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Opinión

Migración y recintos culturales | Vianka R. Santana

Por: Vianka R. Santana

Reflexión presentada en la Cumbre Cultural de las Américas 2021
Noviembre 3 de 2021

Para quienes vivimos en regiones fronterizas, hablar de las diásporas y los procesos sociales implicados en ellas, es tema recurrente, sin embargo, la migración y sus procesos culturales, las hibridaciones y sinergias que de ello se derivan, es un asunto que a mayor o menor escala tiene un impacto global.

Hoy en día no existe lugar exento de las dinámicas de la migración, por ello, debemos brindar mayor atención y, sobre todo, generar estrategias y políticas públicas, que nos permitan comprender el origen de estos fenómenos sociales y otorgar mayores garantías a los hombres y mujeres en movilidad.

La migración debe verse obligadamente desde diferentes ópticas, porque es un fenómeno en continuo cambio de paradigma, los «desplazados de la modernidad» como los llamaba Zygmund Bauman, no son sino la consecuencia de políticas y estructuras gubernamentales rígidas, alejadas del humanismo y la democracia, en las que el concepto de dignidad humana pareciera tener más de una significación.

Los desplazados del mundo, las comunidades completas que han sido despojadas de tierras que representan su origen cultural, étnico, y su acervo patrimonial, en aras de la construcción de un progreso que se antoja con frecuencia cuestionable, los colectivos de hombres y mujeres vulnerables y vulnerados por la intolerancia, el racismo, pero también por la desigualdad social y económica, que han sido privados de las garantías universales más elementales, no son sino víctimas de sistemas económicos y políticos voraces, implacables y ciegos, que han visto en las diferencias, un motivo para el distanciamiento, y no, para la circulación de la riqueza cultural.

Las instituciones educativas, culturales y artísticas, desde la promoción y oferta de bienes y servicios culturales, académicos, recreativos, así como desde los procesos más rigurosos de investigación hasta el activismo creativo a través de los diferentes lenguajes y soportes artísticos, debemos dimensionar la importancia que tienen para nuestros espacios museísticos, áulicos, teatrales o multidisciplinares los migrantes, en tanto que portadores de la cultura y las cosmovisiones propias de sus ciudades y países de origen.

Los centros culturales debemos buscar la forma de mantener una oferta inclusiva que dialogue con todos ellos, atendiendo la multiculturalidad como un detonador de procesos creativos, y concibiendo el multilingüismo, como un instrumento para la cohesión social, tan necesaria para la construcción de una cultura de paz y la cobertura cabal de los derechos humanos.

Hoy en día, afortunadamente existen de manera paralela, instituciones, organismos civiles, fundaciones y academias, que trabajan arduamente en ofrecer alternativas para la comprensión e integración de las poblaciones migrantes, que hacen de las ciudades destino y las ciudades santuario, territorios idóneos para practicar el respeto a la dignidad humana, y para activar procesos de gobernanza cultural

Desde nuestro quehacer institucional como Centro Cultural Tijuana, organismo público y entidad de la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, tenemos clara la importancia de atender a las comunidades en movimiento con una oferta cultural y artística que responda a un profundo diagnóstico y a una estrategia pertinente, que permita a los migrantes e inmigrantes, reconocer y reconocerse en nuestros recintos, y les brinde la posibilidad de hacer de ellos, espacios seguros de convergencia, convivencia, arraigo y  autorreconocimiento.

Es importante que desde las instituciones públicas empecemos a hablar el lenguaje de los otros, porque los idiomas y los lenguajes son también un ritmo de pensamiento, una manifestación de las memorias y rituales culturales, de los imaginarios colectivos heredados a través de los ciclos generacionales, y formas de mirar al mundo y a los demás.

Como ciudadanos o como instituciones, no podemos cerrar los ojos y dar la espalda a quienes consideramos diferentes, porque no estamos excluyendo a los otros, sino que, por el contrario, nuestra intolerancia y falta de empatía, nos autoexcluye de toda posibilidad prodigiosa de contacto e intercambio. No podemos seguir rechazando a quienes son diferentes porque responden a otras lógicas históricas, porque conciben el universo a través de otros mitos (que no son los nuestros), porque no tienen nuestros mismos hábitos de consumo, o porque no se ajustan a nuestras ideologías estrechas.  Por eso hay que celebrar que existan estas iniciativas que unen a los países de América del Norte con países de Centroamérica, que hoy en día la diplomacia cultural se construye también al margen de los consulados y las embajadas, a través de las redes que integran instituciones educativas y culturales. Hay que celebrar y tomar ejemplo de países como Canadá, que cuentan con amplios repertorios y estrategias para integrar a los inmigrantes, bajo esquemas amplios de oportunidad y cobertura social, o bien, tomar en cuenta la experiencia de países como Chile, que representan una oportunidad para acceder a mejores condiciones, para quienes se ven obligados a escapar de geografías hostiles. Pero, sobre todo, celebramos que, en espacios como la Cumbre Cultural de las Américas, se pueda hablar con libertad y en voz alta, y aprender de las experiencias de otras naciones e instituciones culturales, para atender con mayor diligencia nuestras propias realidades.

Los problemas globales se atienden desde el micro territorio de lo local, desde las comunidades, las escuelas, museos, teatros, desde las iniciativas territoriales que amplían su incidencia a los radares regionales e internacionales. En CECUT entendemos y conocemos a profundidad nuestra encomienda, y hemos optado por los programas que nos permiten extender el radar de impacto hacia las comunidades de todo nuestro estado de manera permanente. Porque el arte es un lenguaje universal que, a manera de hilo conductor, une aquellas comunidades disociadas por el lenguaje o los usos y costumbres. El arte es el lenguaje universal por definición, que, a través de la experiencia sensorial y estética, puede traspasar las más duras e infranqueables fronteras sociales, los muros de la intolerancia, la discriminación o las indiferencias más profundas.

La cultura es el gran continente de todas nuestras interacciones, virtuosas o desatinadas, pero es también, el amplio territorio en el que el arte funge como catalizador y mediador, para desaparecer, aunque sea de manera efímera, las diferencias que un día, tal vez, no lo sean más.

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