Mueren al año 1.2 millones de personas por resistencia a fármacos antimicrobianos
En el mundo, más de 1.2 millones de decesos anuales se asocian de forma directa a la resistencia a los antimicrobianos (RAM, por sus siglas en inglés), es decir, a la falta de eficacia de antibióticos, antivirales, antifúngicos y antiparasitarios.
Las organizaciones Mundial de la Salud y Panamericana de la Salud (OMS/OPS) alertan de los riesgos que imponen las temporadas invernales y el uso inadecuado de estos fármacos, pues millones de personas suelen automedicarse ante síntomas de resfriado y otras enfermedades.
Datos de la Organización Mundial de la Salud señalan que cada año, 480 mil individuos presentan tuberculosis multirresistente, también, que la farmacorresistencia empieza a complicar la lucha contra el VIH y el paludismo, a los que se suman otros padecimientos.
En la región de las Américas, advierte la OPS, los microorganismos que no pueden ser atacados por estos medicamentos son la principal causa de infecciones asociadas a la atención de la salud. Señala que datos de la Red Latinoamericana de Vigilancia de la Resistencia a los Antimicrobianos muestran una tendencia creciente en el comportamiento de patógenos hospitalarios como Klebsiella pneumoniae, cuya ausencia de susceptibilidad a los antibióticos carbapenémicos ha aumentado significativamente en América Latina desde 2014, alcanzando un promedio de 21 por ciento.
Alertan por exceso de mortalidad
En el subcontienente, advierte, más de 25 por ciento de los aislamientos de Staphylococcus aureusson resistentes a la meticilina.
“El resultado es un exceso de mortalidad de 45.2 por ciento atribuible a esta condición, frente a las cepas sensibles, y un aumento de los costos de tratamiento antibiótico (6.7 veces mayor) y hospitalización (casi 3 veces mayor).”
En México, desde hace tres décadas el Instituto Nacional de Salud Pública estudia este fenómeno, y en 2010 publicó una guía para el uso correcto y recomendado de antimicrobianos, que pueden salvar miles de vidas, pero que cada vez son más ineficaces por un “uso excesivo e inadecuado” de la población que se automedica y en la producción de cárnicos y lácteos.