Opinión

El último lector | La Gestapo del pantano

Por: Rael Salvador

¿Jaulas para inmigrantes? Por el sólo hecho de ser extraños, ¿encerrarlos, tratarlos como animales, igual a bestias rabiosas? No me sorprende. Como se puede constatar, no hay algo más común en la historia del hombre que las rejas, las empalizadas, las jaulas y las cárceles.

¿Cuántas veces los rivales se han apropiado de las estrategias del enemigo para aplicárselas? Sucede siempre, y en nuestros tiempos no será la excepción.

Desde su primer mandato presidencial, Donald Trump —2017-2021— ha incurrido en esta vieja práctica para neutralizar a lo que podría parecer su espectro enemigo: al extranjero, al desconocido, a quienes profesan un credo o una religión diferente…  

No hace mucho, en 2018 observamos a niños en jaulas, como si fueran perros infectos —que para la política de Trump lo son, por eso se vieron confinados, sin defensa legal, a espera de una resolución comparable a la cuarentena—. Entre el interés de las acusaciones y la defensa, las imágenes de retención rebasaron las estadísticas de lo asociado a lo humano.

A diferencia de los adultos, que temen con la consciencia, estos infantes exhibieron un temor físico que vulneró los tratados de la razón y nos colocó, fehacientemente, en el análisis de una sinrazón, lesiva del honor y de dignidad humana.

Al ofrecer seguimiento al cinismo de las políticas de Donald Trump, en relación a los migrantes y la separación forzada de sus hijos, doy por sentado que la crueldad, aunada a una locura vulgar —en sus fundamentos crueles, sádicos y egoístas—, ha extraviado los fundamentos de la política para aplicar, lesa humanidad, toda la bajeza de la ignorancia mezclada con el poder, que concentra un cinismo envilecido de un tipo que, de ordinario, repite las más sobadas fórmulas del mal.

Una orquesta de quejidos, un coro de lloros, un pandemónium imberbe. Asomar la cabeza a los audios de esa pesadilla resulta una experiencia traumática. Malla ciclónica, con la que se construyen las leoneras, las perreras, las animaleras… Construcciones que revelan el fracaso colectivo y exhiben la impotencia personal.

El recién inaugurado centro de detención para inmigrantes en los humedales de Everglades, península de Florida, llamada “Alligator Alcatraz” —según Trump y su camarilla oficiante: “Grande y hermosa”—, y de la cual el presidente de los EE.UU. se regala el mal gusto de bromear si algún detenido tiene la insensatez de escapar: “Les vamos a enseñar cómo huir de un caimán. No corran en línea recta. Corran en zigzag… ¿Y saben qué? Sus probabilidades de salvación aumentan alrededor de un 1%”.

Se trata de la “Gestapo* del pantano”, la malformación de un club de psicópatas que, en estos tiempos oscuros, nos lleva de la feroz fantasía nazi a la gangrena de la realidad.

Cabría pensar, como se suscitó en Auschwitz y Treblinka —o en los centros de detención para japoneses en California, después del ataque a Pearl Harbor en 1941—, que la humanidad presente no aprende de las lecciones del pasado… Y, gracias a la permisible dejadez que acarrea la modernidad, ahora repite las ofensas al mismo grado infame de vulnerabilidad infantil y, sin más, encarcela a todo tipo de inmigrante. Porque eso ya pasó en los centros de concentración nazis y en los gulags soviéticos, y se suscita, en el presente, en las cárceles de Israel, en los túneles de Palestina, en las minas de África, en las cloacas de México o —gran “lección” de El Salvador— en las cárceles latinoamericanas.

*Abreviatura de Geheime Staatspolizei (Policía Secreta del Estado Nazi).

raelart@hotmail.com

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