publicidad
Opinión

El último lector | La demarcación es una corona de fertilidad / Rael Salvador

Por: Rael Salvador

Viajeros de la aventura han celebrado los días cálidos que emanan de la tierra, unidos a la música matinal de la brisa o al rocío nocturno que, después del crepúsculo, alienta la costa.

La geografía, como resulta familiar a quien lleva como eco visual el Atlas de sus primeros pasos, traza senderos que bajan al mar o circunscriben brechas que suben a la montaña, milagros que acercan al Sol de todos los tiempos o a una Luna que olea con su liviandad a los pies de la playa.

Sirio (Alfa Canis Majoris), misterio de estrellas en lo alto, constelación de uvas de licor dorado en el verdor de las parras nocturnas. Cielo y mundo silvestre, tierra adornada de vinícolas familiares, donde lo rudimentario encuentra en lo sustentable una vital aureola de hojas renacidas.

La demarcación del vino es una corona de fertilidad.

¿Cómo no recordar –del latín “recordis”, volver a pasar por el corazón– el soneto que Jorge Luis Borges dedicó a este bálsamo digerible? Maravilla indiscutible, plena de desnudez y arte, para el paladar del declamador:

“¿En qué reino, en qué siglo, bajo qué silenciosa/ conjunción de los astros, en qué secreto día/ que el mármol no ha salvado, surgió la valerosa/ y singular idea de inventar la alegría?/ Con otoños de oro la inventaron. El vino/ fluye rojo a lo largo de las generaciones/ como el río del tiempo y en el arduo camino/ nos prodiga su música, su fuego y sus leones./ En la noche del júbilo o en la jornada adversa/ exalta la alegría o mitiga el espanto/ y el ditirambo* nuevo que este día le canto/ otrora lo cantaron el árabe y el persa./ Vino, enséñame el arte de ver mi propia historia/ como si ésta ya fuera ceniza en la memoria”.

¡Dios mío, la poesía es la quinta estación del alma!

En un paisaje semiárido, preámbulo de todo valle, la moderna autopista lleva por la Ruta del Vino.

Museo y comedores rústicos, en un equilibrado desorden rural, dinamizan la estampa de lo disponible.

La abundancia ofrece la fresca sensación de recursos sin agotar, siempre mantenidos por sí mismos: tonos frutales que multiplican sus líquidos en el barro o en el cristal; recetarios de vaporosos sabores pastoriles; viandas de un paraíso nada secular…

Ahí se encuentra la miel, el higo y la uva que se deja sangrar como rubí.

Vendimia es la estación donde la vida cotidiana se transforma en fiesta. Gallos, chivos, vacas, conejos y niños en un tornado de luz que no pone pauta a los bebedores y comensales.

Se recogen los frutos de las viñas y se destila el humor humano en un mundo donde la artesanía toma el lugar de la belleza campirana.

La alegoría de lo mundano se eleva a lo divino para poner en evidencia la felicidad terrenal.

Lo sustentable es manifiesto, defiende la vid y la vida concentrándola en su vigor, en su sustancia nutritiva, en su fertilidad siempre renovable.

raelart@hotmail.com

*Composición lírica griega dedicada a Dionisos.

Related Posts