Migrali… ¿Qué?
“Dichosos aquellos que tienen un sueño y están dispuestos a pagar el precio para hacerlo realidad”
Anónimo
El término de migralidad se lo escuché por primera vez a Carlos Mora, personaje enamorado de Tijuana, férreo defensor de la identidad regional y autodefinido como estudioso del fenómeno migratorio, quien fundó y presidió tanto la Comisión de Asuntos Fronterizos y Migratorios del Municipio de Tijuana, como el Consejo Municipal de Atención al Migrante del Ayuntamiento de Tijuana, en 1998.
El concepto, en principio sólo impulsado con la saliva de Mora, fue tomando forma con la asesoría de sus maestros Jorge Bustamante Fernández, fundador del Colegio de la Frontera Norte y José Ángel Pescador Osuna -quien encabezó en dos ocasiones el Consulado General de México en Los Ángeles. En 2015, derivó en una iniciativa de ley que fue presentada primero a la Comisión de Migración y después analizada por otros legisladores en la Cámara de Diputados para crear un fondo en el que cada estado de la federación que acogiera migrantes deportados o repatriados recibiera recursos económicos adicionales para atenderlos e integrarlos a su población. Ningún diputado se opuso abiertamente a la iniciativa, pero ésta nunca fue sometida a votación ante pleno y sigue durmiendo hasta el día de hoy el sueño de los justos en comisiones.
Así como el expresidente Ernesto Zedillo definió en su momento los términos globalifóbico y globalifílico para explicar el avance de la entonces incipiente globalización, Carlos Mora propuso implícitamente al legislador la disyuntiva entre ubicarse como migralifóbico o migralifílico. Hubiera sido políticamente incorrecto para cualquiera de ellos identificarse en la primera categoría. En cambio, la mayoría de los gobernantes se inscriben en favor de esa definición etimológica, ya que consideran la inmigración perjudicial para sus economías.
Al final, se trata de una posición fútil, ya que el fenómeno migratorio no se detiene con fronteras, ni con pandemias o con políticas públicas.
La migración es una realidad contundente, pertinaz, no sólo en el continente americano, sino en Europa, Asia o África.
El diccionario de la Real Academia Española la define de manera elocuente como el desplazamiento geográfico de individuos o grupos, generalmente por causas económicas o sociales.
Incluso la migración puede ser concebida desde el punto de vista personal o familiar. ¿Cuántos de nosotros no tenemos padres, abuelos o hijos que se desplazaron hacia y desde México por diversas razones?
El término ha inspirado innumerables estudios, ensayos, libros y hasta canciones tan célebres como Imagina del extinto ex Beatle John Lennon, quien propuso en la letra la desaparición de las fronteras y de los países.
Por su ubicación geográfica, México es considerado un puente natural de migración hacia la Unión Americana.
Sólo la frontera de Tijuana-San Diego registra cada año 130 millones de cruces legales.
Por lo que respecta a los cruces no legales, se calcula que en 2020 hasta 380 mil personas ingresaron a Estados Unidos sin documentos que acreditaran su calidad migratoria.
Son muchos y variados los casos que ilustran la desesperación por cruzar sin documentos hacia territorio norteamericano, donde la diferencia de ingreso salarial contribuye como un potente imán.
Oficiales de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP por sus siglas en inglés) han registrado eventos dramáticos. Por ejemplo, durante la revisión rutinaria de un vehículo en la Garita de San Ysidro, entre la rejilla derecha del tablero, rota, por donde nunca salió aire fresco, los oficiales visualizaron dos dedos, índice y anular, asidos al marco. Así fue como descubrieron que una persona era traficada ¡dentro del tablero! El migrante sufrió quemaduras de tercer grado por la cercanía con el motor.
En otra ocasión, oficiales de la misma corporación vieron en el interior de una vagoneta que había sido incautada, a una menor de edad sentada en la parte posterior. El “pollero” o guía le había indicado que no saliera de su escondite, debajo del asiento trasero, por ningún motivo, pero luego de 48 horas lo desobedeció cuando ya no soportó la temperatura tan alta, con las ventanas cerradas. La niña requirió, además de un traductor de la lengua Chontal de Oaxaca al idioma inglés, atención médica de emergencia por una prolongada deshidratación.
Otra menor de edad no acompañada fue hallada en el interior de una piñata como parte de un cargamento de cientos de éstas. En la caja del camión de carga, un supervisor detectó que las piernas de una de las populares “Chicas Superpoderosas” eran demasiado reales.
Así, en la búsqueda del llamado “sueño Americano”, miles de inmigrantes despiertan en una de sus peores pesadillas. Además, para muchos, el costo de cruzar el río Bravo ha sido demasiado alto, ya que además de exponerse a padecimientos y/o extorsiones, han tenido que pagar un promedio de 4 mil dólares.
El año pasado el número total de detenciones realizadas por la Patrulla Fronteriza en San Diego fue de 142 mil 483. Casi 100 mil, principalmente centroamericanos, fueron expulsados a Tijuana, o TJ como muchos norteamericanos le llaman coloquialmente.
