puedes pedir que compartir al menos dos o tres grandes ideas?

–¿En qué difieres de AMLO?

–En que creo que México debe tener una presencia internacional más activa, llámese la forma en que Rusia agredió a Ucrania para hablar de lo más reciente; México condenó en la Organización de Naciones Unidas (ONU). Está muy bien que no intervengamos, porque en la Constitución tenemos como principio la no intervención, pero hay temas que me parecen los más importantes de nuestra época, como el cambio climático, una batalla que ya perdimos. Como dijo Antonio Guterres, secretario general de la ONU hace un mes: “The planet is boiling (el mundo está hirviendo)”. No hay más que ver los fenómenos climatológicos, los huracanes, las sequías, la devastación del planeta, para saber que nuestra especie corre el mayor riesgo. Ese es uno de los temas donde me gustaría ver a México más activo.

–En México, la política exterior la define el Presidente y la Secretaría de Relaciones Exteriores la instrumenta, pero, ¿todas las decisiones básicas las toma el Presidente?

–Claro, y otro de los temas en los que podríamos estar más activos es en la lucha contra la concentración de la riqueza a escala mundial; me gustaría mayor intensidad en limitar el monstruo de la desigualdad.

–¿La ciencia?

–En los grandes retos tecnológicos, como la inteligencia artificial, me parece que México debe estar presente, porque pronto nos puede pasar lo que con el cambio climático, que se nos vaya de control. Sabemos que los desarrollos en inteligencia artificial pueden llegar a crear aparatos que tomen decisiones por encima de los seres humanos en el mundo entero y debemos estar más presentes en ese tipo de batalla.

–¿En la Universidad Nacional Autónoma de México, en el Politécnico Nacional, en la Autónoma Metropolitana, en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla o en el Tec tenemos científicos con aportaciones de esa altura?

–Ahora se intenta recanalizar la investigación científica a temas que mejoren las condiciones de vida del país y no necesariamente vinculados a la ganancia como objetivo único, sino a investigaciones para beneficio social. Hay un cambio de enfoque en los cinco años de gobierno recientes, al que muchos ya dan por terminado, pero apenas el primero de diciembre próximo cumpliremos un lustro y todavía nos queda 2024…

–¿Y la salud de los más pobres?

–No olvides que hace más de 50 años se sentó una base de medicina social, fue un gran brinco logrado a lo largo de muchos gobiernos priistas, hay que reconocerlo, pero, desgraciadamente, también hubo un grado de corrupción en la medicina estatal, en la distribución de medicamentos (sólo dos o tres empresas los comercializaban) y se llevaban unas tajadas gigantescas, negocios de miles de millones de pesos. Muchos hospitales se inauguraban y al día siguiente se quedaban sin médicos ni equipo, porque sólo habían cortado el listón y vámonos. AMLO encontró el cascarón de 200 hospitales, sin equipo ni médicos. Por eso está logrando que cada mexicano pueda llegar a un hospital de calidad sin pagar un solo peso, y que para finales de este sexenio, cualquier mexicano atienda sus problemas de salud gratuitamente con todo y medicamentos.

“Hay países que lo han resuelto de maravilla. He sido embajador en al menos dos naciones que tienen resuelta su salud a 100 por ciento: Dinamarca y Noruega.

Países como los nórdicos tienen detrás de sí siglos y siglos de desarrollo económico y social. Sistemas como los de Dinamarca, Noruega o Suecia no se inventaron en 20 o 30 años, mucho menos en seis; son cuestiones que vienen de siglos, toda una cultura que permite que existan instituciones así.

–Ahora que nos estamos acercando a las elecciones, ¿crees que todos los mexicanos desean que siga el proyecto de López Obrador?

–La inmensa mayoría, claro que sí. Él tiene una tasa de aprobación que hasta sus enemigos reconocen como de 60 por ciento, otras mediciones indican que anda por 70. Tan es así, que ganamos la mayor parte de las elecciones, como las del estado de México; hemos triunfado en 23 estados, salvo, claro, en determinadas franjas de las clases medias y altas. Hay grandes empresarios comprometidos con este gobierno. Carlos Slim ha participado y ayuda a muchos de los grandes proyectos de este gobierno.

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