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Opinión

Musa Verde | Cambio necesario e incómodo

Por: Horacio de la Cueva

La llegada de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia de la República anunció un cambio de los gobiernos de derecha hacia otro rumbo. Esbozabamos dos interrogantes basadas un poco en nuestras esperanzas de una vida mejor para todos y otro poco en las acciones que en su papel de opositor de jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal nos demostraron cómo se comporta como figura pública: ¿dónde y cómo sería el cambio?

El cambio está presente en todos lados, imposible evitarlo o no presenciarlo. Para algunos, me incluyo, ha sido un cambio diferente al que nuestras esperanzas de una sociedad más abierta suponían y esperaban. Lo que tampoco era aceptable era quedarnos como estábamos. Sin cambios no avanzamos como sociedad, con cambios sin consenso no hay ni seguimiento ni consecuencias positivas.

Las desigualdades forjadas a través de siglos de explotación no han desaparecido ni, supongo, desaparecerán de un plumazo (o dos) en sólo seis años. Se requiere de cambios estructurales analíticos, realistas y presupuestados. Además debe convencer a los privilegiados que no pierden derechos, ceden privilegios que se apropiaron.

Paradójicamente algunos de estos cambios no aumentan la participación ni abren la sociedad. La ayuda asistencial se vuelve compra de simpatías y votos sin cambiar de raíz la disparidad extrema de nuestra sociedad. Gabriel Zaid ha propuesto ayudar a la creación de talleres caseros para ayudar romper el círculo de la pobreza. Es necesario que las dádivas, los préstamos o los productos del trabajo artesanal, circulen en las economías locales y apoyen a las comunidades. Utilizar la ayuda asistencial para gastar en grandes locales comerciales no crece la economía de abajo, al contrario, redirecciona las dádivas hacia los grandes capitales. Si la asistencia no se queda en las comunidades ni cambiará la estructura económica ni combatirá la pobreza.

¿A quién ha servido el cambio? Las dádivas sin sabor comunitario se convierten en populismos adorados por la opositara demostrar la oquedad de la propuesta de cambio.

Una de las primeras lecciones aprendidas por los ciudadanos sobre Morena en el poder fue que los funcionarios ya no son activistas y que no estaban cumpliendo sus promesas o realizando sus tareas de funcionarios. La tarea como activista es reclamar desde la trinchera por un mundo mejor. La del funcionario es sentarte en una oficina de gobierno y, aún con las mejores intenciones y un presupuesto limitado, e resolver conflictos de intereses sin traicionar principios, o cuando menos saber cuándo, dónde y porque comprometerlos.

Hay dos labores más cercanas a mi experiencia donde critico la dirección y la finalidad de los cambios en curso. La más reciente es la propuesta de la Ley general en materia de Humanidades, Ciencias, Tecnología e Innovación. Las personas que nos dedicamos a la ciencia la hemos leído con cuidado y críticamente. Leer críticamente no es sólo despotricar contra el texto y quienes lo construyeron; es analizar y encontrar méritos y fallas y, sobre todo, proponer alternativas que mejoren la Ley y la ayuden a cumplir su mandato constitucional de entregar los productos del derecho a la ciencia a los mexicanos.

Los científicos, ingenieros, tecnólogos y humanistas somos privilegiados por nuestra formación. Esta formación y nuestra función como servidores públicos llevan responsabilidades claras hacia nuestro empleador, el pueblo mexicano. Somos responsables ante la sociedad de usar nuestro conocimiento para beneficio de todos. Lo más indicado no es cumplir un capricho gubernamental, como cuando se nos pidió investigar porque se caen las partes de las paletas Payaso o desarrollar una vacuna sin los medios necesarios.

También sabemos cuáles son, y exigimos, las mejores condiciones de trabajo para cumplir con el mandato de la Ley. Si la Ley no garantiza estas condiciones y los recursos necesarios para desempeñarnos eficientemente, nuestros conocimientos son inútiles e improductivos.

Mi otra labor, además de la ciencia, es como servidor público involucrado en la conservación, trabajando con una u otra área de la SEMARNAT. No percibo en ella una línea que nos lleve al uso sustentable de los recursos, la conservación de la biodiversidad o el desarrollo sustentable. Veo retórica sin relación con la realidad de nuestra naturaleza y sus habitantes y proyectos, como Sembrando Vida, que destruye el entorno y es de uso limitado. Pocos lugares tienen agua suficiente para un huerto familiar que pueda vender excedentes.

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