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Opinión

¡Qué tanto es tantito¡ en el robo del agua

Por: María Eugenia Gonzalez Avila / Voces de El Colef

Le compartiré que durante mi rutina tempranera de paseo que realizo los 365 días del año, excepto si está nevado o llueve cántaros, lo cual por cierto no sucede muy frecuentemente en la región donde vivo. En fin, dicha actividad mañanera de caminar con mi mascota todos los días me ha traído tres beneficios, el primero es calmar la ansiedad casi irritante de mi pequeño Schnauzer, el cual, por cierto, olfatea y orina a todo aquel árbol, poste o área que considera como su territorio. El segundo beneficio es realizar ejercicio, tal como indica el médico: al menos media hora diaria, para así evitar ir a consulta y no tener que permanecer al menos tres horas en la sala de espera de un hospital público. El tercer beneficio, y quizás el más interesante, es observar acciones o actividades que solo suceden cuando el rey sol se despierta.

Dichas actividades y acciones, no es solo observar a las aves y oír su canto; sino
ver a todas aquellas personas que caminan apresuradas hacia la parada del autobús o aquellas que realizan ejercicio u otras actividades, que quizás pueden ser invisibles para muchos pero que me han llevado a escribir este texto. Una de esas acciones es ver como algunas personas “roban agua”, un ejemplo es un hombre que limpia los parabrisas en una esquina y que toma el agua del grifo externo de una propiedad privada. Tal hecho me sorprende debido a que el edificio cuenta con cámaras de vigilancia, y presenta protección que incluye vigilancia de un guardia, aunque evitar la extracción de agua no parece ser una acción que le preocupe.

Lo referido me ha resultado extraño, porque resulta más valioso evitar que roben equipo,
infraestructura, material o cualquiera otro objeto, pero no que se roben de agua. Lo cual, no se justifica sobre todo si éste recurso escasea y se le suma una sequía severa, tal como sucede en Nuevo León. En donde, el robo del agua también se ha hecho recurrente cuando algún vecino, ante la desesperación por no tener agua en su vivienda, recurren al robo de agua de casas abandonadas; lo cual no se justifica aún por cortes de agua recurrente y sin previo aviso en el AMM. Tal hecho, ha llevado a que “robo de agua” vecinal en diversas zonas de la ciudad o así también el robo de este líquido de fuentes publica de agua, en donde se sustrae el vital líquido.

Otro robo a una escala mediana es el realizado por individuos que desvían el cauce del agua hacia sus cultivos, y está el “robo de agua “a mayor escala, en donde se perforan ductos de la Conagua, y que coloquialmente se conoce como “aguachicoleo”, es decir, la sustracción clandestina del agua.

Desafortunadamente, la referida práctica se ha hecho recurrente tanto a nivel nacional,
estatal, municipal, y especialmente en ciudades como Ecatepec, Estado de México, Jalisco y Nuevo León, las cuales hoy día se enfrentan a este delito, y en donde Conagua reportó que, durante 2012 a 2018, se contabilizaron alrededor de 2,280 tomas clandestina (Publimetro, 2022).

En el año 2022, para el caso específico del Área Metropolitana de Monterrey (AMM) se
reportaron 158,664 tomas clandestinas de agua (Rodríguez 2023, El Economista),
destacando con el mayor número de conexiones irregulares los Municipios de Juárez
(47,516); Monterrey (27,641); General Escobedo (23,213), Apodaca y Guadalupe (13458).

Lo antes referido, me llevó a pensar en la frase “que tanto es tantito” en el “aguachicoleo”,
desde el punto de vista ambiental, económico, político, cultural o ético. Porque ¿Cuál robo
es más grave para la sociedad, aquel que se realiza a nivel hormiga o el realizado por
medianos y grandes extractores de agua?, y usted ¿qué opina al respecto?

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