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Opinión

El último lector | ¡Good Bye, Raquel Welch!

Por: Rael Salvador

Todas las mujeres hermosas se parecen a mi madre y Raquel Welch no es la excepción.

¡La belleza impulsa a la vida, lo sublime satisface la imaginación! 

Eso significó el cine ante las masas en el siglo XX, frente a butacas repletas, con pistolas cromadas y derritiéndose la luz como un helado en la pasión de un beso, con los sombreros al viento, atentos a la prehistoria de un amor en bikini y a destiempo (“Hace un millón de años”, pero parece que fue ayer).

¡Qué cosas digo de ti, Raquel, Loana, madre, Freud, Lacan, Žižek…! 

El “Cuerpo” perfecto (en los sesenta, donde conocernos no era un crimen), mucho antes del “10” de Bo Derek (en 1979, cuando el Sida iniciaba su experimento diabólico de venganza y celo).

Por esa “luz de piel” he de saber que la desnudez siempre sabe a gloria, porque no hay trago más adulterado que la imposición del encubrimiento moral, aborto de la cultura malentendida, peororganizada y proanimalizada.

Cuando una voluptuosidad delgada —flaca, como una mano entre los dedos— se deja observar a partir de la escasez de prejuicios (Tarzana de todas las junglas, riqueza de lianas y esplendor de salvajismos), resulta un prodigio maestro insinuando filosofía erótica a través de elocuciones susceptibles: sabemos que la palabra agua no moja, pero hay monosílabos que queman el alma cundo el “Sí, quiero” murmura, suspira, incita, llama (lumbre)…

(Por ello el verbo “res-pira”, que en sánscrito se traduce en “vida”: pira, fuego, alcance de cielo, combustión de toda acción, ascensión —pirámide”, falso cerro—, altura, elevación, hogar, humo, incineración…)   

No era necesario un trasero desbordante, ni unos pechos en tsunami; bastaba con irradiar el alma volcánica —tersura de peces roca y crema en desliz—, templanza de todo cuerpo y toda lubricidad, y hacer de esos atributos un reconocimiento feliz en las parejas, en los parajes, en las historias de amor por contar, por cantar, por cuentear… Porque a final de todo, ¿qué es la vida?, ¿qué demonios es una película?   

Vi a Raquel Welch cuando era un adolescente. La vi secuestrada en el viejo “remake” —anterior al de King Kong—, cuando el jodido pterodáctilo se la lleva, la secuestra, la roba (no sé si es válido decir “la roba”, cuando en esa época antediluviana robar era formar una familia). 

La vi, claro que sí, en pleno alboroto de Carnaval (Ensenada, años 70´s), al lado de un Kalimán —sin Solín—, seguidos de Kung Fu (David Carradine), paseando como si nada por la Avenida Ruiz, bulliciosos, bromistas, hippiosos, miradas límpidas, sandalias, collares, flores, con sus respectivas bebidas en las manos y en compañía de otras hermosas mujeres espigadas… —Manolito, de “El Gran Chaparral”, con una Linda Cristal sonriente, curiosa, epocal—. Eran otros tiempos: “Combate”, “Daktari”, “Misión imposible”, “El oso Yogi”, “La Pantera Rosa”, “Perdidos en el espacio”, “Hawaii 5-0”, “Mannix” y aventuras por el estilo… Héroes menores que nos salvaron las tardes a través del televisor.

¡Qué joven hay que ser del alma para homenajearte, querida Raquel! 

raelart@hotmail.com

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