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Opinión

Musa Verde | El Pichihuihui piquirrojo (casi un cuento) II/II

Por: Horacio de la Cueva

Como la persona ficticia que primero reportó esta ave para la ciencia disfrutaba de actividades recreativas digeribles propias de la región, la especie acabó siendo Xanica sabinae.

Los estudiosos de aves de países angloparlantes han decidido que además del binomio latino, cada especie debe tener un nombre común. ¿Razonable? Sí, si te causa problemas usar el nombre latín y quieres que la comunicación entre cualquier persona angloparlante que estudie o disfrute de las aves se comunique con otra persona angloparlante. No, si te merece respeto el conocimiento la culturas y la historia locales, actualmente tan alabados, pero no necesariamente respetados. Mantener los nombres locales nos ayuda a comprender la visión local de la población humana de su ambiente, a entender sus necesidades y su pasado, y a formar su futuro.

Existe ya en México una lista oficial de nombres comunes —publicada por la conabio y a nuestra disposición en “la red”— que se espera que usemos todos. ¿Quiénes son todos? Todos somos quienes nos dedicamos a la ornitología (estudio de las aves), pero tenemos los binomios latinos convencionales aceptados internacionalmente. Las otras personas que no usan los binomios latinos son aficionadas a las aves, o simplemente interesadas en ellas que posiblemente usan los nombres locales. Si no conocen los nombres y tienen acceso a la red van a tropezarse con la lista oficial. Para poder usar la lista oficial es necesario haber identificado al ave ¡y conocer el binomio latino! para poder llegar al “nombre común” oficial. Si para llegar a el necesitas el binomio latino, es redundante usar un segundo nombre, en realidad poco común, de un ave que ya sabes como se llama.

Quien usa el nombre de la lista oficial y quiere promoverlo debe convencer a quienes usan los nombres locales que la verdad oficial es mejor que la de las otras personas y que el conocimiento e historia locales son menos importantes que el usar un nombre común a pesar del conocimiento local.

El Pichihuihui piquirrojo no está solo, hay especies cercanas geográfica y evolutivamente. En otro valle a unos 200 km vive el Pichihuihui albifronte, no tiene un pico tan llamativo, pero si la frente blanca. Fue descubierto después del piquirrojo, estudios genéticos recientes apuntan a que la especie del piquirrojo surge por por de una aislada de una población de albifronte. Su binomio latino es Xanica albifrons.

El Pichihuihui pardo (Xanica obscura) fue descubierto en un valle cercano más bajo que las jollas en las que fue descubierto el piquirrojo. En las aves que primero se observaron los colores no son tan llamativos como los del piquirrojo. Se postuló que estos colores crípticos pudieran ser derivados de un camuflaje para prevenir la depredación. La especie se describió a partir de observaciones en la época reproductiva, donde dos aves de igual color cuidaban de un nido. Se asumieron pareja y así se describió a la especie.

Si los ornitólogos hubieran tenido el permiso necesario para capturar y determinar el sexo de las aves, se hubieran dado cuenta de que se trataba de varios casos de dos hembras compartiendo sus nidos. Investigaciones posteriores revelaron tres características de la especie. Sólo las hembras cuidan a los nidos y los pollos. El número de sitios apropiados para anidación es limitado —sólo anidan en árboles de más de 20 m de altura con exposición sur y a menos de 50 m de una fuente de agua; los pollos son alimentados por larvas acuáticas de insectos. Los machos, insectívoros estrictos, habitan jollas a mayor altura que el piquirrojo y sólo interactúan con las hembras para cortejar y aparearse. Los machos forman arenas (leks) donde presentan su plumaje para atraer a las hembras. A pesar del plumaje colorido y diverso de los machos, se queda el binomio latino de Xanica obscura.

Moralejas. Los llamados nombres comunes de las especies son una mala suplantación de los nombres locales que reflejan el conocimiento local sobre la especie—perdonando la redundancia. Sabemos que los nombres locales de una especie cambien con la región en la que se encuentran, así los debemos dejar por respeto a los habitantes locales y su historia. La asignación de nombres latinos nos da la universalidad necesaria para comunicar, sin ambigüedad entre grupos heterogéneos, la identidad de una especie, haciendo redundante la imposición de “nombres comunes” que no lo son.

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