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Región

Tricolor femenil está de regreso en la lucha por el oro continental

Por: Redacción La Jornada

En la selección nacional femenil no es suficiente competir, sino ser grande. Poner en otro lugar el futbol que une con tanta fuerza sus particularidades geográficas. Más en este contexto, cuando sobran los motivos para seguir conquistando derechos y crear a partir de resultados deportivos una burbuja de felicidad futbolera. Derrotar a Argentina, en las semifinales de los Juegos Panamericanos en Santiago de Chile, era una manera de impedir que la música se apagara por dentro. Y entonces lo hicieron, entre otras cosas por la contundencia de Jacqueline Ovalle, quien hizo los dos goles (2-0) con los que el equipo avanzó a la final en el estadio Elías Figueroa.

Es el retorno de un grupo de jugadoras mexicanas a una instancia en la que no estaban desde Winnipeg 1999, edición en la que cayeron ante Estados Unidos. En Santo Domingo 2003, Guadalajara 2011 y Toron-to 2015, su recompensa fue el bronce. Ahora inicia un nuevo proceso de reconstrucción más que de recambio, con una plantilla que ya conoce el éxito tras conquistar los Juegos Centroamericanos y del Caribe en San Salvador y en cuyo pasado dejaron cicatriz las eliminaciones de los Olímpicos de París y la pasada Copa del Mundo.

«El objetivo era darle resultados positivos a esta selección para olvidar viejas heridas», señala el español Pedro López, timonel del representativo tricolor, después de meses de concluir un proceso que exigía resultados. «Hoy (ayer) en la charla antes del partido les dije que tenían que hacer lo mismo que en los últimos meses: jugar, disfrutar. Seguir ganando, porque eso nos hace ver el futuro con optimismo, no con las dudas que existían al principio».

Multicampeona con Tigres en la Liga Mx Femenil, Ovalle creyó que el futuro estaba por venir y tenía que escribirse como alguna vez lo hizo Rudyard Kipling, autor inglés de El libro de la selva: «La fuerza de la manada es el lobo y la fuerza del lobo es la manada». Sólo así la Albiceleste, que mantiene la altura de las grandes potencias de Sudamérica, quedó descolocada tras sus dos goles en el partido: primero a los 32 minutos, en uno de los momentos más duros del encuentro, y luego en el cierre (89) para ratificar un dominio casi absoluto.

«Se lo debíamos a nuestra afición y a todo el país», reconoce La Maga, llamada así por sus seres queridos debido a su prodigiosa manera de jugar. «Venimos a buscar la medalla de oro, no debemos conformarnos con menos. Tenemos plena confianza en nuestro cuerpo técnico y ellos muestran lo mismo hacia nosotras. Sólo necesitamos demostrar lo que somos capaces de hacer».

El abrazo entre López y Ovalle es una imagen que representa algo más que un triunfo. Es tal vez el bonus track de una etapa de renovación, que propone nuevas alegrías a pasados fracasos. «Ahora no podemos confiarnos», advierte el español, en la víspera de su segunda final internacional desde que tomó el cargo. «Estamos preparadas para cualquier rival. El que sea, Chile o Estados Unidos, vamos a dar nuestro cien por ciento».

Por su historia y hegemónico dominio en el futbol femenil, las estadunidenses partían como favoritas en la otra semifinal. Pero enfrente estaban las anfitrionas, tan aguerridas como la vez que enfrentaron a México en la primera fase y cuya contundencia hizo que las cosas salieran al revés. Gracias a las anotaciones de Karen Araya (37) y Yanara Aedo (45) La Ro-ja se apuntó en la batalla final al derrotar 2-1 a una de las potencias mundiales.

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