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Opinión

Solidaridad trinacional frente a maíz transgénico

Por: Manuel Pérez Rocha L.*

El próximo 1º de enero se cumplen 30 años de la entrada en vigor del TLCAN (hoy renombrado T-MEC), y del histórico levantamiento del EZLN. El TLCAN significó para México el abandono de la soberanía alimentaria en favor de importaciones de granos básicos, lo que provocó el aumento de la desigualdad y la migración. El abandono del campo y la apertura de fronteras al comercio, desde el gobierno de Salinas de Gortari, propició un vacío que sería ocupado por el crimen organizado. Los beneficiarios del TLCAN han sido un puñado de empresas agroindustriales trasnacionales, llámese Bimbo o Maseca, o Monsanto y Cargill (https://tinyurl.com/m3jkt26s).

Como reporta La Jornada («Atado a importaciones, más de la mitad del consumo de granos básicos en México», 12/11/23), la situación de insuficiencia y dependencia alimentaria se agrava y las importaciones de granos básicos en México han crecido a niveles sin precedente, importándose más de la mitad de lo que se consume.

Luis Hernandez Navarro acertó cuando el TLCAN fue renegociado en 2020; «en el terreno agropecuario, el T-MEC es más de lo mismo, pero peor. Es un instrumento central para que los oligopolios despojen del uso y control de las semillas campesinas a quienes las han desarrollado y cuidado durante miles de años. Es una pieza clave del orden neoliberal en la región» ( La Jornada, 20/7/14). Así, bajo el T-MEC ahora México se tiene que defender a capa y espada de la intención de EU, apoyada por Canadá, de inundarnos con maíz genéticamente modificado (OGM).

EU estableció en agosto pasado un panel de solución de controversias en el marco del T-MEC para atacar las medidas establecidas en el decreto de México del 13 de febrero de 2023, que prohíbe el uso de maíz biotecnológico en tortillas o masa, y establece su prohibición gradual en todos los productos para consumo humano y alimentación animal. Según EU, «las medidas de México no se basan en la ciencia y socavan el acceso al mercado que acordó proporcionar en el T-MEC» (https://tinyurl.com/587sw2kh).

Ante este ataque a nuestra soberanía se reactiva la solidaridad trinacional que organizaciones mexicanas, estadunidenses y canadienses han tenido desde que se negociaba a espaldas del pueblo el TLCAN.

Apoyan los exitosos esfuerzos de la campaña Sin Maíz No Hay País para evitar la siembra de maíz transgénico y el uso del glifosato y proteger el patrimonio cultural y la biodiversidad. Han aportado declaraciones como insumos al proceso de la disputa comercial. Como dice Karen Hansen Kuhn, del Institute for Agriculture and Trade Policy, «independientemente de que el panel de controversias acepte o no las declaraciones, la gama de temas tratados enriquecerá el debate público sobre cómo las normas comerciales podrían limitar o permitir soluciones sostenibles que promuevan la salud pública, derechos humanos y oportunidades económicas» (https://tinyurl.com/2p8nb943).

En las declaraciones de organi­zaciones se hace hincapié en la in­suficiencia de estudios sobre la se­guridad del maíz transgénico para el consumo humano y en los riesgos del glifosato, herbicida usado para su cultivo. También se hace énfasis en la contradicción entre las alegaciones de EU de que las políticas mexicanas violan las normas comerciales y fitosanitarias del T-MEC y disposiciones del mismo tratado, que no deben quedar como mera decoración; por ejemplo, el artículo 32.5 del T-MEC apunta que «este tratado no impide a una parte adoptar o mantener una medida que considere necesaria para cumplir con sus obligaciones legales para los pueblos indígenas» (https://tinyurl.com/2dassed9), así como protecciones a la diversidad biológica en el capítulo de medio ambiente (https://tinyurl.com/yha7fn5x). Ex­ponen los riesgos culturales y ambientales de la entrada de maíz transgénico a México, considerando la diversidad de al menos 59 razas nativas de maíz que se encuentran en constante diversificación y adaptación por pueblos indígenas. Explican que no se discrimina a productores estadunidenses y no les ha causado daños económicos, ya que existe una producción rentable y creciente de maíz no transgénico entre los agricultores estadunidenses, quienes ¡vaya que aprovechan la demanda de importaciones de México!

La declaración liderada por Rick Arnold, del Consejo de los Canadienses, red con decenas de miles de miembros de costa a costa del país, apoyada por la amplia red de organizaciones canadienses Common Frontiers, es muy importante. Acusan que “al unirse Canadá con Estados Unidos en recusar a México en su plan de eliminar gradualmente el maíz transgénico para el consumo humano, ha quedado al descubierto una colaboración demasiado estrecha entre el gobierno federal y la industria biotecnológica. Investigaciones recientes de los medios han desenterrado […] que el grupo de presión de la industria de biotecnología y pesticidas CropLife Canada jugó un papel decisivo en la nueva decisión de Canadá de eliminar la regulación de muchos OGM”. Las organizaciones canadienses exigen a su gobierno que apoye a México en su propósito de eliminar gradualmente las importaciones de maíz transgénico, y solicitan al panel de disputas del T-MEC a que falle en favor de la protección de la salud, de pequeños agricultores y del bienestar ambiental, «como lo hace México desde hace varios milenios» (https://tinyurl.com/2p85pdbd).

En efecto, el 1º de enero se cumplen 30 años del TLCAN y de la destrucción de formas campesinas milenarias. México nunca debe ceder a la presión de los transgénicos. Hay que detener la estocada final a la cultura alimentaria mexicana. Viva la solidaridad internacional.

*Investigador del Institute for Policy Studies www.ips-dc.org y Asociado del Transnational Institute www.tni.org

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