La resurrección del extinto lobo huargo
La desextinción de especies, también llamada resurrección, es un dilema científico que ha rondado a la comunidad de la biología desde hace décadas. Hoy, por primera vez en la historia, los seres humanos hemos conseguido traer a un animal «desde el más allá», uno que llevaba más de 13 mil años sin pisar los suelos en la Tierra.
Tres cachorros de lobo huargo, dos machos llamados Rómulo y Remo, de cinco meses, y una hembra llamada Khaleesi, de dos meses, vieron la luz del mundo más de trece milenios después de que sus parientes más cercanos lo hicieran, representando uno de los hitos científicos más importantes en los últimos años. Aunque la especie no está desextinta como tal, o al menos no de forma literal, el logro tiene implicaciones cruciales en la conservación de los animales.
El lobo huargo, llamado ‘dire wolf’ en inglés, es un animal del pleistoceno que se ha vuelto emblemático particularmente por su constante apariencia en la fantasía, con cierto protagonismo en las obras de J.R.R. Tolkien, El Señor de los Anillos y el Hobbit, y por supuesto, su rol principal como el símbolo de la casa de los Stark en la mundialmente famosa obra de George R.R. Martin, Canción de Hielo y Fuego, más conocida como Juego de Tronos.
El huargo, rey de los bosques de norteamérica en el pleistoceno superior, es un pariente cercano del lobo gris que habita en toda Eurasia, Estados Unidos y Canadá (y el norte de México, aunque ya extinto). Se caracteriza por ser más grande que su relativo vivo y por tener un pelaje blanco profundo. Rómulo, Remo y Khaleesi son en realidad, lobos grises. El proceso de desextinción no implica directamente revivir a la especie, sino más bien en imbuir genomas recuperados de dicha especie en sus parientes más cercanos; en este caso, los lobos grises. El resultado: tres lobos con características extremadamente similares a las del huargo.
Colossal Biosciences, la empresa que llevó a cabo la hazaña, comenzó sus primeros experimentos con mamuts lanudos y con dodos. Sin embargo, ambos representaron desafíos extremos por la falta de relativos cercanos. El huargo, por otro lado, al ser pariente del perro, tiene un fondo extensivo de trabajo tanto en mezcla de genomas como en clonación y fertilización in vitro, reduciendo significativamente la complejidad del experimento. El hallazgo de dos fósiles con amplio material génetico en 2021, uno de 13 mil años de antigüedad y otro de 72 mil, permitió extraer y aislar el ADN que posteriormente fue utilizado en la creación de los tres cachorros. Su objetivo a largo plazo es entender mejor este tipo de hibridación para ayudar a conservar a las especies que se encuentran al borde de la extinción.
El mamut lanudo fue el foco de la discusión durante mucho tiempo y es que su extinción hace poco más de 10 mil años también conllevó la extinción de uno de los ecosistemas más importantes y extensos que la Tierra vio recientemente: la adecuadamente llamada estepa de mamut. Este bioma, aunque suene redundante, tenía como punto clave al mamut que, como una aplanadora gigante, tiraba los árboles, permitiendo que el pasto se extendiera por kilómetros para crear con una comunidad de animales que pastaban hasta el agotamiento. Con el fin del mamut, llegó el fin de la estepa.
Proyectos como el «Parque Pleistocénico», elaborado por científicos de Rusia en la República del Sajá, han trabajado durante años para reintroducir en los remanentes de este ecosistema a la megafauna que tuvo que abandonar lo que fue su hogar durante más de cien mi años; bueyes, bisontes y caballos salvajes, entre muchos otros. No obstante, les falta un componente clave: el mamut lanudo, lógicamente. Este tipo de proyectos buscan demostrar la importancia de «resucitar» animales extintos para reintroducirlos en sus biomas originales y que recuperen el nicho que alguna vez ocuparon, particularmente aquellos que la evidencia demuestra fueron extinguidos por intervención humana, como el mamut lanudo, el smilodon, y por supuesto, el lobo huargo.