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Opinión

México SA | Zedillo y Calderón, repugnantes  

Por: Carlos Fernández-Vega

Violadores seriales de la legalidad // Cínicos voceros de la ultraderecha

En diciembre de 1998, priístas y panistas aprobaron la ilegal deuda del “rescate” bancario y se la endilgaron a cuando menos tres generaciones de mexicanos. Esa decisión constituye uno de los más grandes atracos a la nación, mientras los políticos y banqueros responsables se mantienen impunes. En la imagen, un miembro de El Barzón lanzaban harina a diputados que aprobaban la inmoral iniciativa. Foto José Antonio López

Se necesita un enorme costal de cinismo y la cara más dura que una piedra para, con todo desparpajo, hablar de democracia, “respeto a la legalidad”, “elecciones libres”, “defensa del estado de derecho” y tantos otros asuntos en los que sus “defensores”, en un foro de la ultraderecha realizado en Madrid, no sólo reivindicaron su ostentoso fracaso como “líderes”, sino que celebraron ser los principales enemigos y violadores de lo que en ese espacio dijeron defender.

Los mexicanos Ernesto Zedillo y Felipe Calderón, el gachupín José María Aznar y el brasileño Sergio Moro, arropados por otro impresentable, el súbdito Mario Vargas Llosa, se dieron vuelo hablando de sus propios fracasos, pero siempre achacándoles a otros, durante el ultraderechista foro “20 años de la Fundación Internacional para la Libertad (“FIL: democracia y libertad”), realizado en la capital española, en el que participa lo más primitivo del “pensamiento libertario”.

Que Ernesto Zedillo reivindique “democracia”, “legalidad” y “estado de derecho” es un verdadero insulto a los mexicanos, porque él fue candidato a la Presidencia de la República, y posterior inquilino de Los Pinos, por una decisión cupular, no por voluntad democrática; fue impuesto sin viso democrático alguno y así ejerció su mandato. Para él, parafraseando al Alazán Tostado, la “democracia” que dice defender es un árbol que da negocios privados a costillas de la nación o sirve para una chingada, al tiempo que resultó ser uno de los mandatarios que actuó con mayor ilegalidad y violó, permanentemente, el estado de derecho, y miren que en este sentido durante el régimen neoliberal la competencia fue brutal.

¿“Democracia”? Fue impuesto por la cúpula político-empresarial; ¿“legalidad”? De forma por demás sucia “rescató” a los barones de la banca, vía Fobaproa, y endilgó a los mexicanos una deuda descomunal que no tienen para cuándo pagar, a la par que extranjerizó el sistema financiero que opera en el país, sin olvidar el “rescate” carretero, otra deuda inacabable; ¿“estado de derecho”? Permitió la masacre en Acteal e hizo todo lo posible por mantener impunes a los responsables; ¿“promotor del desarrollo”? Privatizó el ahorro de millones de trabajadores para beneficiar a un grupúsculo de especuladores; entregó los ferrocarriles nacionales a los depredadores de siempre; desató una de las peores crisis económicas; depauperó y despojó, aún más, a los habitantes de esta República agredida, y cometió todo tipo de barbaridades políticas, económicas, financieras y sociales en beneficio de unos cuantos.

Eso y mucho más, pero el que siempre dijo no tener cash para atender las urgencias sociales del país ahora se da el lujo (siempre arropado por la ultraderecha) de denostar a quienes “culpan de todo al pasado”, porque con él en Los Pinos, junto con los demás gobiernos neoliberales, “todo fue perfecto”, tanto que sólo durante sus seis años de estancia en la residencia oficial el número de mexicanos en pobreza se incrementó 6 millones (la información es del Coneval), mientras las fortunas del grupúsculo de sus protectores crecieron como la espuma (más de 200 por ciento, en una economía que a duras penas avanzó 3 por ciento anual), siempre a costillas de la nación y gracias a las políticas públicas “no populistas” por él aplicadas. Así, calificar a Zedillo de basura, sería casi casi un piropo.

Qué decir del impresentable Felipe Calderón: ¿“democracia”? Llegó a Los Pinos por un descarado fraude electoral, en contubernio con “las instituciones electorales” que hoy, dice, “están a punto de desaparecer”. Borolas se muerde los labios con las mismas palabras que utiliza Zedillo, siempre acusando a terceros de fraudulentos, ilegales, antidemocráticos y autoritarios. ¿“Estado de derecho”?, presume, cuando mantuvo impunes a los familiares de su esposa, Margarita Zavala, responsables del incendio en la guardería ABC de Hermosillo, en la que perdieron la vida 49 niños y decenas más quedaron lesionados.

Tan efectivas fueron sus políticas públicas, que Calderón dejó un reguero de cadáveres por toda la geografía nacional (“daños colaterales”, decía), consolidó el narcotráfico por medio de su brazo derecho, Genaro García Luna, registró la menor tasa de crecimiento económico del régimen neoliberal (lo que ya es decir) y sumó a 15 millones de mexicanos a la pobreza en tan sólo seis años, entre tantos otros resultados. Pero se llenan la boca.

Las rebanadas del pastel


¿Y Aznar, Moro, el propio súbdito peruano y todos los demás? Un asco, por decirlo suave.

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