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Baja California

En el IMSS “se me pasó el parto y el acta de defunción dice ‘prematuro’” 

Por: Dianeth Pérez Arreola

Mexicali, 11 de febrero.- El 21 de febrero, fecha en la que Keren Vallejo Castro cumpliría años, se realizará una protesta frente a la Clínica 31 del IMSS en Mexicali para pedir justicia por su caso, pero también por todas las negligencias médicas sin castigo. Esta es una de ellas.

El 20 de mayo del 2002, Verónica Sotelo Arrayales -de entonces 20 años- se dirigió al Instituto Mexicano del Seguro Social. Había llevado ahí todos los controles y análisis médicos de su embarazo, que transcurrió sin ningún problema. Ella y el bebé estaban en perfectas condiciones.

Acudió al IMSS cuando cumplió los nueve meses de gestación; después cuando transcurrió una semana más, y nuevamente a la siguiente, ya muy preocupada. Le decían que era normal porque era primeriza. Que tendría que esperar a que le dieran «los dolores».

Finalmente, un domingo empezó a tener dolores leves, por lo que acudió a la Clínica 31. “El que me revisó me dijo, todavía te falta. Vete a caminar. Pero en ningún momento miró mi hoja de control. Y me fui a caminar y el bebé todavía se estaba moviendo”, recuerda. Tenía 42 semanas de embarazo.

Verónica nos recibe en su pequeña casa, en la colonia Fundadores, en las orillas de Mexicali. Cuenta su historia sentada en un sofá, junto a un par de muñecas de su hija, una hermosa niña de ojos grandes que se queda afuera junto a su papá.

El bebé ya no se movía

Verónica se estruja las manos y continúa su relato. “Cuando regresé de caminar, después de unas horas, el bebé ya no se movía. El niño ya estaba muerto… ya no tenía latido. Nunca tuve dolores fuertes, eran como cólicos”.

Cuenta que cuando le comunicaron que su bebé ya no vivía, quedó impactada. Personal médico dio la noticia a su pareja de entonces y a sus padres; dijeron no saber la causa del fallecimiento.

Decidieron ingresarla a labor de parto para que expulsara de manera natural al bebé, ya que al «romper aguas» se dieron cuenta que estaba contaminada y una cesárea sería peligrosa. Eran las 9 de la noche y así estuvo, intentando un parto natural por las siguientes 24 horas.

Su familia preguntaba por qué había fallecido el bebé, y el personal médico respondía que primero tendría que nacer para poder averiguar la causa.

Las enfermeras preguntaban por qué tanto escándalo

“Los dolores que me dieron, para entonces ya eran insoportables. Me jalaba el cabello, gritaba, le pegaba a la pared y preguntaban las enfermeras que por qué tanto escándalo. Veían mi hoja de información y ya no decían nada”, comenta.

El doctor de ese turno le preguntó quién fue el doctor que le dijo que se regresara, pero ella ya no se acordaba y nunca supo quién fue. El trato de ese otro médico fue profesional y compasivo, recuerda.

Aislada y con dolores insoportables

Luego vino otro cambio de turno. “Eran diferentes doctores que me metían mano y me miraban y me jalaban. Al otro día por la mañana me dio temperatura y me convulsioné. Le dijeron a mi familia que me había dado una infección muy fuerte… imagínese cómo estaban mis papás, sin poderme ver”.

Por la tarde, su mamá habló con el director y accedieron a la petición de verla. Movieron a Verónica con todo y camilla a un pasillo donde pudieran verla. Ella, para entonces ya estaba exhausta del esfuerzo y los dolores.

“Me pusieron bloqueo, y descansé como dos horas y pude dormir pero cuando empezaron otra vez los dolores, eran peores. Me pusieron como cinco bloqueos. Cada vez que se me pasaba el efecto de la anestesia, los dolores eran más fuertes. Como vieron que no pasaba nada, por fin tomaron la decisión de hacerme una cesárea”.

Recuerda que otro doctor, con nula empatía, dijo “ella puede durar hasta tres días así”, pero los dolores eran una tortura. “La doctora que me atendió en mis controles habló con mi mamá y le dijo que todo iba bien con mi embarazo y que le extrañaba mucho enterarse de lo que había pasado”.

Cuando por fin la mandan a cesárea, tenía que esperar su turno. Su situación no fue tratada como una emergencia. Las futuras madres que estaban esperando y que no tenían dolores, la vieron sorprendidas al verla llegar gritando de dolor y pedían a las enfermeras “dale algo”.

Se dieron cuenta de que se les pasó el parto

“Llega por fin mi turno y ya no me hace el bloqueo. Nada me quita el dolor. Ningún doctor se acercó, eran solo practicantes. Me mandaron a la sala de expulsión y estaban dos practicantes, dos chamaquitas casi de mi edad, que me dijeron que pujara. El bebé se atoró y no salía. Estaba muy agotada”, expresa Verónica.

Ya le habían hecho una episiotomía y la cortaron aún más. “Cuando por fin sale el niño pregunté si tenía el cordón umbilical enredado al cuello, porque buscaba una explicación a lo sucedido. Me dijeron que no y que no estaba morado. Se dieron cuenta de que se les había pasado el parto. Fue negligencia de ellos”.

