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Opinión

El último lector | Amaité y el hilo invisible

Por: Rael Salvador

Portada del libro “Amaité y el hilo invisible” (Sanblás, segunda edición 2023), del profesor Enrique Briseño López.

Por: Rael Salvador

Hay libros que son de una belleza humilde —elegantes, por su roce con los clásicos— y de una profundidad que nos lleva a replantear la existencia de lo mágico, de lo milagroso y, sobre todo, de la presencia divina.

Eso es “Amaité y el hilo invisible” (Sanblás, segunda edición 2023), del profesor Enrique Briseño López, quien no modera la intimidad de su muerte y, sobreviviente, hace de su paso por la pandemia —afectado de gravedad por el coronavirus— un asunto más que literario: un testimonio de palabras sublimes y anhelo espiritual diametralmente opuesto a la caída silenciosa y oscura del pesimismo.

El dolor impuesto, el temor operante de la crisis sanitaria, la agudeza temeraria de las creencias enfrentadas, los trágicos beneficios de la irresponsabilidad…

¿En verdad, no nos ahogamos en el pantano de la pandemia? ¿Salimos vivos y cuerdos de su tóxica mucosidad desoxigenada? ¿Asumimos, endebles y mundanos, así como así —igual de estériles y ceremoniosos que años atrás—, esta nueva razón social?

Se necesita ser intencionalmente cruel o inconscientemente idiota —y el hombre lo es por partes iguales (algo, como para tener miedo de nosotros mismos)— y sembrar en el escenario de la recién “concluida” pandemia el estallido de una guerra polarizada, contrapuesta en intereses: la comunidad europea del payaso, en oposición al imperio del loco); es decir, la agudeza del juego del gato y el ratón, pero en dimensiones radioactivas.

Títeres movidos por ganancias que se disfrazan de instinto. El profesor Enrique Briseño nos habla, pausada la voz por la afección —preocupada tinta que fluye sin cesar en este testimonio paginado—, del director del hospital de Tijuana quien decidía “quién moriría y a quién le darían la oportunidad de seguir con vida”.

Fugacidad de la existencia, que cifra lo terrible en la cotidiana cercanía a la muerte: a un lado está un joven de 23 años, «internado esa misma noche con las piernas fracturadas y heridas en la cabeza y las costillas —rememora Briseño en su agonía incierta—. Su estado es grave. Yo estaba en el área de urgencias cuando llegó la ambulancia con su cuerpo y lo único que escuché es que venía alcoholizado, que había chocado en la vía rápida poniente, cerca de la oficina donde se tramitan las placas y licencias de automovilista. Su novia, una jovencita de dieciocho años, murió en el lugar del accidente. En la Unidad de Cuidados Intensivos las enfermeras están muy molestas y sólo escucho frases como las siguientes: “Y para qué lo trajeron aquí, lo hubieran dejado morir”, “no merece vivir, mató a su novia por irresponsable, es un criminal”, “ojalá que se muera”. Lo atendían sin ninguna consideración. “Para que le duela”, decían».

Pero algo sucede: el tiempo se detiene, y como una sinfonía de imágenes el sueño, mezclado con la dulzura del delirio y la esperanza —¡vaya usted a saber qué!—, ensaya de nuevo el recorrido de la vida a lado de su nieta…

Ante la impotencia de un futuro posible, le había reclamado el cariño de su hija: «“Nada más no te sueltes, por favor. ¡No te sueltes!”, insistió. Tomó mi mano para colocarla suavemente sobre su vientre y lo acariciara; me pidió que me agarrara de Amaité, mi nieta, quien apenas tenía siete meses de evolución. “Quiero que la conozcas, te está esperando, además, tú y yo tenemos muchas cosas pendientes, mucho de qué platicar, proyectos que realizar, pero lo más importante es que conozcas a tu nieta”».

Este viernes, 30 de junio, en la Biblioteca Pública Modelo “Ing. Alfredo Cañas Mendoza” —5:00 p.m.—, bajo el auspicio del Ayuntamiento de Ensenada (IMCUDHE), estaremos presentando, su servidor y el profesor Hugo Amao, “Amaité y el hilo invisible”, en compañía de su autor, el profesor Enrique Briseño López. La entrada es gratuita.

raelart@hotmail.com

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