Disquero | Amada en los resplandores / Pablo Espinosa
Exclama Anna Netrebko frente a su tour de force con el papel de Isolde, de la ópera Tristan und Isolde, de Richard Wagner: “Grabar el Liebestod es uno de los momentos más felices para mí como música. Sentí que volaba durante la grabación, bendecida y feliz, en armonía con la música. El día que yo muera, voy a recordar ese momento”.
El nuevo disco de Anna Netrebko es una gran obra de arte: 18 momentos que rebasan lo sublime mientras ella canta en éxtasis.
El disco se titula Amata dalle tenebre porque los personajes que encarna en este recital poderoso son damas que enfrentan las tinieblas con dignidad y belleza. Vencen la oscuridad con el amor.
Ariadne, Aida, Elisabeth de Valois, Lisa, Butterfly, Dido, Adriana, Manon, Elsa, Isolde. Esos son los nombres de las damas que encarna Netrebko.
Hay piezas de repertorio conocido y sorpresas, como un aria de Purcell, novedad en el repertorio de la soprano rusa, quien nunca había cantado alguna obra barroca. Circula una edición de este disco que consiste en dos volúmenes: el cidí con el audio y un disco blueray que contiene el mismo material pero en la modalidad “Pure Audio”: lo más avanzado en tecnología.
Ese blueray incluye también un filme, titulado Stage of emotions, dirigido magistralmente por Elena Petitti di Roreto.
Esa película es una obra maestra de narrativa: engarza los distintos momentos del canto de Netrebko con una serie de recursos técnicos fabulosos, algunos de ellos datan de la era del videoclip, pero ahora con un tratamiento muy fino, utilizando los recursos técnicos que posibilita el avance tecnológico.
Se remonta a la infancia de Anna Netrebko. Vemos sus fotos de bebé, luego niña, adolescente, joven y una primera entrevista como cantante profesional, de 2003, donde dice: “me gusta ser alguien, por eso subo a los escenarios, porque así puedo ser alguien, ya que en la vida real no soy nadie. Los escenarios son mejor que la vida misma”.
Luego, responde a preguntas formuladas en abril pasado, con aplomo: “Hoy día ya no considero que los escenarios sean mejor que la vida misma; ahora soy alguien en la vida real, tengo vida personal”.
El paréntesis es obligado: este disco circula desde hace meses como novedad discográfica y por distintas razones no habíamos escrito la reseña. Lo hacemos ahora cuando ella acaba de ejercer su soberanía: luego de que su mentor, el director Valeri Guérguiev, ha sido vapuleado con cancelaciones en serie de todos sus conciertos, ella, Anna Netrebko, se adelantó a los acontecimientos y canceló ella misma todas sus presentaciones, antes de que le llovieran las cancelaciones y se regaló unas merecidas vacaciones con su hijo y su esposo y su vida real. Cierto, es amiga, al igual que Guérguiev, de Vladimir Putin, pero eso no tiene nada que ver con su rendimiento profesional, que en el disco que hoy reseñamos, queda demostrado que ella es la figura operística más importante del momento, desde hace muchos años.
En el filme Stage of emotions, su última respuesta en la entrevista de hace unos meses, resulta contundente: “No voy a contestar esa pregunta, no suelo ventilar mis asuntos personales en público, mucho menos frente a la cámara”, ejerciendo el derecho que tenemos todos de tener una vida personal.
La vemos en su papel de diva, caminando por la calle, pero la vemos también como la muchacha sencilla que siempre ha sido, especialmente en los momentos más difíciles, así los calificó ella, de la grabación de este disco: encarnar a Dido en un pasaje de la ópera de Henry Purcell, Dido and Aeneas.
“Nunca había cantado barroco y fue una experiencia muy difícil pero muy enriquecedora. Me puse en las manos de mis coaches de canto y especialmente en las del maestro Riccardo Chailly, quien me guió en esos momentos y en todos los personajes que interpreto en este disco”.
Riccardo Chailly es el director titular de la Orquesta del Teatro Alla Scala, el máximo recinto de la ópera en el mundo y lo vemos en sesiones personales con Anna mientras ella es captada por la cámara en tremendos big close ups que la muestran sin maquillaje, despeinada, con gesto de niña sufriendo porque se tropieza en cada compás, pide disculpas, hace pucheros pero el resultado final es una delicia de canto, una ensoñación.
El filme de Elena Petitti di Roreto tiene referencias a dos películas que son obras maestras en su género y muy bien pueden apreciarse como óperas: Eyes Wide Shut, de Stanley Kubrick, y Melancholia, de Lars von Trier.
