Opinión

Trump cede terreno: por primera vez EU reconoce que sus armas matan en México

Por: Mónica García Durán

• 200 mil armas al año y Claudia Sheinbaum obliga a Washington a mirar su corresponsabilidad

La relación entre México y Estados Unidos nunca ha sido sencilla. Cada administración enfrenta un nuevo repertorio de tensiones que se suman a problemas estructurales que no terminan de resolverse. La llegada de Donald Trump de nuevo a la Casa Blanca ha devuelto el tono áspero a la agenda bilateral, pero al mismo tiempo ha abierto espacios inesperados de cooperación. En este marco, la presidenta Claudia Sheinbaum ha presentado como un logro histórico que Estados Unidos reconozca, por primera vez, su corresponsabilidad en el tráfico ilegal de armas hacia México.

El acuerdo “Barrera a las Armas o al Fuego” implica reforzar operativos conjuntos, ampliar el uso de la plataforma eTrace y compartir tecnología balística en los 32 estados de la República. En términos políticos, significa un giro en la narrativa: durante décadas, Washington negó que sus laxas leyes de armas alimentaran la violencia mexicana. Hoy lo admite abiertamente.

Sheinbaum subrayó que el acuerdo busca identificar no solo a fabricantes, sino también a las armerías que facilitan ventas a traficantes. El énfasis en la trazabilidad es relevante porque apunta a una de las principales omisiones del pasado: se perseguía al consumidor final —los cárteles—, pero no al vendedor en suelo estadunidense.

Las cifras son contundentes: alrededor de 200 mil armas ingresan cada año a México desde Estados Unidos y el 75% de las incautadas provienen de ese país. Con esas dimensiones, cualquier avance en cooperación es positivo. Sin embargo, cabe preguntarse qué tan sostenido será este compromiso frente al poder del lobby de las armas en Washington. No es la primera vez que un acuerdo arranca con entusiasmo y termina diluyéndose por la presión política interna en EU.

Mientras México celebra avances en materia de armas, el tema migratorio sigue siendo el punto más delicado de la agenda bilateral. Trump ha insistido en responsabilizar a México del flujo creciente de migrantes hacia la frontera sur de Estados Unidos y no ha renunciado a la amenaza de imponer medidas unilaterales si considera insuficientes los esfuerzos mexicanos.

La estrategia de Sheinbaum ha sido evitar la confrontación directa. Se privilegia la coordinación operativa y el discurso de cooperación, pero sin aceptar la figura de “tercer país seguro” que exige la derecha republicana. La Presidenta sabe que ceder en este punto significaría asumir un costo político interno muy alto y pondría en entredicho su capacidad de conducción soberana.

El riesgo es que el tema migratorio se convierta en moneda de cambio en otras áreas, como comercio o seguridad. Hasta ahora, la línea de Sheinbaum ha sido mantener el control narrativo y no permitir que México aparezca como el único responsable de un fenómeno que es regional y global.

El frente comercial también se ha encendido. Trump anunció la imposición de nuevos aranceles a camiones y medicamentos fabricados en México a partir de octubre. Aunque estas medidas tienen un fuerte componente electoral —buscan exhibir firmeza ante su base—, sus impactos en la economía mexicana pueden ser serios.

México depende en gran medida del acceso preferencial al mercado estadunidense y cualquier alteración del marco del T-MEC puede traducirse en pérdidas de inversión y empleo. La coyuntura es aún más sensible porque en pocos meses iniciarán formalmente las conversaciones de revisión del acuerdo.

Sheinbaum ha optado por un tono pragmático: reconoce los riesgos, pero evita el choque frontal. La estrategia parece ser ganar tiempo, contener los daños inmediatos y preparar una posición de negociación que no comprometa la estabilidad económica del país.

Nuevo golpe contra el CJNG

En la misma semana en que se anunció el acuerdo sobre armas, la Administración Federal Antidrogas (DEA) de Estados Unidos informó de la detención de 670 personas y el decomiso de 18 millones de dólares vinculados al Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG). Aunque los operativos son resultado de meses de investigación, su anuncio coincidió con la nueva etapa de cooperación bilateral.

El mensaje es claro: ambos gobiernos buscan exhibir acciones contundentes contra el crimen organizado. Para Trump, es una manera de reforzar su narrativa de “mano dura”. Para Sheinbaum, significa mostrar que su política no es limitante al trato humano a los criminales. Por el contrario, la Presidenta mexicana ha buscado diferenciarse, y los operativos coordinados le permiten enviar un mensaje de firmeza tanto hacia dentro como hacia fuera.

Sin embargo, persiste la duda central: ¿se trata de un cambio estructural o de acciones aisladas diseñadas para la coyuntura política? La experiencia de la Iniciativa Mérida y del Entendimiento Bicentenario obliga a la cautela. En ambos casos, las promesas iniciales no se tradujeron en reducciones significativas de la violencia.

Un poco de historia al análisis

La historia de la cooperación en seguridad entre México y Estados Unidos está llena de anuncios espectaculares y resultados modestos. La Iniciativa Mérida (2008) canalizó miles de millones de dólares en equipo militar y asistencia técnica, pero dejó como saldo un país más violento. El Entendimiento Bicentenario (2021) prometió un enfoque integral que privilegiara la prevención, pero hasta ahora sus efectos son prácticamente invisibles.

El nuevo acuerdo de Sheinbaum enfrenta el reto de no repetir ese patrón. Su principal innovación está en poner el tráfico de armas en el centro de la agenda. Si se cumple, será un cambio sustancial. Si no, será recordado como otro experimento fallido en la larga lista de intentos bilaterales por frenar la violencia.

Claudia Sheinbaum ha demostrado capacidad para manejar con calma y firmeza una relación bilateral compleja. Logró un reconocimiento inédito de Estados Unidos en materia de armas, mantuvo una posición equilibrada frente a las presiones migratorias y asumió los riesgos del frente comercial con pragmatismo.

No obstante, el escepticismo es necesario. El peso del lobby de las armas en Washington, la volatilidad de la política migratoria estadunidense y la tendencia de Trump a utilizar el comercio como herramienta electoral son factores que pueden minar rápidamente los avances logrados.

El verdadero desafío de la presidenta Sheinbaum será convertir este acuerdo inicial en resultados concretos y sostenidos. Solo entonces podrá afirmarse que México ha logrado algo más que un gesto político: una cooperación real que frene el flujo de armas, reduzca la violencia y siente bases más estables para la relación bilateral.

monique.duran@outlook.com

Related Posts