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Opinión

Astillero | Ebrard: ¿un partido dentro de Morena? Poco recibió; a mucho aspira

Por: Julio Hernández López

Marcelo Ebrard recibió promesas de justicia partidista y una pequeña aproximación a lo que con enjundia de apariencia irrevocable había planteado, pero ello le fue suficiente para deponer las banderas derogatorias de la asunción de Claudia Sheinbaum, negociar con ella y pretender cuotas de poder, sobre todo en el Legislativo, para tratar de consolidar un partido marcelista al interior de Morena, con bancadas y cargos susceptibles de abandonar el guinda cuando deseen y alzar el vuelo hacia el muy cantado proyecto denominado El camino de México.

El ex canciller exigía que se repusiera el proceso morenista interno (es decir, que se desconociera el resultado oficialmente favorable a Sheinbaum), que le ofrecieran una disculpa pública y se reconociera la gravedad de las irregularidades (tan graves serían, según Marcelo, que implicarían la obligación de desechar todo el proceso y su desenlace).

No se repuso el proceso y, por tanto, se confirmó el triunfo de Sheinbaum; tampoco le ofrecieron disculpa pública ni se aceptó que hubiera irregularidades definitorias. Sólo se mencionó, según aseguró Ebrard ayer en un acto público, que hubo irregularidades (como en todo proceso electoral intenso), pero no probatorias de fraude. Y se le dijo que se buscará castigar a los responsables (con que no apliquen el método TortuGertz) y que pasadas las elecciones federales habrá reflexión y diálogo para corregir lo que sea necesario. Mmmm: promesas, generalidades y un escuálido asidero (ciertas «irregularidades«) para que Marcelo pudiera sustentar retóricamente el recular negociado con la misma Sheinbaum a la que intentaba deponer.

El «entendimiento» con Claudia, según Ebrard, implicaría el reconocimiento de la facción retornante como una corriente interna (lo cual está prohibido por el estatuto de Morena, a la luz de los zafarranchos escenificados en su momento en el PRD por las mal llamadas tribus), la entrega de candidaturas legislativas y asientos en órganos directivos guinda¡cargos, no encargos!«, sería la reversiva adaptación marcelista de la correspondiente consigna obradorista) y la aceptación de que esta autodenominada «segunda fuerza» interna (concepto que revela involuntariamente que se asumen como partido, por encima del Verde y el PT) ejerza un nivel de crítica al interior de Morena que los mismos estatutos no permiten en términos de difusión mediática, sino que la derivan a una instancia específica, la Comisión Nacional de Honestidad y Justicia.

Una comisión, por cierto, a la que Ebrard mismo no habría permitido continuar con el desahogo procesal de la queja originalmente presentada. Apenas lo iban a citar para que a finales de este mes compareciera en audiencia para sostener lo que a su interés conviniera y la resolución partidista definitiva estaría en diciembre o enero. Pero, según una versión desde dentro de la propia CNHJ, hubo una solicitud «de las partes» para terminar con el proceso, por «conciliación» de ellas.

Será importante conocer cuándo, cómo y quiénes presentaron tal solicitud de desestimar la queja para dar por terminado el asunto mediante una «conciliación» que, en caso de haberse dado así, implicaría que Ebrard canceló el curso supuestamente justiciero para dar paso a un arreglo meramente político o politiquero, de «ambiciones vulgares«, diría el clásico YSQ.

También será importante precisar las fechas de las negociaciones directas entre Sheinbaum y Ebrard (ayer, éste eludió hacer tal precisión), pues ello permitirá saber desde cuándo se habían dado arreglos, mientras se simulaban distanciamientos y «suspenso«.

Y, mientras las autoridades estatales muestran solidez en las investigaciones de las muertes de Jesús Ociel Baena, le magistrade del Tribunal Electoral de Aguascalientes y su compañero, que en rápida primera instancia han adjudicado a decisiones personales, aunque en varias partes del país se proclama «¡Crimen pasional, mentira nacional!», ¡hasta mañana!

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