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Opinión

El último lector | Si en verdad fuera un orador

Por: Rael Salvador

Buenos días, estimable concurrencia:

Es una sociedad que legitima su miedo a través de la opresión, la rebeldía intuye el camino de la discrepancia y emplea la dignidad para superar cualquier obstáculo.

Octubre es un mes insolente, así lo refiere el calendario: 1º de octubre de 2019, muerte de Miguel León-Portilla; 2 de octubre de 1968, matanza de estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas, Tlatelolco; 9 de este mismo mes, en 1967: asesinato de Ernesto “Che” Guevara.  

Pero ahí donde nos cobije el coraje, entendido como razón pertinente, encontraremos los motivos históricos para sofocar la risa de las hienas instaladas en el poder, permitiéndonos levantar las señales de un destino mejor, fundado siempre en la honorabilidad y la esperanza de un México justo.

¡Un México justo, que no desprecie la sabiduría en aras del cinismo!

¡Un México justo, donde nunca más nos presentemos como sobrevivientes de una “Historia” ajena!

¡Un México justo, donde nuestra confianza no sea otra cosa sino vitalidad y verdad!

Demoledor tiene que ser el espíritu de esa acción y ese discurso a la hora de elevar el puño y juzgar los hechos que la “historia oficial” impone; soberano y radiante en su decente ilegalidad, lúcido en su papel de testigo documentado, siempre en compañía de una conciencia transparente que permita observar a detalle los crímenes perpetrados en el octubre cruento de 1968 —que parece no tener fin, porque se suma a otros crímenes de Estado—, de tal forma que… ¡el espíritu de ese tiempo recorra el nuestro!

Jamás daremos pie a la deriva ideológica, jamás será arrepentida la marcha por nuestro derecho a ser mejores, a soñar con nuestras juventudes el contrato civil que nos permita edificar, mano a mano, bloque a bloque, lápiz a lápiz, libro a libro, la democracia necesaria de nuestra pertenencia y permanencia: la construcción de una nación soberana y libre.

La insolencia y la impotencia, neutralidades obscenas en el derribo de la participación ciudadana, con sus eslóganes derrotistas que nos dictan desde la publicidad opositora y que nos dicen que no tenemos derecho a la dignidad y la libertad de elección, a un sueño mejor, se los dejamos a la administración de lo políticamente correcto, porque aquí no se vino a hablar cautiverio moral, sino de una pedagogía que predica con su ejemplo: ¡Cada paso que demos será una  avance ante cualquier tipo de injusticia! 

La mención de estos estudiantes caídos, en desigualdad de condiciones, no tiene que ser inútil: han de pagar las autoridades involucradas que dieron las órdenes al Ejército mexicano para que realizara su afrenta insensata…

La mención de estos muchachos ultimados evoca un desgarro familiar…  Yo me pregunto, ¿quién de nosotros ofrecerá el consuelo necesario, como hoy sucede con nuestros 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos? Manchado de sangre joven nuestro pasado… ¿quiénes llevarán el sentido de su lucha al presente y pedirán cuentas a una Historia, siempre encarcelada en la falsedad oficial?     

La Historia, señoras y señores, camaradas, maestros, jóvenes estudiantes, la Historia liberada le ofrece siempre fuerza a la memoria, como si la memoria fuese una barda donde invariablemente encontraremos pintada, escrita, garabateada con sangre nuestra y esos estudiantes masacrados, la consigna que hoy nos tiene aquí reunidos: “¡El 2 de octubre no se olvida!”

¡Muchas gracias!

raelart@hotmail.com

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