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Opinión

Los de abajo | Huir de la violencia es sólo un signo de supervivencia

Por: Gloria Muñoz Ramírez

De donde venimos se migra o se muere, expresan los más de mil 500 migrantes que conforman la primera caravana que recorre el país este año con destino a Estados Unidos, con la firme idea de llegar al país del norte antes del 20 de enero, día en que asume la presidencia Donald Trump, con sus severas advertencias ya no sólo de cerrar aún más la frontera, sino de deportar a miles de personas de otros países que residen en Estados Unidos desde hace meses, años e incluso décadas, pero que no han podido regularizar su estancia.

La severa crisis de derechos humanos, la precarización de la vida, la persecución del crimen organizado, la militarización y sus estragos son algunas de las condiciones que obligan a miles de personas a salir de sus países en busca de una vida digna. ¿Quién no la merece? No pretenden quedarse en territorio mexicano, en cuyo trayecto sufren las peores amenazas tanto de las autoridades de migración como de los grupos delictivos, sino alcanzar la frontera norte de un país que los expulsa antes de que lo intenten.

Desde octubre, en el inicio de este sexenio, a la fecha, más de 15 mil personas (familias enteras, mujeres solas y hasta menores de edad sin compañía) procedentes de diversos países han partido de Tapachula, Chiapas, hacia el norte del país. Recorren a pie entre 30 y 45 kilómetros diarios bajo las inclementes temperaturas sureñas que no conocen el invierno. Vamos muy cansados, pero todo sea para un futuro mejor, dice a este diario una mujer ecuatoriana. Las historias se repiten una y otra vez. Huyen de las pandillas del crimen organizado que los tiene amenazados de muerte y de la pobreza extrema. Juzgan que no tienen nada que perder, pero en el camino se encuentran con las constantes amenazas a su vida, sin que exista una política mexicana que les garantice el trayecto.

De aquí al 20 de enero se espera un mayor flujo. La renovada amenaza color naranja los hace pensar que es ahora o nunca. Proteger su camino, dotarlos de condiciones dignas, no dispersarlos, pues el grupo es su seguridad, son algunas de las mínimas condiciones a las que el Estado mexicano está obligado. Huir de la violencia no es un delito.

Desinformemonos.org

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