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Opinión

El último lector | De Guernica, al bombardeo de Nuseirat

Por: Rael Salvador

Los 274 cadáveres —64 niños, 54 mujeres, 156 presuntos “terroristas” y 698 heridos— es lo que ha quedado del bombardeo aéreo de Israel a la indefensa población civil instalada en Nuseirat.

Números dantescos —que se suman a 37 mil 200 palestinos asesinados (datos del Ministerio de Sanidad de Gaza)— de una estadística bélica que masacra toda posibilidad de negociación.

Un paisaje de infierno para repintar el “Guernica”: 150 bombas —fabricadas en EE UU— por tierra, mar y aire, cada 10 minutos.  

Al humo ácido, la carne desnuda y destrozada, los huesos desarticulados, rotos; la sanguaza hirviente y reconcentrada, y ese dolor primitivo que emana de las cenizas del campamento de refugiados —situado en el centro de la franja de Gaza— le continúa la euforia general de cuatro rehenes rescatados.*

(Tres más fueron ultimados en el escenario de Nuseirat —para desgracia de la celebración israelí— por parte del “fuego amigo” de sus presuntos liberadores, confirman las Brigadas de Ezedin al Qasam, brazo armado de Hamás.)

Si los crímenes y secuestros de Hamás, llevados a cabo el 7 de octubre de 2023, significaron la más brutal afrenta moderna de un grupo armado en contra del Estado de Israel —provocado, no se olvide, por décadas de ignominia sionista y abuso militar en suelo palestino—, lo que hoy estamos observando —Gaza, junio 9 de 2024— es la continuación violatoria, in situ, de todo lo que anteponíamos en materia de Derecho Internacional —desde el Holocausto al estallido de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki—, para no ver repetidas las penosas y terribles tragedias que, desde la hegemonía de la locura, persiguen a la humanidad. 

El campamento en llamas de Nuseirat no es un “signo de buena voluntad” para esperar el cese de agresiones y el encuentro con una paz negociada.

Cada año entregamos el Premio Nobel de la Paz, pero nunca la paz. 

También tenemos el “Guernica”, pero no la paz. Sí, el “Guernica” gracias al empeño de Picasso.

El 26 de abril de 1937 del siglo XX, en medio la Guerra Civil Española y el auge de la Segunda República, el pueblo vasco de Guernica fue bombardeado en la Operación Rügen, a petición del General Franco, por la Legión Cóndor alemana —la temible “Lufwaffe”— y la Aviación Legionaria italiana. Se lanzaron 31 toneladas de bombas incendiarias a la población civil y, de los 5 mil habitantes de Guernica, fueron asesinados mil 654, dejando 889 heridos y la destrucción del 90 por ciento de una ciudad indefensa.

¿Qué es tener mañas bélicas? Recursos adicionales fuera de lo ético y lo moral.

Ante tanta deshumanización, permítaseme una alusión personal. En los años de 1982 a 1984, siendo muy joven —recién egresado de la Normal Urbana Estatal—, daba clases de dibujo y pintura a grupos de niños y adolescentes en el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE-Cultura). Era tiempo, en México, de “Los Picassos de Picasso”. Estacionada la exposición en el Museo Tamayo, pero de gira plástica en diversos estados del país, me tocó ofrecer recorridos y pláticas sobre el autor de el “Guernica” en Ensenada, Baja California —recuerdo que, con mis amigos Enrique Botello, dueño de una “sierra manual”, y Jacobo De, quien sugirió el apoyo para el discurso, “calamos” la firma de Picasso en madera y la pintamos de rojo vivo—. Con ese soporte utilitario (una marquesina montable y desmontable, fácil de llevar), me fui a recorrer el Sur profundo para conversar de arte con autoridades, maestros y alumnos de preparatoria, secundaria y primaria.

De la misma forma que lo hago en este momento —por escrito, 42 años después—, hablé en aquel tiempo del quehacer comprometido de Picasso y de la dolorosa e injustificada matanza en el pueblo español de Guernica, masacre que ahora no dejo de asociar al devastado campamento de refugiados de Nuseirat, en Gaza.

¿Por qué? Quizá porque Guernica anunciaba ya —como hoy, más que nunca, lo evidencia la distintiva pintura del nacido en Málaga, replicando en sus espejos de arte las llamas del bombardeo de Nuseirat— la demolición del frágil cuerpo de la civilización, con su distorsión de la memoria, la arbitrariedad de sus actos y el sombrío abuso de la paralización vergonzosa de naciones que se dicen unidas.

Ahí el “emblema” de Picasso, uno de los escasos efectivos del arte. 

* Noa Argamani, de 26 años; Almog Meir Jan, de 22; Andrey Kozlov, de 27; y Shlomi Ziv, de 41. 

raelart@hotmail.com

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