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Opinión

El último lector | Adiós a Roberto Calasso (1941-2021) / Rael Salvador

Por: Rael Salvador

Un maestro en la indocilidad de la llamarada única

Hay mañanas en las cuales la noche se revela como un eclipse: a sus 80 años, ha muerto Roberto Calasso.

Editor de Adelphi, ensayista y escritor de una obra vasta y reconocida; traducido a más de 25 idiomas, el refinado trabajo de Calasso continuará siendo un emblema  en el mundo editorial y literario, tanto por el contenido de su obra como por su línea de pensamiento al encumbrar el riesgo y la belleza a la altura de la obra de arte.

Con la desaparición física de Roberto Calasso, la muerte estrena en coincidencias: hoy aparecen en librerías de su país, Italia, dos libros autobiográficos: “Memè Scianca” y “Bobi”, memorias de su infancia en Florencia y la puntualización en el tiempo de la editorial Adelphi.  

La alborada se extiende de la palidez al rosa, sus libros no han abandonado mi escritorio por décadas –acabo de leer su reciente publicación “Cómo ordenar una biblioteca” (Anagrama, 2021)– y, mientras doy una calada, una “calada” al aire turbio del amanecer, sé que la muerte de Calasso será la gran pérdida del siglo.  

Para los no fumadores, permítaseme ofrecer el significado: una bocanada de humo es una “calada”, y al aspirarla de la obra de Roberto Calasso no significa que la esté quemando, sino sólo gozando sus efectos y, a la vez, de sus afectos.

Leer a nado con Calasso resultó sumergirse en la agudeza analítica y, de no ahogarme, emerger de ese animoso oleaje de conceptos con una perla en el ojo para observar el mundo de otra forma: los mitos amalgamados a lo contemporáneo, los autores revisitados por una fascinación orientalista, siempre apasionada en el conocimiento y en la imprescindible ética fincada en la ilustración más erudita.

De este mar en llamas sólo puede surgir la purificación.

Roberto Calasso (1941-2021), emblemático editor de Adelphi, uno de los sellos editoriales de mayor prestigio, porque reúne, en términos de exclusividad, por sus libros únicos, el catálogo mejor referenciado en una plataforma literaria que, ante el advenimiento de la era digital, mengua cada vez más en su oferta de contenidos.

Dicho lo anterior, cabría echar el ojo que nos queda a su libro “Cien cartas a un desconocido”, donde se establece un canon heterodoxo al conservar reunidos a escritores de la talla de Edwin Abbott, Antonin Artaud, Gregory Bateson, Bruce Chatwin, E.M. Cioran, Elias Canetti, Thomas Bernhard, Colette, Ignacio de Loyola o Salvatore Satta… entre los más de mil 68 autores que, en 2007, año de su publicación, agrupaba en su Olimpo la editorial. Y de ahí, como queriendo tocar fondo, tomamos “La marca del editor” (2013).

“Qué es una editorial sino una larga serpiente de páginas”, dirá Calasso al dar respuesta sobre la odisea que significa este viaje iniciado a mitad de los años sesenta y que desemboca a la fecha…

Sobre las aventuras de la mente y la palabra, montados en la carrera del antílope negro, “El ardor” (2016) repasa las glosas sobre la filosofía del universo Veda (el Saber), donde lo invisible prevalece sobre lo visible; ni objetos ni imágenes pueblan los ritos y ceremonias, legando a la mística India la embriagadora poética del “soma”, autentico altar psicoactivo del fuego metafísico.

De la misma sintonía nació “Las bodas de Cadmo y Harmonía” (1988) y “Ka” (1996), pero batiendo alas en la encrucijada que se ofrece con entre el legado oriental y la cultura griega. “La ruina de Kasch” (1983), por el alto grado de lucidez y estilo, merecería un artículo especial. Sólo diré que es el libro que más me ha dejado bailando en el infinito de una sabiduría voraz y ambiciosa.

El lunático lúcido que es el mismo Calasso, escribió en la fiebre de tres semanas “El loco impuro” (1976), su primera atípica novela, caracterizada por la vida de Schrebe, el incurable enfermo de nervios.

En “Los cuarenta y nueve escalones” (1991), “La locura que viene de las ninfas y otros ensayos” (2004) o “La literatura y los dioses” (2001), nos acercamos a una ensayística que avanza como llamarada en la carga inflamable de la literatura absoluta, departiendo la originalidad del análisis literario en una constelación de autores y temas que, si en su fulgor y vitalidad podría destilarse, lograríamos una poción de diamantina estelar capaz de resucitar al mismo Nietzsche.

K.” (2002), de Kafka: del propósito sustancial de la interpretación al dulce y pavoroso escrutinio onírico. Y la reciente novedad: “La actualidad innombrable” (2017), que resulta ser un tratado sobre la condición humana, partiendo del terrorismo islámico hasta arribar al intento de comprender la presente era de inconsistencia.

En su ensimismamiento de seducción bermeja, me esperan “El rosa Tiepolo” (2006) y “La Folie Baudelaire” (2008), porque en su forma elemental el tiempo está hecho de auroras, grandes libros y crepúsculos.

También de muerte. 

Expiro estrellas de menta, la presencia de lo divino y una sensatez psiquiátrica. Y con ello, como si algo quemara mis dedos, observo que todo fuego se transforma en cenizas.

Mi más sentido adiós a Roberto Calasso, un Maestro en la indocilidad de la llamarada única.

raelart@hotmail.com

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