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Opinión

El último lector | “Bibi” Netanyahu: crímenes de guerra

Por: Rael Salvador

Cualquiera que sea la suerte de Palestina, será lo que no logramos hacer por ella.

A poco más de cien días, la descarnada incursión bélica de Israel no termina por consolidar el “embellecimiento” estratégico de su destrucción: 26 mil muertos —de los cuales, 70% son mujeres y niños—, donde la sed y el hambre son ya una agonía entre los escombros y las enfermedades —miseria ingrata de los que logran sobrevivir— brotan del tonelaje obsceno de las bombas que, a su paso —que recuerda al de los nazis—, intentan destruirlo todo.

Se necesita ser demasiado estúpido para no reconocer, entre la asfixia inhumana de las llamas y los cadáveres, la rúbrica de “genocidio”; un genocidio que se expande como escabrosa araña impúdica —insomne fruto de los juegos de guerra del deudor Netanyahu y su camarilla de zafios—, con sus emanaciones fútiles centradas en la desaparición de un grupo humano —el palestino— que, en versión “per cápita”, desde hace tiempo se confunde con animales…

En esta fosa de muerte —en la que Israel ha convertido la franja de Gaza—, el odio es un lúbrico gusano violento que deja sus huevecillos en la sangre metafísica de una futura furia por llegar: la atrocidad de lo indeseable, ampollado por el abuso presente, vesánico, delirante, atroz, de torpe hechura sistemática.

Toda defensiva irracional es, en el fondo, una indomable dominatriz que disfraza su miedo con sadismo.

El Estado de Israel —cuna del sionismo, mortaja de su propia historia— ha ofrecido a lo largo de su imposición en suelo palestino el muestrario de un insano prostíbulo de torturas, su cruenta exhibición de brutalidad: ha saboreado el armamento bajo la luz roja que intensifica la oscuridad de un apocalipsis privado, territorio donde los sueños de destrucción aguardan las pesadillas de la locura.

A Benjamín Netanyahu, de 74 años y quien se encuentra en su sexto mandato como Primer Ministro, es poco decir que le esperan las garras de un despertar por demás famélico: no escapará a su propia fórmula de exterminio, esa insaciable voracidad de muerte que lo emparenta ya, desde la “banalidad del bien”, con los guasones y criminales más inhumanos de la Historia: Leopoldo II de Bélgica, Josef Stalin, Adolf Hitler, Mao Zedong, Pol Pot…

Los Netanyahu, una familia de origen miliciano —abuelo y padre, hermanos, estirpe de “guerrera”— ha sellado a lo largo de su linaje, con desfiguros y crueldad, la atmósfera patriota del mundo judío. No es sólo un fallo, sin precedentes, en el sistema de seguridad de Estado —en el que, la madrugada del 7 de octubre de 2023, Hamás dio un vuelco al ahogamiento histórico con la masacre perpetrada—, sino un imperio familiar que ha fomentado, desde la administración militar, el Terrorismo de Estado (apoyado por la cínica industria armamentística de EE UU).

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“Benzion Netanyahu, el patriarca de la familia e historiador de la Inquisición española, era un hombre laico —narra el periodista David Remnick, en “The Price of Netanyahu’s Ambition”—. Para su liberación, no buscó la fe sino la renuncia a la ingenuidad y la fuerza de las armas. Este credo se convirtió en la herencia de su hijo mediano —“Bibi” [Benjamín Netanyahu]—, el núcleo de su autoconcepción como el único y desengañado defensor del Estado de Israel”.

Al morir Benzion, en 2012 —a la edad de ciento dos años—, «Netanyahu pronunció un panegírico dirigido directamente a su padre y habló de la centralidad de su consejo: “Siempre me dijiste que un componente necesario para cualquier cuerpo vivo, y una nación es un cuerpo vivo: es la capacidad de identificar un peligro a tiempo, una cualidad que nuestro pueblo perdió en el exilio; eso es lo que dijiste. Tú me enseñaste, Padre, a mirar la realidad de frente, a comprender lo que contiene y a llegar a las conclusiones necesarias”»

“Conclusiones” que no encuentran fin, ni rescate de secuestrados, ni eliminación de los cuadros beligerantes de Hamás, ni el despeje de nubes de humo similar al de los “hornos” de Himmler (porque igual procede de seres humanos) para así llegar a la “consolidación de dos Estados”, en el tardío despertar de Borrell —alto representante de Asuntos Exteriores y Política de Seguridad de la Unión Europea— y sus ingenuos 12 puntos para la convivencia pacífica entre Palestina e Israel, sin reparar en el daño repudiable que se propinó, con sus lecciones de “política austera”, ONU incluida, a las entrañas diabólicas del mundo.

Perpetrada desde un parangón de tintes psicóticos (¿qué es la guerra?), las bombas no dejan de sembrar estrechez de miran a partir de la necedad de un hombre producto de su adictiva necesidad de muerte… Un genocidio que se encarna en la inocencia de civiles palestinos, con el terrorífico saldo de 26 mil asesinatos, de los cuales, en su gran mayoría, son sólo niños, mujeres y ancianos.

La “ira ardiente” —resuelta felonía de un miedo paranoico— nos pone de frente ante el fracaso del peor líder judío desde los tiempos bíblicos, quien terminará juzgado, vivo o muerto, por crímenes de guerra: “Bibi” Netanyahu.

raelart@hotmail.com

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