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Opinión

Recuperar la paz y los derechos humanos

Por: Mariana Bermúdez

Los conflictos entre países, las disputas por los recursos de comunidades indígenas, la desaparición forzada de personas y los feminicidios, entre otras situaciones que se viven cotidianamente, son expresiones de la violencia en distintos niveles; ante ello, la noción de derechos humanos y paz pareciera desvanecerse. La cultura de paz es un elemento fundamental para ejercer nuestros derechos humanos, por lo que su vulneración implica una limitante para su protección y promoción.

La paz puede entenderse como un proceso dinámico que impulsa la integración entre las personas y sociedades; además, promueve la transformación positiva de los conflictos para reconfigurar las instituciones y estructuras a entes más equitativos y democráticos. Si bien este concepto tiene diversos principios y análisis, es importante mencionar que el combate a las injusticias, el fortalecimiento de la democracia, el respeto y la promoción a los derechos humanos, son algunas de las metas de la cultura de paz.

De acuerdo con el Índice de Paz 2023 del Institute for Economics and Peace, México ha tenido un retroceso significativo de 14.8 por ciento en la construcción de paz en los últimos ocho años, aunque también una ligera mejora de 3.6 por ciento vinculada a las acciones tomadas ante el covid-19. Aunado a ello, se identificó que los estados con menores condiciones de paz contaban con mayor presencia de delincuencia organizada, donde las personas defensoras y mujeres estaban en un nivel de mayor vulnerabilidad y riesgo en el país.

Los pueblos y las personas no podemos seguir sufriendo las consecuencias de la lucha por recursos, territorios e intereses que benefician sólo a particulares y a las grandes estructuras, pues son aquellos actores quienes continúan perpetuando las desigualdades, la pobreza, la violencia, los asesinatos, las migraciones forzadas y las desapariciones de miles de personas en el país y el mundo.

Son esos agentes los que mantienen las guerras como asuntos personales e individuales, mientras los daños y las consecuencias de sus actos apuntan hacia el deterioro de la colectividad, la resistencia legítima y organizada para la búsqueda de justicia y de dignidad humana. Es importante reconocer que la paz no sólo es ausencia del conflicto o de guerras, pues construirla no sólo depende de los estados-nación, sino que es necesario el involucramiento de cada persona en la cultura de paz a través de la transformación de nuestras relaciones interpersonales a vínculos más empáticos, genuinos y sinceros. Esto implica reconocer a la otra, otre, otro con sus diferencias y dialogar con ellas para llegar a acuerdos parciales que nos permitan construir la paz total.

También es fundamental que abonemos a la construcción de condiciones dignas para todas las personas, pues no hay paz si predominan las violencias, las desigualdades y las violaciones a derechos humanos. Por ende, es necesario que los gobiernos construyan políticas públicas que atiendan de manera integral las necesidades de los pueblos, colocando en la centralidad de sus acciones a las víctimas de los crímenes de Estado y de las violencias. Principalmente, que se impulsen procesos de paz desde la comunidad internacional, nacional, regional y local para que se garanticen los derechos humanos, se proteja la dignidad humana y se recupere el sentido de humanidad en medio de la violencia.

Como sociedad civil, es primordial que afrontemos colectivamente las injusticias sociales y a las estructuras desiguales mediante la exigencia de justicia, verdad y memoria para las víctimas de la violencia y de los crímenes perpetuados por los estados, pues sin justicia no hay paz y sin paz no hay esperanza. Para recuperarla es necesario afrontar las violencias de manera colectiva mediante los derechos humanos como propuesta de acción hacia la equidad, la no discriminación y la no violencia entre las personas, las culturas y las sociedades. Recuperar la paz es retomar la resistencia ante las injusticias; es resignificar nuestra colectividad y, sobre todo, rescatar la esperanza de la construcción de otros mundos posibles.

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