“Damas y Caballeros, güelcom tu Ti-yei,
donde las lenguas se aman y se unen
en el aló, el oquei, el babai y el verbo tu bi.
Dónde existe la zona libre y la fayuca,
donde los pitzeros en moto, los patrulleros,
los narcojuniors, los taxistas, los periodistas
y las señoras con placas de California se pasan
los altos.
Amigas y amigos, güelcom tu Tijuana,
La ciudad donde sí saben los clamatos y
el parizón y florecen los yonkes y los mofleros,
donde la comida regional es la carne asada
con una cheve, la langosta estilo Puerto Nuevo,
los fish tacos y la ensalada César.
Güelcom to Tijuas, el maravilloso
espacio donde las llantas usadas se
transforman en escalones, en columpios,
en muros de contención, macetas o suelas
para guaraches.
Damas y caballeros, güelcom a Tiyei, donde
los cholos, narcos, sicarios y judiciales
hacen del ocio su negocio, donde
los coyotes y los polleros, Los Tigres y Los
Tucanes son animales millonarios.
Güelcom to Tiyei, tierra prometida para
Migrantes”.**
A pesar de la existencia de la cerca fronteriza que las divide físicamente, las ciudades de Tijuana y San Diego (una de las 18 que integran el Condado de California del mismo nombre) han conformado una región dinámica y entrelazada.
Durante el periodo en el que la frontera terrestre de Estados Unidos se mantuvo cerrada a cruces no esenciales por la pandemia de COVID-19, cada día miles y miles de personas cruzaron por los carriles peatonales o vehiculares de las garitas de San Ysidro y Otay, de ida y vuelta.
La fila de coches y peatones en dirección norte es interminable cada mañana -ya que la gente se dirige a sus trabajos o a dejar a sus hijos a la escuela- y por la tarde, ya de regreso a Tijuana, una gigantesca marea vehicular se desplaza durante horas por las carreteras interestatales o freeways 5 y 805 que confluyen en los referidos puertos de entrada a México.
Un maremágnum vehicular con miles y miles de parabrisas y medallones despuntan en los -casi siempre- días soleados, imparables destellos de luz hacia los azulísimos cielos de San Diego, que surcan regularmente las águilas de acero supersónicas que a mediados de la década de los 80´ fueron inmortalizados en la cinta Top Gun, estelarizada por los actores Tom Cruise y Nelly McGillis.
Para dar una mejor idea sobre el volumen de movilidad de personas en esta región transfronteriza, aún con las mencionadas restricciones a viajeros no esenciales, únicamente en junio de 2021, 300 mil personas atravesaron por Cross Border Express, un puente peatonal exclusivo para pasajeros del Aeropuerto Internacional de Tijuana, a San Diego, California.
Ese movimiento persistente de personas hacia el norte del continente americano es precisamente lo que ha impulsado los esfuerzos de México por convencer al gobierno de Estados Unidos de contribuir al desarrollo y bienestar de las comunidades del sureste de México y de los países de Centroamérica, para encontrar una solución definitiva a los flujos migratorios -desde y a través de México- hacia Estados Unidos.
Y en dirección hacia el sur, nuestro país promueve, como escenario ideal, que las repatriaciones de migrantes a su territorio se realicen de forma segura, ordenada y digna.
En esa misma tónica se inscribió la iniciativa de migralidad promovida desde Tijuana por Carlos Mora.
Él mismo acepta que la palabra no existe, como en su momento se lo explicó el Dr. Jorge Bustamante. Es cierto, pero la lengua está viva y al paso de los años, cuando un vocablo se vuelve de uso común es incluido en el referido diccionario de la Real Academia Española, como ocurrió con el término “cantinflear”.
Recientemente situaciones coyunturales como la pandemia, han hecho populares el uso de términos como “resiliencia”. También hemos visto, en el tema del medio ambiente, cómo el adjetivo “sostenible” ha desplazado al de “sustentable” y previamente al ya caduco “ecológico”.
Por eso, puede ser que la migralidad no sea sólo una iniciativa, sino un término que haya empezado a acuñarse, aunque en este preciso instante, el corrector automático del programa Word de mi computadora marque en subrayado rojo como errónea su composición gramatical.
Podría decirse que, como un símil de la teoría de la comunicación -en muchos términos ya rebasada- de Marshall McLuhan, la migración es el mensaje, las fronteras son el ruido y la migralidad es el contenido que las agrupa.
Más de un lector pensará que se trata de un simple juego de palabras.
Yo considero que la migralidad, es una compleja realidad.
*Alberto Lozano es agregado de prensa en el Consulado General de México en San Diego y ocupó esa posición en las embajadas de México en Canadá y en el Reino Unido. Fue director general de Comunicación Social de la Secretaría de Relaciones Exteriores y de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social. Ha sido reportero y articulista invitado en varios medios nacionales y analista de temas internacionales para ADN40.
**Anónimo.