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Opinión

Odiarían tener que decir: «se los dije»

Por: Hermann Bellinghausen

El grupo de notables mentes judías que envió una carta al editor de The New York Times hace 75 años (2 de diciembre de 1948) no vislumbró el alcance de la atrocidad militar del Estado israelí que se desenvuelve ahora mismo. La cuenta de muertos (body count) se apila en cifras comparables a la invasión yanqui de Irak, pero en un territorio muchísimo más reducido. Gaza es sólo un pedazo de tierra donde han logrado vivir los nadie: no tienen país, casa, derechos, ni importan su edad o sus nombres.

Hanah Arendt, Albert Einstein, Myer D. Mendelson y otros 30 notables expresaban alarma ante la legitimación del primer terrorista israelí de los tiempos modernos, Menahem Begin, entonces sólo líder del novel Partido de la Libertad (Tnuat Haherut), al que los autores de la misiva consideraban «muy cercano a los partidos nazi y fascista en su organización, métodos, filosofía política y llamado social».

Recordaban que fue creado por miembros y partidarios del antiguo Irgun Zvai Leumi, «organización terrorista, derechista y chovinista en Palestina. El señor Begin (quien con el tiempo llegaría a primer ministro y en 1978 recibiría el Premio Nobel de la Paz) visitaba Estados Unidos, y los pensadores expusieron: Tiene, obviamente, como meta dar la impresión de que su partido cuenta con el apoyo estadunidense. Es inconcebible que quienes se oponen al fascismo en el mundo entero, si han sido correctamente informados sobre la trayectoria y los proyectos del señor Begin, presten sus nombres y apoyo».

Añadían: «Las declaraciones públicas del partido de Begin no dejan ver su verdadero carácter. Hoy hablan de libertad, democracia y antimperialismo, mientras hasta hace poco predicaban abiertamente la doctrina del Estado fascista. En sus acciones, el partido terrorista delata su carácter real; de sus acciones pasadas podemos juzgar lo que se puede esperar de él en el futuro».

Citan un «escandaloso ejemplo», el hoy tristemente célebre arrasamiento sin motivo del poblado árabe Deir Yassin por bandas terroristas, “que atacaron este pacífico pueblo que no constituía ningún objetivo militar; mataron a la mayoría de sus habitantes –240 hombres, mujeres y niños– y mantuvieron a algunos con vida para exhibirlos como presos en las calles de Jerusalén”. Admiten que la mayor parte de la comunidad judía «quedó horrorizada» y se ofrecieron disculpas al rey Abdalah de Transjordania. Pero «los terroristas, lejos de avergonzarse, estaban orgullosos de su masacre, la publicitaron ampliamente e invitaron a la prensa extranjera a ver los cadáveres y la destrucción general en Deir Yassin». El caso es ejemplar en cuanto al carácter y las acciones del Partido de la Libertad. Tres cuartos de siglo después, sus advertencias, mal vistas por los israelíes y muchos estadunidenses, siguen siendo «incorrectas» y «antisemitas» para sus actuales gobiernos y medios de comunicación.

Begin predicaba «una mezcla de ultranacionalismo, misticismo religioso y superioridad racial. Como otros partidos fascistas, ha servido para romper huelgas y ha pedido la destrucción de los sindicatos libres. Ha propuesto el modelo fascista italiano de las uniones corporativas. Con métodos gansteriles, palizas, ventanas rotas y robos a gran escala, los terroristas han intimidado a la población y han cobrado un alto tributo».

Se trataba de un partido político «para nada ordinario», con “el sello inconfundible de un partido fascista para el cual el terrorismo (contra judíos, árabes y británicos por igual) y la mentira son el método y la meta un leader state”. Apenas nacía Israel. Tuvo éxito. Evolucionó en la escena mundial como una nueva Europa para aquellos europeos que Europa al fin aceptaba, pero en otra parte. Culpas históricas e intereses económicos y militares amarraron la identificación del nuevo país y Occidente, su «creador» a fin de cuentas.

Otro judío incómodo como Arendt (autora de varios libros y ensayos sobre la historia y el pensamiento judíos, además de su famosa cobertura para The New Yorker del juicio al nazi Adolf Eichmann, en Jerusalén, en 1961, que cayó como bomba en las filas sionistas), Gideon Levy, columnista estrella del más antiguo periódico en hebreo, Haaretz, fundado en 1919, escribió tras la ofensiva de 2021 contra Gaza (comparativamente «inofensiva» ante la matanza que ocurre dos años después): «En Israel nada es menos valioso que la vida de una persona palestina. Esto va desde los trabajadores de la construcción que caen como moscas en obras de construcción en Israel sin que nadie se preocupe por ello, hasta manifestantes desarmados en los territorios ocupados muertos a tiros por las y los soldados sin que nadie rechiste» (https://vientosur.info/el-asesinato-a-sangre-fria-de-palestinos-tiene-el-silencio-como-unico-eco/).

Levy, autor de El castigo de Gaza (2010), encuentra un denominador común, la convicción en Israel de que la vida de las y los palestinos no vale mucho. Pone un ejemplo demostrable: «Si las y los soldados dispararan a animales callejeros con tanta indiferencia como sobre las y los palestinos, habría una inundación de indignación y estos soldados serían procesados y severamente castigados. Pero sólo están matando palestinos, así que, ¿cuál es el problema?».

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