Cuando el personal médico preguntaba qué le había pasado, recibía el mismo comentario: “pero estás joven, puedes tener otro”, lo que la hería más, en vez de ayudarla.

Amenazaron con retener el cuerpo si había demanda

“Me hicieron un legrado para limpiarme, me cosieron, y estaba muy débil. Me desangré, no pudieron darme de alta al día siguiente. Mi familia quería interponer una demanda. Lo que alcancé a escuchar en recuperación era que las enfermeras lo comentaban y cuchicheaban entre ellas y me volteaban a ver. Yo ya no quería saber nada, yo quería irme a mi casa”, indica con tristeza.

Cuando salió del hospital estaba agotada físicamente. Después vino lo emocional, que fue peor, recuerda. “No quise que aquello durara más tiempo y no hubo velorio, el niño fue enterrado en cuanto se pudo. El papá del bebé, mi padre y mi abuelo querían interponer una demanda, y no recuerdo si al momento de decir esto ahí en el seguro, les respondieron que entonces tendrían que retener el cuerpo para hacerle una autopsia. Creímos que ellos la harían, cuando ellos habían sido responsables, así que dijeron que no”.

Un embarazo de más de 9 meses y dijeron que fue prematuro

El bebé pesó 3 kilos 700 gramos. Lo llamaron Jorge. “Miré el acta de defunción, y para mí fue una cachetada, fue como una burla… Decía que se ahorcó con el cordón umbilical y que fue prematuro… ¿Cómo que prematuro? Si casi pesó 4 kilos y el embarazo duró nueve meses y dos semanas. Qué cinismo”, dice con coraje.

Muchos les decían: “no les vas a ganar, debes tener mucho dinero para meterte en una demanda”, así que al ser de bajos recursos optaron por no demandar y pedir que entregaran el cuerpo del bebé.

Ya no regresó al IMSS. Conoció a quien ahora es su marido y tres años después resultó embarazada. Tuvo un embarazo difícil, incluida la amenaza de aborto. “Tenía fecha del 4 de agosto del 2005 y me dieron los dolores hasta una semana después. Fui al Hospital General en la mañana de mi fecha de término y tenía solo un centímetro de dilatación, así que me dijeron que regresara por la tarde. Así estuve toda una semana”.

Se me estaba pasando otra vez, ahora en el Hospital General

Continúa: “Yo iba y les pedía que me atendieran, les contaba mi historia y les decía que no quería que me pasara lo mismo. ‘Señora, no todos los embarazos son iguales. Espérese a que le den los dolores fuertes’, contestaban. A cada doctor que me atendía le decía lo mismo y no me quisieron programar para cesárea”.

Cuando le dieron los dolores acudió al Hospital General, que estaba saturado; “parecía que todas nos habíamos puesto de acuerdo en parir ese día. Cuando por fin me atendieron después de dos horas de espera, me hicieron el tacto y me reventaron la fuente y se dieron cuenta que el bebé había defecado dentro. Trajeron el equipo de ultrasonido y el niño tenía sufrimiento fetal; se me estaba pasando otra vez. De volada me hicieron firmar, me mandaron a quirófano de emergencia, me durmieron toda, y el niño salió morado”.

Cuando despertó, le dijeron que el niño iba a estar en observación y que todo iba a estar bien. Cuando fue a verlo, estaba en terapia intensiva con neumonía. En el proceso de nacer le faltó oxígeno. Duró ahí una semana y el pronóstico fue muy grave en los primeros días.

“¿Pero por qué? Todo esto se pudo haber evitado si hubieran creído en mi palabra. A causa de eso mi hijo tiene hiperactividad con déficit de atención y tiene problemas respiratorios… siempre con bronquios y nebulizaciones”.

Es un dolor muy feo

La mamá de Verónica habló con el director también aquel segundo parto y le dijo “¿Usted cree que, si nosotros tuviéramos dinero para ir a un particular, estuviéramos aquí rogándole que atendiera a mi hija?, pero lamentablemente somos personas de bajos recursos”.
Verónica tuvo otras dos hijas, una en 2011 y la más pequeña en 2019. En esos dos partos sí la programaron para cesárea, sucedieron en el IMSS y todo transcurrió sin problemas.

“Agradezco que nunca vi sufrir al bebé que perdí. Es un dolor muy feo que se supera y se aprende a vivir con él, pero lo que más me cala es que se pudo haber evitado. Fue una negligencia. Nunca busqué ayuda psicológica, pero tendría que haberla buscado. En el IMSS me la ofrecieron, pero ya no quise regresar aquella vez”.

Hay casos peores que el de Keren; que sirva para hacer justicia

Cerramos la plática hablando del caso de Keren. “Cuando publiqué mi historia en el grupo de Facebook de la protesta, era para que viera la gente que no era el único caso y hay hasta peores, porque a veces mueren la madre y el bebé. Luego te atienden como si fueras a pedir un favor, como si no estuvieras pagando un servicio”.

La noche que atendieron a Keren no había especialistas. Verónica aún recuerda los rostros asustados de aquellas dos practicantes casi de su edad, hace veinte años. “Ojalá la atención que ha tenido el caso de Keren sirva para que se haga justicia y se esclarezca esto que le hicieron. Que les quiten la licencia médica a los responsables y que sepan que hay más historias de negligencia de las que nunca nos enteramos. El caso de Keren no es un caso aislado”.

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