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Raúl González impulsa la evolución y el resurgimiento de la marcha mexicana

Por: Erendira Palma Hernández/ La Jornada

Resistir es la exigencia en la marcha. El paso puede ser más ligero que en competencias de velocidad, requiere ritmo, no caer en la premura, dosificar la energía y soportar hasta la meta después de va-rias horas de caminata. ¿Culminar dos pruebas en Juegos Olímpicos?, imposible, era la respuesta de algunos, pero no de Raúl González, quien cumplió lo impensable en los circuitos y ahora tiene otro anhelo: impulsar un resurgimiento de este deporte en México.

Hay un estancamiento en la marcha, muchos países han evolucionado; en cambio, en México seguimos viendo las cosas desde el punto de vista amateur, no podemos competir con quienes lo hacen de manera profesional, dijo González a La Jornada.

Jala cabrón, primero muerto antes que llegar atrás, fue la frase que lo alimentó en sus competencias para apresurar el paso y resistir hasta la línea final. Así ganó dos medallas en una misma justa veraniega y fue parte de una generación dorada de marchistas tricolores.

Nueva etapa

En una nueva etapa, ha retornado al Centro Deportivo Olímpico Mexicano. Ya no anda a prisas en la pista sintética; en sus pasos aún hay rastros de la velocidad, pero con ritmo más relajado. Ahora ha pasado de atleta a entrenador, justo en un momento en el cual México pareciera desterrado de un deporte en el cual era potencia.

La historia reconoce a González como el primer atleta en subir al podio en dos pruebas de marcha en Juegos Olímpicos al conseguir la plata en los 20 kilómetros y unos días después el oro en los 50 con récord veraniego en Los Ánge-les 1984. Un logro que cumplió 39 años el 11 de agosto.

Fue la cumbre para México en esta disciplina, donde ha conseguido 10 preseas olímpicas, nueve de ellas entre México 1968 y Sídney 2000 con atletas como Ernesto Canto, Carlos Mercenario, Daniel Bautista y Noe Hernández. Sin embargo, al inicio del siglo, la marcha fue en declive hasta que Guadalupe González reapareció en el podio de Río 2016 con una plata.

Los motivos de esa debacle los expone González: se desarticuló todo el esquema con el que se desarrollaba esta disciplina en México, esa pulverización de esfuerzos y desunión hace que sólo haya resultados aislados.

Si hace cuatro décadas México fue precursor de los campamentos de altura para los marchistas con el entrenador polaco Jerzy Hausleber y el médico Salvador Garayzar, quien trabajó en mancuerna exclusiva con González, ahora es complicado cubrir ese requisito fundamental en el entrenamien-to de este deporte.

José Luis Doctor y Alejandra Ortega, campeones en los 20 kilómetros en los Juegos Centroamericanos y del Caribe 2023, así como José Leyver –pupilos de González–, deberán prescindir de un campamento de altura en Bolivia que tenían programado para antes del Mundial de Atletismo. La causa fue la falta de recursos para el viaje.

Remar contra corriente

Ha sido muy difícil, hemos remado contra la corriente, pero ni nos entristece, sólo se nos dificulta más. Teníamos programado esa estancia en Bolivia, buscaremos reponerlo para antes de ir a los Panamericanos de Santiago 2023, advierte el ahora entrenador.

Es en este punto de la conversación cuando nace otro señalamiento a la organización deportiva. La trascendencia de González no fue sólo en las pistas ni en ruta; los cimientos de la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (Conade) fueron trazados bajo su cargo como el primer director de la ins-titución. Nadie entiende mejor que él los objetivos primordiales que debería tener.

–¿Cuál era la filosofía de Conade cuando se creó en 1988?

–La razón de ser era el atleta. Por mi experiencia y conocimiento no sólo administrativo y técnico sabía que lo más importante era el apoyo a los planes de trabajo, soportados por el respaldo científico y multidisciplinario.

–¿Cree que se cumplen ahora?

–Estamos en un momento difícil, responde con mesura.

Creo que hay muchas fallas, aunque no estamos para señalar sólo eso, nos gustaría que las cosas fueran diferentes, pero si no hay liderazgos que lo entiendan, difícilmente cambiará. Es complejo, señala, sobre todo por el distanciamiento de la Conade con algunos deportistas.

Así como en la marcha, ahora González debe aplicar las máximas de esta disciplina, pero fuera de una ruta de caminata. Debe hacerlo en la organización, programación y entrenamiento de sus alumnos.

La resistencia para no caer, pese a la falta de financiamiento. José Luis Doctor ya tenía experiencia, antes de Tokio 2020 estaba entre los primeros ocho del país, sin embargo, no tenía cómo sustentarse y tuvo que buscar trabajo. Lo convencí de no retirarse, revela.

Mantener el ritmo, aun con las presiones externas. Si no pudieron ir a Bolivia para cumplir con el campamento requerido, lo han sustituido con entrenamientos en el Valle de las Navajas, en el Centro Ceremonial Otomí, aunque la altura de 3 mil 200 metros sobre el nivel del mar aún es lejana a los 3 mil 600 del país sudamericano.

La dosificación de energía ya no es para una competencia. Si la finalidad es llevar a sus tres pupilos a los Juegos Olímpicos de París 2024 debe cumplir con al menos dos pruebas de alta exigencia en este año: el Mundial de Atletismo –a disputarse del 19 al 27 de agosto en Budapest–, así como los Juegos Panamericanos de Santiago –del 20 de octubre al 5 de noviembre–.

“La marcha requiere de atletas que aspiren a logros importan-tes, por eso merece una dedica-ción total, amén de muchas cuali-dades. Es una disciplina muy exigente, se trabajan 24 horas. José Luis Doctor, Alejandra Ortega y José Leyver no son novatos.

Esperamos buenos resultados en el Mundial, que terminen dentro de los 10 primeros. No echamos campanas al vuelo, pero esa es la expectativa, apunta respecto del primer paso para el compromiso mayor en París 2024.

La frase jala cabrón, primero muerto que llegar atrás también revive en el objetivo de González; sin embargo, ya no es para alcanzar de manera individual una meta física. Ahora es para impulsar a una generación que concrete el resurgimiento de la marcha mexicana.

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