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«Narcocorridos’ se prohibieron porque destaparon complicidades”: Valenzuela Arce

Por: Mireya Cuéllar / La Jornada Baja California

Tijuana, 4 de enero.- ¿Qué hay detrás de los corridos tumbados? ¿Cuál es la relación de los procesos sociales que vivimos en México con la educación de los niños y adolescentes? Ese es el centro del debate y no prohibir que se presenten bandas o cantantes de un género que habla del narcotráfico «sin edulcorantes» porque «no resuelve nada y genera la ilusión de que se está haciendo algo efectivo frente a un problema muy profundo que cuesta muchas vidas».

La reflexión es de José Manuel Valenzuela Arce (Tecate, 1954), Premio Nacional de Artes y Literatura 2023 en el área de Historia, Ciencias Sociales y Filosofía, un investigador que ha dedicado su vida académica a la historia social de la frontera a través de los corridos y de los procesos culturales que tocan de cerca a los jóvenes.

Jefe de jefes: corridos y narcocultura en México y Corridos tumbados: Bélicos ya somos, bélicos moriremos son sólo dos de sus libros de una veintena de trabajos que nos muestran el aporte de Valenzuela, doctor en ciencias sociales por El Colegio de México.

Valenzuela Arce documenta una cultura popular respecto a la cual la clase media y acomodada de México tuvo durante años prejuicios, le parecía «un mundo raro», «marcianos»; los que cantaban narcocorridos y sus seguidores. Así, hablar con él es ir de los inicios del corrido, que «surgieron de un pueblo que no sabía leer ni escribir y encontró la manera de contar sus tragedias y sus sueños», a la expresión musical de movimientos como «los alterados» o «los enfermos»… parte de una realidad que nos estalló a todos a principios de siglo, cuando el narcotráfico «salió del clóset».

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En un momento en que los corridos tumbados y narcocorridos vuelven a ser temas de debate y prohibición, dice que «atacar a la representación (expresión musical) no implica atacar el problema» y nos recuerda que las prohibiciones han fracasado a lo largo de la historia.

La Iglesia prohibió los sones, rumbas, jaranas y guarachas porque decía que eran propiciadores de lascivia canallesca y de las más animalescas actitudes… otros prohibieron el rock y hasta a Cri-Cri… Detrás de las tentaciones prohibicionistas hay posiciones autoritarias, de poder, de control.

–¿Cómo llegó a este tema?

–Me interesé por hacer una historia social de la frontera a través de los corridos, pero al llegar a los años 60, 70 resulta que el narcotráfico tenía un papel importante en nuestra sociedad. Y lo que vemos son una serie de corridos, como los que cantan Los Tigres del Norte. Ellos no inventan, las situaciones y los nombres ya estaban ahí.

“Los Tigres se cuidan mucho, son extraordinarios antropólogos musicales, pulsan muy bien el sentido del pueblo, usaron la metáfora para abordar una situación (‘Los pinos me dan la sombra / Mi rancho pacas de a kilo’) y hablaban del jefe de jefes sin decir nombres, recrean una historia, una realidad que ya tiene mucha visibilidad en la sociedad», dijo José Manuel Valenzuela Arce.

“En los años 90 surgieron los ‘corridos perrones’, que tuvieron como principales expositores a Los Tucanes de Tijuana (prohibidos en esta ciudad) o Capaz de la Sierra. Después viene la supuesta guerra contra el crimen organizado de Felipe Calderón y la violencia y la muerte se despliegan de manera brutal».

“Los asesinatos en el país se incrementan en 192 por ciento, los narcos actúan a plena luz del día, salen del clóset y entonces se escucha de los levantados, ejecutados, encobijados, cuerpos colgantes, los descabezados, los empozolados disueltos en ácido. El narco crea un nuevo lenguaje popular y hay una expresión musical, pero las palabras no las inventaron los cantantes de corridos”.

Sin ambages ni metáforas

“Los corridos perrones fue un movimiento sin ambages ni metáforas. También surgió el Movimiento Alterado, en el que Los Enfermos ya cantaban una recreación muy directa de lo que era una realidad».

“En 2008, 2010, nos expropiaron las ciudades. De repente las clases medias y altas se dan cuenta de ese mundo raro. Los ven como marcianos que quién sabe de dónde salieron. Se dan cuenta que todos estamos implicados ante la eventualidad de la violencia».

“Y esos días, ‘Sanguinarios del M1’ se vuelve el corrido emblema (“Con cuernos de chivo y bazooka en la nuca / volando cabezas a quien se atraviesa / somos sanguinarios, locos bien ondeados / nos gusta matar’). Hay una condición que es acorde con una realidad profundamente violenta. Nos sitiaron las ciudades, nos expropiaron los espacios públicos”.

–Esos corridos eran la expresión pública de que el narcotráfico había ganado la victoria cultural, ¿por eso la prohibición?

–No se prohíben porque crean que así van a evitar que los jóvenes se metan al crimen organizado –y nos recuerda que la Cámara de la Industria de la Radio y la Televisión prohibió a sus agremiados su transmisión, mientras el entonces gobernador Francisco Labastida que se tocaran en espacios públicos en Sinaloa–. Esto viene cuando se dan cuenta de que los narcocorridos están destapando las complicidades de políticos y empresarios, de militares y de autoridades de Estados Unidos.

“Corridos como el de ‘Carlos y Raúl’, donde éstos regentean el negocio del circo del narcotráfico, o el de ‘El Gato Félix’, de Joaquín Castillo Puñuñuri, en alusión a Héctor Félix Miranda (‘Hipódromo de Tijuana / toda la gente comenta / que ahí se pagó una lana / y no fue por una apuesta / señores, yo no sé nada / si el río suena, agua lleva’), corridos que tenían que ver con la tierra de las oportunidades y que cantan que ‘el problema es cruzarla / ya en Estados Unidos / el problema está arreglado’.

“El tema sigue teniendo una gran convocatoria social… y así llegan los corridos tumbados”, concluyó Valenzuela Arce.

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