Si la estupidez gobierna —casi como especie—, es tiempo de cuestionarnos su monotonía en un mundo donde se hace notoria, se espabila y destaca como representación cíclica y periódica
Penetrante, documentada, marcada por el tinte sartreano de lo existencial, su escritura alcanza una agudeza que despierta en los lectores la aprobación o el rechazo, nunca la indiferencia
De tal suerte, el mito griego reafirma su inmortalidad en nosotros, legando su acusadora reverberación en la familia, los amigos… quienes aguardan apenados y con impaciencia “que por dignidad/ la saque de la casa/ con violencia”.
Quizá eso sea la lectura en ese momento: un carrusel de abecedarios musicales que no incinera el tiempo, porque son páginas que se leen en la salvedad absoluta de la memoria
Las páginas de Joaquín Bohigas son el telón de fondo de una escenografía de estrellas donde la astronomía sustituye sombras inherentes al Universo con la brillantez certificada de las palabras
Y dentro de un manto de cristal se exhibía —urna o burbuja de resguardo—, con los remordidos flecos de su falda de algodón, además de una cinta que ajustaba la cabellera ya domada con elegancia pueril por su creador
Con las manos en la cabeza, visiblemente conmocionado, Alexander Dugin intenta reunir —en el lugar de los hechos— los restos esparcidos de su hija, Daria Dugina, de 30 años, asesinada en un atentado terrorista en Moscú
Al abrir las páginas del libro “Para combatir esta era. Consideraciones urgentes sobre el fascismo y el humanismo”, una vez más, la apuesta está ofrecida en no dejar una sola reflexión fuera de alcance de la lucidez, esa especie de impiedad licenciada en honestidad, vitalizando las personalidades de Natalia Ginzburg, Albert Camus y Thomas Mann
Espejos. Una historia casi universal” (Siglo XXI editores), del escritor y periodista uruguayo Eduardo Galeano (1940-2015), maestro de los mil y un estilos del lenguaje, nos refleja los pensamientos de su propio libro: “Los espejos están llenos de gente. Los invisibles nos ven. Los olvidados nos recuerdan. Cuando nos vemos, los vemos. Cuando nos vamos, ¿se van?
Padre, tendría mucho que decirle. Pero ya es demasiado tarde, el ocaso es un puerto de partida —y no deseo entretenerle—, por lo que sólo agregaré lo siguiente: “Jamás aprendí de un hombre más que a usted”