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Opinión

Defender los territorios es sembrar «mares de esperanza»

Por: Víctor M. Toledo

Por Víctor M. Toledo

Territorio, tierra, terreno, terrenal, aterrizar, enterrar, territorializar… los términos se agolpan como si fuera una conjura para obligarnos a meditar sobre sus significados. Estamos ya en la era de los conflictos por los territorios del planeta, como lo vimos en mi entrega anterior (https://rb.gy/sfykw ).Y es que la naturaleza se ha convertido en sinónimo de territorio, de tal manera que las luchas por su defensa son también batallas ambientales. Ahora hacemos una breve revisión de las luchas ganadas en México. Hace ya varios años que con Benjamín Ortiz-Espejel y un equipo de colaboradores realizamos una investigación de experiencias exitosas en el país (México: regiones que caminan hacia la sustentabilidad, 2014, https://rb.gy/sylvk). El estudio ubicó y mapeó más de 900 casos en cinco entidades (Oaxaca, Quintana Roo, Michoacán, Puebla y Chiapas) y examinó una docena de experiencias excepcionales.

Desde entonces se han documentado innumerables casos en que los locales logran defender sus territorios e impulsar proyectos e iniciativas basadas en la organización, la solidaridad y el respeto a la naturaleza. En su extraordinario libro Un mar de esperanza (2022) la bióloga marina Andrea Saénz-Arroyo presenta ejemplos de sociedades que han sido capaces de cuidar los ecosistemas locales al tiempo de lograr bienestar y prosperidad. Su libro describe ejemplos exitosos en Galicia, Islandia, el norte de Dinamarca, California, las islas Fiyi y México.

En nuestro país la autora describe dos casos en las costas de Baja California. En Loreto, la participación ciudadana logró dar sentido y contenido al parque nacional declarado sólo en el papel desde 1996 mediante la cocreación de un plan de manejo. Reunidos en asamblea en torno a un mapa los locales determinaron ampliar la reserva marina de 150 a 7 mil hectáreas, prohibir el uso de redes de enmalle y la entrada de motos acuáticas, así como desviar las rutas de los grandes cruceros para proteger el alimento de las majestuosas ballenas azules. En Isla Natividad la cooperativa de pescadores de abulón logró crear dos reservas marinas para recuperar las poblaciones abatidas de su principal fuente de riqueza durante décadas, estableciendo reglas y sanciones rigurosas.

Otro caso es el de la resistencia heroica de Temacapulín, en los Altos de Jalisco, la comunidad que desde 2006 se declaró en rebeldía para evitar ser inundada por la presa El Zapotillo diseñada desde las oficinas de Conagua para abastecer a Guadalajara y a León. Pocas veces he visto una comunidad tan aguerrida y tan unida en la defensa de su pueblo, su territorio, su legado cultural y en fin su derecho a vivir. Esta experiencia terminó con la aceptación oficial de bajar la altura de la cortina de la presa y declarar a Temacapulín como pueblo mágico, todo lo cual ha quedado testimoniado en el libro de Guadalupe Espinosa Sauceda y Claudia Gómez Godoy (2023). Un último caso acaba de ocurrir con la restitución de 186 hectáreas de tierras al ejido de San Salvador Atenco, el mayor afectado por la construcción del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, y cuya resistencia fue encabezada por el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra.

Asunto estratégico en la defensa de los territorios es el conocimiento detallado que la ciencia ofrece mediante mapas que se obtienen de fotografías aéreas, imágenes de satélite o drones. En este caso resulta esencial la actitud de los investigadores para dialogar, compartir y coconstruir los territorios. Aquí, una lectura obligada es el libro Geo-grafías comunitarias, de David Jiménez (https://rb.gy/dtuw1), dedicado al mapeo comunitario y a las cartografías construidas para la defensa y gestión de territorios comunitarios, locales y bioculturales. Se trata de instrumentos para realizar «ordenamientos ecológicos participativos» en los que los ejidos, comunidades, pueblos y municipios definen las actividades permitidas y no permitidas en sus territorios de acuerdo con las características y vocaciones de los ecosistemas. Es decir, de regular a pequeña escala las acciones humanas sin violentar los procesos naturales. Un ordenamiento emblemático fue el del municipio de Cuetzalan con la asesoría de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.

Lo anterior nos indica que hoy la ruta a seguir es la defensa de los territorios. Primero la multiplicación de casos y luego la unión entre ellos. Esto último ha ocurrido en la Sierra Norte de Puebla, donde más de 250 comunidades indígenas han realizado 40 asambleas regionales y se han declarado contra la minería y los proyectos energéticos y turísticos tanto gubernamentales como privados. La ruta es la multiplicación y ensamblado de muchas islas; única manera de ir creando archipiélagos y finalmente «mares de esperanza».

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