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Opinión

Acapulco: reconstrucción sin precedente

Por: La Jornada

Los esfuerzos desplegados en la reconstrucción de Acapulco, devastado por el huracán Otis el pasado 24 de octubre, representan un verdadero modelo de actuación en casos de desastre, como lo deja ver la información proporcionada ayer en la conferencia matutina del presidente Andrés Manuel López Obrador realizada en ese puerto guerrerense. Allí, el mandatario reseñó las acciones de apoyo a la población afectada, tanto en Acapulco como en Coyuca de Benítez, consideró que la recuperación va mejor de lo proyectado y estimó que es posible culminar el proceso de reconstrucción en marzo del año entrante.

En ese mismo acto, la secretaria de Bienestar, Ariadna Montiel, dijo que la entrega de recursos para limpieza y los apoyos para la reconstrucción lleva un avance de 96 por ciento; el director de la Comisión Federal de Electricidad, Manuel Bartlett, informó del restablecimiento total de los servicios de suministro eléctrico y del alumbrado público, 40 por ciento de los cuales resultaron destruidos por el meteoro; el titular de la Comisión Nacional del Agua, Germán Martínez, mencionó que el abasto de agua potable al puerto es ya muy superior al que existía hasta antes del paso de Otis; el secretario de Defensa, general Luis Cresencio Sandoval, señaló que la seguridad de Acapulco y de Coyuca de Benítez está garantizada por en despliegue de 14 mil efectivos, e informó que se tiene programada la instalación de 40 compañías de la Guardia Nacional. Por su parte, la gobernadora de Guerrero, Evelyn Salgado, dio a conocer que al fin de este año –es decir, en 10 días– habrán reabierto sus puertas 127 hoteles, con una oferta de cuatro mil 534 habitaciones, e informó de la reactivación de 162 tiendas y la mayor parte de las sucursales bancarias y de las tiendas de autoservicio.

Todo lo anterior es fruto de una voluntad coordinada raras veces vista en la historia de los desastres en el país, que tiene por protagonistas a la propia población y sus organizaciones, a las dependencias federales y estatales, al empresariado y a las organizaciones sociales. De esta manera se ha logrado un avance sustancial, en un tiempo récord –menos de dos meses–, de la recuperación de la normalidad en todas sus dimensiones: desde la vida doméstica y la reconstrucción de hogares, infraestructura y centros de trabajo hasta el funcionamiento económico, pasando por la seguridad pública.

Aunque aún es mucho lo que falta por hacer –sobre todo, en las zonas predominantemente agrícolas cercanas a Acapulco–, la exasperación inicial de muchos habitantes de la zona afectada, entendible por la dimensión de sus pérdidas, ha dado paso a una determinación de recuperar la vida personal y colectiva. La oportuna adopción del plan de reconstrucción evitó que el desempleo experimentara un crecimiento masivo y perdurable, y la inyección de recursos públicos está permitiendo avanzar en la normalización del puerto. En cuanto a las críticas perversas al desempeño gubernamental, que en los primeros días fueron clamor en la mayor parte de los medios, han terminado por disiparse.

Finalmente, si se le compara con lo ocurrido en periodos anteriores, como las respuestas oficiales a los sismos de 1985 y 2017, la reconstrucción en curso en las zonas devastadas por Otis resulta ilustrativa de cuánto ha cambiado para bien el país en los pasados cinco años.

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