El parque Ekeberg de Oslo, un espacio al aire libre para los amantes del arte
Oslo, 29 de julio de 2022.- Como un cuento de hadas nórdico, dedicado a los amantes del arte, donde lo primordial es extraviarse en el bosque para toparse con esculturas clásicas, inquietantes, lúdicas o poéticas, o simplemente dejar volar la imaginación al recorrer en silencio los senderos entre frondosas coníferas, es la propuesta del parque Ekeberg.
El paseo escultórico, ubicado en una colina al sureste de Oslo, la misma donde Edvard Munch tuvo la epifanía que lo llevó a realizar su emblemático cuadro El grito, es un regalo que el empresario Christian Ringnes dio a su ciudad natal en 2013, al donar, en principio, 7 millones de dólares para iniciar el rescate y recuperación de poco más de 10 hectáreas de una zona que desde los años 60 estaba abandonada.
Pero el convenio que el también coleccionista tiene con el ayuntamiento de Oslo es para invertir los próximos 50 años un mínimo de 30 millones de dólares con el fin de seguir desarrollando el proyecto del parque, incluida la compra de más esculturas, y así consolidarlo como uno de los cinco mejores espacios escultóricos al aire libre del mundo.
Por supuesto, el ingreso al lugar es gratuito a toda hora. Mientras los oslenses acuden a correr o pasear en carriolas a sus hijos pequeños, los turistas se enamoran de la experiencia que significa toparse en el primer sendero con una Eva de Auguste Rodin, la Venus de Milo con cajones de Salvador Dalí y la Venus Victrix de Renoir.
Más adelante, llama la atención la pieza Marilyn Monroe, del inglés Richard Hudson, “ambientada en curvas suaves y ondulantes, que recrean la feminidad” de la actriz, en redondas superficies plateadas, pulidas y brillantes, “que hacen recordar a las diosas de la fertilidad de épocas anteriores”, dice la ficha de la pieza.
Cuesta arriba, junto al estanque, rasgando los tonos verdes y cafés del bosque, aparece en el camino un majestuoso y colorido pájaro que despliega sus enormes alas en el aire, realizado por la francesa Niki de Saint Phalle, que “representa la fertilidad, la libertad y el amor”. En verano la escultura lanza chorros de agua al aire.
Sin duda, la más encantadora de las piezas es la escultura “de niebla” de la japonesa Fujiko Nakaya. A determinadas horas del día, un paraje del bosque se cubre de neblina durante 15 minutos, para emoción de los paseantes que no están familiarizados con el parque Ekeberg.
A la serbia Marina Abramović correspondió crear la escultura homenaje a Munch. Su idea es simple: un marco negro encuadra justo el lugar donde el artista noruego miró aquel atardecer que lo inspiró. Ahí se pide al visitante que grite, como ya lo hicieron en la inauguración del parque 270 oslenses.
Del británico Demian Hirst aparece en la colina su mármol Anatomía de un ángel, y como única pieza realizada por un artista latinoamericano está en una de las veredas la Mujer reclinada del colombiano Fernando Botero.
Hasta la fecha, son 43 las esculturas que “viven” en Ekeberg, elegidas por un comité de arte profesional que recomienda la compra y su ubicación al municipio de Oslo, el otro administrador del sitio. Para los próximos años, gracias a que el plan de rezonificación del área permite hasta 80 esculturas, se integrarán nuevos “habitantes” a este bosque de cuento de hadas, que si en verano es una delicia, en invierno, cubierto de nieve, brinda otra experiencia que se suma a un objetivo común: la protección del medio ambiente.
¿Se imagina usted perdiéndose entre los árboles del Ajusco capitalino, sin el temor de encontrar talamontes, sino esculturas de los mejores artistas internacionales, nunca vandalizadas, en un bosque perfectamente limpio? Soñar no cuesta nada.