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Opinión

El último lector | Carlos Mongar: aportación, vestigio y trascendencia  

Por: Rael Salvador

La provincia imaginaria de los críticos es un lugar de páginas donde hay presencias que son visibles más por la tinta del compilador —comisario cultural con licencia para erradicar o arraigar— que por la obra o facultades del autor.

No se trata de una escena muda, de esteticismo vacilante, sino de un acorralamiento brumoso —con su refriega de observaciones cuestionables— que lleva décadas nombrando diferencias y otorgando grados en la literatura de Baja California.

Pero más allá de ese poder serial —auspiciado por instituciones de gobierno o universidades palaciegas—, se encuentra la vitalidad de los no convocados al “gran banquete”, aquellos que tomando la pluma han realizado la encomienda de las letras bajo el manto de una especialización sostenida —la convicción de un destino mayor— y que se expresa en tres cualidades: la aportación, el vestigio rastreable y la trascendencia.  

Poeta, ensayista y editor, Carlos Mongar —quien, en los últimos 50 años, ha entrado y salido de “Salsipuedes”, Ensenada, Baja California— protagoniza el arte de una auténtica representación literaria —la excepción de un nuevo clima poético, que labra el campo de la creación a partir de indagatorias filosóficas—, la cual es la consolidación de una actitud vital que corresponde plenamente la justificación ante su compromiso con la Literatura (con mayúscula).

El lugar donde se centra el pensamiento de Carlos Mongar (1950) es el rigor lúcido, emplazamiento disciplinado donde moldea la solidez argumental de sus reflexiones —la más de las veces, esclareciendo la convulsión abismada del presente—, posibilitando así un discurso fundacional no institucionalizado (no acoplado al poder, menos a la razón instrumental); espíritu afín a Kant, Hegel, Hölderlin, Marx, Nietzsche, Heidegger, Benjamin, Wittgenstein y Derrida, sus contribuciones críticas y poéticas median con la ontología y la hermenéutica —sin desencarnar lo humano de lo científico— para encumbrarse a una poética filosófica que desentraña la realidad en expresiones cognoscitivas —el Ser, la verdad, el lenguaje, la estética… Podría decir, las tramas paradójicas de la existencia—, que al aparecer en sus ensayos y en sus versos —o en su conferencia “Sobre la estupidez 2.0”—, nos obsequian con el auspicio seguro que nos desmarcan —en un gesto altivo— de la “materialización” con la que nos cosifica la existencia cínica en sociedad.

Se podría agregar, como suscribe la contratapa de su poemario publicado en Ediciones del Ermitaño, que “la poesía de Mongar surge de la soledad y sus temas son los diversos rostros del tiempo, la muerte, el insomnio y la nebulosa incandescencia del erotismo”.

La Revista Cultural Palabra (del diario El Vigía) ha publicado sus ensayos, reseñas y críticas: “La Crisálida en el espejo del ser” (No. 2, diciembre de 2021); “Heidegger: en busca del ser olvidado” (No. 5, abril de 2022); “Sócrates, el que no escribió” (No. 6, mayo de 2022); “Benjamin, historia y apocalipsis” (No. 8, julio de 2022); Friedrich Hölderlin (No. 9, agosto de 2022); “Sobre la estupidez 2.0” (No. 11, octubre de 2022); “La muerte, sentido de la vida” (No. 12, noviembre de 2022); “La poesía tatuada” (No. 13, diciembre de 2022); “El concepto de historia en Octavio Paz” (No. 14, enero de 2023); “La crítica” (No. 15, febrero de 2023); “Harold Pinter, escritor imprescindible” (No. 16, marzo de 2023); “José Gorostiza, Muerte sin fin” (No. 17, abril de 2023).

«Hasta ahora, entre los estudiosos de la estupidez —nos dice Mongar en su conferencia “Sobre la estupidez 2.0”, llevada a cabo en diciembre de 2022—, no hay un pacto para caracterizarla científicamente, pero sí, todos están de acuerdo en que, cuando la estupidez se asocia a otras lacras familiares de la condición humana, las consecuencias son catastróficas».

Añadiendo que «la estupidez es el arma más destructiva, el más costoso lujo. El padecimiento más degradante del género humano».

Traductor de “El barco ebrio” de Arthur Rimbaud y coordinador —a mediados de los años 80 del pasado siglo XX— del taller de creación literaria en la Casa de América Latina (Latin American House) en Londres, Inglaterra, Carlos Mongar se hizo acreedor al primer lugar en el “Certamen Literario Alfonso Reyes”, con su ensayo “Rimbaud, poeta de todos y de nadie”, convocado por la UABC en 1988. Director de la revista “Cifra” (1992), ha publicado los siguientes libros de poesía: “Los símbolos de vértigo” (1979); “Fragmentos de odio” (1984); “Poeterodáctilos en el país de los droghomos” (1984); “Las salamandras” (1990); Fragmentos sin fondo (editado por la editorial Baja Estirpe de Ensenada, B.C., en 1993), Fragmentos sin fondo (versión corregida y aumentada, Ediciones del Ermitaño, Minimalia, 1997). De 1995 a 2002, fue subdirector de publicaciones y medios alternos del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) y editor de las revistas: Información Científica y Tecnológica (Icyt) y Ciencia y Desarrollo. En la actualidad colabora en La Jornada Baja California y la revista cultural Palabra.

Su poemario “Fragmentos sin fondo” (Ediciones del Ermitaño / Minimalia Clásica) puede adquirirse en la plataforma de Amazon.

raelart@hotmail.com

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