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Opinión

Nuevo León: desabasto por mala gestión hídrica

Por: Américo Saldívar * Primera Parte

Ante la grave situación de sequía y para enfrentar el desabasto de agua que padece Nuevo León, el gobierno de la entidad, junto con el Sistema operador de Agua y Drenaje, ha diseñado el “Plan Maestro para garantizar el agua en Nuevo León hasta el 2050” (PM). La sequía, la cuenca sobrexplotada y la desertificación definen las características físico naturales del ecosistema en el estado, donde también cada vez es más claro que la escasez del líquido constituye la primera víctima del flagelo climático. Infortunadamente, estas características son ignoradas por dicho PM.

El desabasto en el suministro del agua puede deberse al tema de la sequía y escasez hídrica, que sí existe; pero también depende de una mala gestión y regulación del recurso. Creemos que esto último es lo que prevalece en Monterrey. Por ello una solución rápida depende de las propias instituciones gubernamentales locales, de Conagua y del propio organismo operador.

En este 2022 se cumplen 35 años desde que la Comisión Brundtland de Naciones Unidas acuñó el concepto de sustentabilidad, cuya esencia es que “el desarrollo sustentable es aquel que satisface las necesidades básicas de la generación presente, sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”. Refiriéndose a cambios necesarios en el modelo de desarrollo y en la protección del medio ambiente, el Informe Brundtland enfatiza que “la seguridad, el bienestar y la misma supervivencia del planeta depende de estos cambios ya”.

El PM tampoco toma en cuenta estos importantísimos temas y, peor aún, promete más de lo mismo, cuando el futuro ya nos está rebasando.

Como lo señala un estudio de colegas especialistas en el Encuentro Universitario del Agua. Red del Agua UNAM, 2020, la sustentabilidad involucra diferentes escalas temporales de una a muchas generaciones, variables cualitativas como la calidad de vida, y cuantitativas sobre aspectos de manejo de recursos naturales, en este caso el agua, así como aspectos éticos, demográficos, institucionales y políticos. Es un tema transversal que aplica al sistema en su conjunto. Bajo estas premisas, en nuestro país el uso del recurso hídrico no es sustentable, y peor aun cuando hablamos de una región semidesértica como es Nuevo León.

La sequía y los problemas de escasez de agua son dos caras de la misma moneda. La sequía, más que una mala jugada de la naturaleza, constituye una mala jugada de los gobiernos, de la sociedad y de los consumidores, poniendo de relieve las inconsistencias y los errores de las macropolíticas de asignación de los recursos escasos, como son la tierra y el agua. La disponibilidad y capacidad de carga de la cuenca hidrológica donde se asienta nuestra entidad han sido rebasadas con mucho por el crecimiento tanto demográfico como de las actividades productivas que demandan recursos naturales más allá de los disponibles y de los límites sustentables. Si a ello le agregamos el acaparamiento ilegítimo y la apropiación privada de un recurso escaso, el desastre está anunciado.

El PM pretende incrementar el abasto y suministro para la población entre uno y tres metros cúbicos; recurriendo, entre otras medidas emergentes, a fuentes fuera de la propia cuenca. Ello constituye una medida errónea que ya se había intentado en el “Proyecto Monterrey VI” de 2012, mismo que fue duramente criticado y descartado. Trasvasar agua desde la cuenca del río Pánuco, distante 500 kilómetros, además de ser sumamente costoso y de descobijar otras regiones del preciado líquido NO resuelve el problema. La solución debe encontrarse dentro de la propia cuenca del río Bravo a la que pertenece Nuevo León.

El reconocido economista anglosajón Kenneth Boulding escribió que todo aquel que piense que se puede seguir creciendo y produciendo pensando que los recursos naturales del planeta son infinitos, o es un loco o es un economista. O un político improvisado, le agregaríamos.

Si continuamos dentro del paradigma de crecimiento a toda costa, con las mismas políticas paliativas para combatir la escasez hídrica, el fracaso y colisión están más que garantizados en el corto y mediano plazos. Por ello, requerimos de una nueva cultura del agua y de nuevas formas de comportamiento para afrontarla. Consideramos que el PM está anclado en paradigmas y modelos que ya han demostrado estar superados por insustentables y no vislumbrar siquiera una nueva cultura del agua, que incluya una gestión eficiente, el uso inteligente del agua, así como un buen manejo de la cuenca y del ciclo hidrológico.

Los cambios y la alternancia política en el poder no necesariamente conducen a cambios en la esfera económica y social, y mucho menos en la mejor comprensión sobre el frágil funcionamiento de los ecosistemas. En efecto, debemos partir de la tesis de que hoy por hoy ¡el agua ya no es más un recurso renovable! Primero por los efectos derivados del cambio climático y segundo por la contaminación que afecta tanto a los mantos freáticos como a las aguas superficiales.

Atender las necesidades de la población significa atender, en primerísimo lugar, la protección de la naturaleza, así como las funciones y servicios que nos brindan los bienes ambientales. Sin lo segundo no se puede atender lo primero.

* Consultor en economía de recursos naturales y desarrollo sustentable. División de Estudios de Posgrado, Facultad de Economía de la UNAM

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