El último lector | El indiscreto encanto de la burguesía
La escritora mexicana Guadalupe Loaeza ha ofrecido amplia muestra en sus anteriores “ensayos” y actuales obras narrativas (“Manual de gente bien” I y II, “Las niñas bien”, “Las reinas de Polanco”, “Las yeguas desbocadas”, “Los grillos y otras grillas”, “Primero las damas”, “Miroslava” y “Compro, luego existo”, por nombrar sólo algunos bodrios) de ser una maestra en el género de la ñoñería y el despilfarro, de la insolencia social entendida como ligera broma y pesado motivo de escritura.
¿Cómo entendemos a los que hunden o especulan con los bienes de nuestro México de hoy? ¿Cómo le hacen? ¿Quiénes les ayuda? ¿Quiénes son y por qué se les permite hacer política? ¿Cómo se comportan las autoridades con ellos? ¿Cómo han desplazado nuestros intereses al servilismo? ¿Por qué la doble cara de nuestros valores? ¿Cómo instalaron la ansiedad del “valemadrismo” en nuestra educación? Ni una de estas preguntas obtienen respuestas en “Los de arriba” (Plaza & Janés).
Con un decimonónico estilo europeo, de citas nubladas y predilecciones onomásticas —de muchos festejos y sobrados abusos—, que más de las veces sólo hilvanan lo desenfadado con lo tedioso, por no referirme a la indiferencia de la realidad, a la apatía política o al descompromiso social, las páginas de “Los de arriba” de Guadalupe Loaeza, santuario de lo “kitch” y abrevadero de lo “cursi”, recalcan el “distinguido encanto” de lo que por más de una decena de décadas estos personajes —de los Campero y los Rincón Gallardo a los Alemán y los Salinas, pasando por una granja de indispuestos avariciosos, chapuceros sin moral—, que afanosamente se empeñan en querer demostrarnos que la indistinción y la casi inexistencia de “los de abajo”, en el dorado sueño de su burguesía, es una plausible realidad.
Guadalupe Loaeza —encapsulada en su amnesia de pretenciosa niña mona y bien, como la más de las veces su bibliografía “light” nos advierte, intentando divertirnos— asoma una vez más al actual escenario luminoso y “muy nalga” de las letras contemporáneas, con un plumaje relamido en lo comercial…, sobra decir que de nuevo el oportunismo viste el ropaje del “desencanto”.
“¿Cómo era la gente bien en México del siglo pasado? ¿Cómo son ahora? ¿Quiénes eran y cómo son? ¿Cómo han cambiado sus intereses, sus valores y sus diversiones?”. Son estas las interrogantes que nos proporcionan sus editores, en la más ruin de las apologías.
«Guadalupe Loaeza nos regala —nos vende, debería esclarecer— un libro que nos lleva de la risa a la reflexión en torno a una manifestación más de la división entre diversos sectores de la sociedad. En “Los de arriba”, la autora revisa, con la fina ironía que la distingue, las transformaciones que ha sufrido la más alta sociedad desde los primeros decenios del siglo XX hasta nuestros días»
Entendiendo la escritura documental como un ejercicio de hombres y mujeres aplicados a la revelación de las libertades civiles —que atienden y entienden el presente que les tocó vivir y lo disparan a la realidad, no permitiéndole ilusiones, gazapos ni subterfugios, mucho menos omitiendo observaciones tan urgentes e impostergables, como lo exige el vivir social de nuestra propia existencia; hombres y mujeres dispuestos a no transgredir ante la barbarie de la hipocresía, la mentira y demás madrinas que acompañan los absurdos festejos de nuestras falsas democracias—, entendiendo a éstas como fruto del corazón de toda lucha, la endeble arquitectura de “Los de arriba”, basada en el chisme decadente y el susurro exhibicionista, se cae, se derrumba como un castillo de perezosos y sucios naipes.
Facilitón o no. Fehaciente o impaciente, irónico o errático, el indiscreto encanto de la burguesía de Guadalupe Loaeza es sólo un desfiguro comercial más en el torturado rostro de los escaparates mexicanos.
raelart@hotmail.com