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Opinión

Voces de El Colef | Otis: ¿Cerrando el círculo de la política ambiental?

Por: Dr. Ricardo V. Santes Valentín

El fenómeno más devastador que haya ocurrido en los últimos tiempos en México, el huracán Otis, que azotó las costas de Guerrero durante el 24 y 25 de octubre y ocasionó dolorosas pérdidas de vidas y daños materiales –sobre todo en Acapulco–, hace recordar la vulnerabilidad de las sociedades ante los avatares meteorológicos. Esto es independiente del «estado de desarrollo» de dichas sociedades, pues baste rememorar a Katrina, que con similar magnitud (categoría 5) impactó estados del sureste de Estados Unidos, como Mississippi y Lousiana, en el año 2005, ocasionando una destrucción también terrible. No hay poder humano capaz de enfrentar estos sucesos sin que haya daños severos.

Para algunos, las causas del desastre producido por Otis no son necesariamente achacables a un deficiente ordenamiento del territorio, o a la negligencia de ciertas autoridades, que toleran asentamientos poblacionales en zonas inadecuadas y permiten generar infraestructura de calidad pésima. No; es mejor culpar a un problema planetario: el cambio climático; y la razón es simple: dado que éste es mundial, es responsabilidad de todos y de nadie a la vez.

Los agoreros de la muerte, detractores de todo lo que venga del gobierno federal, sin miramientos desecharon cualquier asomo de sensatez. Para ellos sólo hay un culpable: el presidente Andrés Manuel López Obrador. Aunque de esto nada nuevo hay en el horizonte; porque si el primer mandatario fue responsable de las muertes durante la pandemia de Covid-19, ¿por qué no lo sería de la hecatombe de Acapulco?

Al margen de la politización de las desgracias y el asidero del cambio climático, el hecho es que lo acontecido obliga a replantear nuestro entendimiento de “lo ambiental” y de la propia política pública.

El pensamiento prevaleciente ha sido que lo ambiental es aquello que «está afuera de nosotros»; es el aire, el agua, el suelo, la naturaleza y sus recursos; ergo, el clima y su variación son algo no humano. Pero Otis, como otros de sus predecesores, advierten que somos actores claves de la problemática y por tanto debemos proceder en consecuencia. En ese sentido, la tan vendida idea de «pensar globalmente y actuar localmente» impuesta desde foros internacionales para ilustrar al mundo en desarrollo sobre cómo conducirse, debe cambiar a un «pensar y actuar localmente”, que luego ello beneficiará a todos. En breve, somos parte de nuestro ambiente y responsables de lo que le ocurra.

En México, la política ambiental se centró en sus orígenes en los temas de salud y agua. Luego se incorporaron rubros como contaminación del aire, residuos peligrosos y deterioro de suelos. Más recientemente entró en la agenda el asunto climático y la necesidad de ser «resilientes», es decir, adaptarnos a las nuevas «condiciones ambientales»… sin pensar en modificar el modelo de producción y consumo dominante. Ser resilientes es la solución, cambiar el modelo no es opción.

El momento actual y los días venideros son un reto por demás complicado para la política pública de México. El gobierno federal ha pretendido desterrar un esquema económico que ve a la naturaleza y sus recursos como mercancías y no como sustento de la vida toda; la pregunta es si los actores involucrados tienen la voluntad de comprometerse a hacer alguna diferencia. Otis indica que el camino es cerrar el círculo y volver la atención a las necesidades más elementales, tanto de la humanidad como de la naturaleza que le da soporte; que debemos actuar bajo una perspectiva integrada, donde gobierno, sociedad y empresa acuerden sobre una mejor articulación con, y uso de, los distintos recursos físicos y bióticos. La supervivencia social y ecológica depende de las decisiones que se tomen hoy.

El Colegio de la Frontera Norte

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