En la película que acompaña al nuevo disco de Netrebko, la vemos caminar desde su camerino hacia el escenario; baja escaleras y atraviesa un largo corredor donde se encuentra con tres mujeres vestidas de gala y con máscaras, igualito que en la película de Kubrick. Veremos más adelante más escenas con estos personajes enmascarados que recuerdan al espectador la atmósfera erótica de Eyes Wide Shut.
Y a propósito de erotismo, la directora Elena Petitti di Roreto teje historias paralelas a los episodios de canto de Netrebko, quien por cierto es toda una profesional: se somete a sesiones de entrenamiento físico y maquillaje de ensueño.
En el momento en que Netrebko canta la célebre aria Ritorna Vincitor!, de la ópera Aida de Giuseppe Verdi, aparecen en escena dos actores de raza negra, semidesnudos; al principio, imitando el gesto de los índices de las manos que se apuntan sin tocarse, del mural La creación de Adán, de Miguel Ángel, en la Capilla Sixtina.
Enseguida, nuevos big close ups a los dedos de él, largos, que rozan la epidermis de ella, que se eriza toda. Luego ella lo acaricia a él y ahora vemos la piel chinita de este actor, erizada en un episodio de erotismo sublimado. Ellos personifican a los protagonistas de la ópera mientras Netrebko canta.
Otro momento bello de la película es cuando Anna interpreta a Dido, como preparación del clímax del filme y del disco: Anna interpreta a Isolda y ahora es a nosotros, los espectadores, a quienes se nos eriza toda la epidermis.
Es un momento de encantamiento, de éxtasis.
Ana Netrebko es especialista en montarse en grandes olas, grandes masas de sonido cuando canta en vivo, la hemos visto hacer eso en vivo en la Met de Nueva York.
Mientras hay cantantes que le piden a los directores que apaguen lo más posible el volumen de la orquesta, para que no los “tapen”, Netrebko en cambio parece incitar en vivo a los directores y el resultado es sencillamente espectacular: ella se monta en olas gigantescas de sonidos.
Eso sucede, de manera insólita en este disco. El track final es el Libestod (Muerte por amor) de Isolda: escuchamos y prácticamente vemos, en un efecto sinestésico, grandes montañas de sonidos, como edificios monumentales que se van apilando, apilando, apilando, y sobre la cresta de esas olas colosales, la voz de Anna Netrebko es un prodigio.
Es también el capítulo final de la película que acompaña al disco: todo el equipo prepara el set de filmación, esperan el anochecer en un bosque y ponen a Netrebko un arnés y la cuelgan con cables casi invisibles para que ella vuele mientras canta.
La historia paralela que narra la directora del filme evoca con claridad la película de Lars von Trier, Melancholia, que por cierto utiliza la misma música, el Liebestod de Wagner. Distintos personajes aparecen: un obrero de la construcción camina a encerrarse en la cabina de un camión-revolvedora de cemento en pleno funcionamiento, prende el radio y escucha el Liebestod, mientras un joven escucha desde la terraza de su departamento en un edificio gigantesco y una muchacha también escucha en la mesa de su comedor, sola, en la noche y en el momento del éxtasis, en la apoteosis de la música, vemos a esos personajes, entre ellos una muchacha en medio del pasto crecido en el campo, muy parecida físicamente a Kirsten Dunst, la actriz de Melancholia, y vemos cómo todos ellos experimentan el desprendimiento de su cuerpo, que se eleva, al igual que se eleva también en ese momento Anna Netrebko surfeando las montañas de sonido de la orquesta. Un prodigio.
Tienen razón los exigentes críticos de discos de la revista Gramophone: Anna Netrebko quizá no juegue en grandes ligas como lo hicieron en su momento las grandes sopranos históricas Tatiana Troyanos, Kirstern Flagstad o Janet Baker, pero este Wagner que grabó recientemente es un hito en la historia del canto.
Así, mientras Anna Netrebko disfruta su alejamiento de los escenarios para vivir su vida, en las tiendas de discos de Europa y muchos puntos del planeta su disco Amata dalle tenebre se vende como pan caliente porque es un manjar.
A eso, a la prohibición de la venta de los discos de Netrebko, no llega la censura. Por cierto, Wagner ha sido víctima de censura muchas veces por un supuesto pero inexistente antisemitismo en su música. En todo caso, tendrían que prohibir una de las reinas de la cartelera: el oratorio escénico Carmina Burana porque su autor, Carl Orff, era nazi.
Pa’sumecha.