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Opinión

Los rostros ocultos de la vid | El Valle en la fotografía de Enrique Botello Abarca / Rael Salvador

Por: Rael Salvador

El trabajador de las viñas de la región compone una cuadrilla de arraigo: siembra y cultiva, se ocupa del bienestar de la parra y la acompaña de la primavera a los meses venideros, para ofrecer la cosecha de la uva o vendimia en el mes de agosto.

Los vinos en Baja California poseen un rostro oculto que es imprescindible en el resultado de su calidad. Mientras los productos vitivinícolas viajan a lo largo del planeta, el trabajador de los viñedos se volatiliza en la resignación de ser sólo mano de obra al uso: sin edad, sin profesión, sin posición social, sin rostro.

En las últimas décadas, la fotografía se ha consolidado como un influyente canal de comunicación, esquema que ahora reproduce con acierto las faenas laborales de la producción y la recreación en la entidad.

En las diversas estampas o postales que registran la bonanza del Valle y sus productos, entre ellos el vino, el trabajador de los viñedos aparece –si lo hace– como un elemento fragmentado, un objetivo que sólo muestra su herramienta de trabajo: sus manos.

Desaparecido en el encuadre y perdida su identidad, disuelto su rostro, estas fotografías de “Los rostros ocultos de la vid” enmarcan a los jornaleros de la campiña, aquellos que nos mueven a la participación del mercado y la competencia. Hombres y mujeres en faenas y responsabilidades que se encuentran sujetas a una función múltiple: la del conjunto, la del colectivo, la del personal que se empeña a sacar las tareas del mundo adelante.

El carácter de la reflexión se presenta como pragmatismo estético, como reportaje civil o laboral, presuponiendo el disfrute y la responsabilidad que denota el flujo del trabajo, de su capacidad creadora y su poética ancestral, lo que no impide su “continuum” con la producción, la tecnología y la ciencia.

Dotada en la valía de su contexto sociológico, las imágenes del fotógrafo Enrique Botello Abarca toman carácter histórico y cultural, es decir no se disocian de las formas artísticas ni de las variables como medio de expresión, intencionado y explícito: busca en el la cara o rostro de la empresa su cometido y encuentra en su registro la labranza de la solidaridad.

¿Quiénes son esos campesinos, técnicos de la tierra, armados de paliacates y manos ágiles, que siembran, cuidan, cultivan y, con la paciencia generosa del tiempo, levantan alegres los racimos de vid ante los hacendados y terratenientes de la zona?

¿Sin antagonismos de clase, es compatible la tecnología y la ciencia, el mercado y sus intereses, con el progreso humano?

Estas fotografías no encumbren lo que hay detrás de la publicidad y los espectaculares del vino en Baja California, sino que ofrecen luz ahí donde la oscuridad desaparece al trabajador de los viñedos, de tal forma que la realidad de las empresas vinícolas –en su larga cadena de producción, que nos lleva desde la parra hasta el embotellado, pasando por cada uno se sus minuciosos procesos– recompone un luminoso rostro, donde identificamos a nuestra gente, a nuestros hermanos, a la auténtica familia bajacaliforniana. 

raelart@hotmail.com

Fotografías: Enrique Botello A.

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