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Opinión

Mar de historias

Por: Cristina Pacheco

A la memoria de Lourdes Grobet

I. Abandono

En la pantalla, la conductora del noticiero vespertino aborda otro fenómeno preocupante: “Debido a la crisis económica, resulta cada vez mayor el número de mascotas que sufren de abandono en calles, parques e incluso en las vías rápidas, donde les espera una muerte segura.”

Sixto, el velador del albergue canino, apaga la televisión y se vuelve hacia las jaulas donde los canes llevan meses esperando que alguien los adopte y les proporcione un hogar. Sixto desearía que eso ocurriera pronto, aunque sabe que cuando se vayan y queden las jaulas vacías él va a extrañar mucho a esos animales y a sentirse como ellos se encuentran ahora: solo como un perro.

II. Guardianes

Los perros son seres inteligentes y maravillosos, capaces de cumplir con las más delicadas tareas: acompañan, divierten, cuidan; pero hay quien dice que su principal función consiste en proteger algunos de los más bellos recuerdos de la infancia.

III. Best friend

En el jardín solitario y mal iluminado se va formando, oscura y en desorden, la jauría de perros. Algunos van despacio y cabizbajos o juguetean entre sí; otros se tiran a mitad del sendero y se lamen las patas o remueven los montones de basura en busca de algo de comida, dispuestos a defender a punta de colmillos sus hallazgos: un papel grasiento, un plato desechable, un mendrugo…

Aunque de distintas razas y pelambres, todos tienen parecida procedencia: una casa, tal vez sólo un cuarto, adonde llegaron pequeñitos, graciosos, transportables. Allí se les asignó un buen rincón para dormir, toallas viejas y rotas, pero limpias, para que se tendieran; dos platos y juguetes rezagados de otra infancia.

Esos perros que peregrinan por el jardín dejaron atrás todas esas comodidades y privilegios; también los nombres dignos de su belleza y su ferocidad domesticada. Ya nadie los llama Dandy, ni Rayo, ni Paloma, ni Kity, ni Chester: las sombras en la oscuridad no tienen ni destino ni nombre.

IV. Víctimas colaterales

Llegó el momento en que, junto con el desempleo, entraron por la puerta el mal humor, los pleitos, los recortes, las deudas, la embriaguez, la violencia. Al cabo de muy poco tiempo salieron por la ventana el amor, las sonrisas, las ilusiones y los perros.

V. El desterrado

Para evitar que su padre cumpliera su amenaza de echar a la calle a King, el magnífico perro labrador, sus dueños, Ignacio y Daniel, de apenas ocho y nueve años de edad, pensaron que lo mejor para poner a salvo a su mascota era fingir un secuestro, cuando en realidad lo mantenían oculto en el cuarto de azotea mientras a su padre se le olvidaba su nefasto plan.

La maniobra rindió buenos resultados sólo durante una semana, cuando fue descubierta y con resultados fatales. De eso han transcurrido dieciocho años y los hermanos siguen recordando el lance que vivieron con King: el vigoroso perro que, como muchos reyes, fue despojado de su trono y murió en el exilio.

VI. Polvo

Amarillo nunca ladró tanto como en aquellos días previos a la mudanza. Debió darse cuenta de que todo aquel movimiento de cajas, muebles y enseres de cocina significaba algo que no le dijimos: nos íbamos de la casa, del rancho, sin poder llevarlo con nosotros a lo desconocido. Sin embargo, se mantuvo fiel hasta el último minuto: la madrugada en que salimos rumbo a la estación, nos siguió, tan rápido como pudo, por el camino de tierra suelta. Nos vio subir al tren sin emitir ni un solo ladrido, sin reaccionar ante los aspavientos con que pretendíamos despedirnos de él. Cuando el tren empezó a moverse, a través de las ventanillas vimos a nuestro perro darse la vuelta y emprender el camino de regreso al rancho donde lo esperaban algunas huellas de su vida en nuestra compañía.

En mis recuerdos aparece Amarillo persiguiendo a las mariposas, saltando para ganarse un hueso, aullando a los cohetones que arrojaba el cazador de nubes, corriendo a toda prisa para sumarse a nuestros juegos; en cambio, nunca lo veo ni quieto ni dormido: ya bastante me pesa su silencio durante nuestra ya muy lejana despedida.

VII. Cartulina

Entre los perros que esperaban el momento de ser adoptados había uno muy grande, incapaz de mantenerse en pie, esquivo a las caricias. Sobre el pecho llevaba colgada una cartulina escrita por su cuidadora temporal: “Si me llevas contigo, te pido que por favor no me maltrates y me permitas jugar a que soy muy feliz.”

VIII. Dos estrellas

Sobre el tocador atestado de frascos, tarros, lociones, cosméticos y telarañas de bisutería está Minie, la perrita poodle que acompañó a Tarsila durante sus actuaciones espectaculares en el Circo Camarena, que quizás algunos aún recuerden.

Aunque disecada, Minie parece aún fresca y vivaz, tanto que con sólo mirarla, Tarsila siente que vuelven a encenderse los reflectores que señalaban el comienzo de su actuación en noches triunfales y revive en ella la ilusión de que hoy comienza otra, aunque no haya público ni se escuchen aplausos, ni rúbrica ni nada: para sentirse una vez más estrella le bastan la quietud y el silencio de Minie.

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