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Opinión

El último lector | La emersión poética de la histeria en la noche de la tarantella

Por: Rael Salvador

Conozco el término “tarantella” en el terreno de lo bailado.

Trantellas son las danzas del sur de Italia, pasos musicalizados que tienen su origen en la picadura de la tarántula, del tarantismo.

El tarantismo afectaba a las mujeres, las cuales caían presas del “tarantati”, movimientos alocados, rápidos, compulsivos… que sólo se lograban curar con ritmos veloces y música frenética que, la más de las veces, duraban no pocos días y más noches para aliviar las crisis.

En el año de 1847, el gobierno de Italia encargó al doctor Giuseppe Maria Carusi que investigara y diera razón de si la tarántula de Puglia (familia Lycosidae, endémica del sur de Europa) es o no venenosa, y si mordiendo al hombre —de la mujer ya se sabía de la danza en picada— éste es preso de la famosas enfermedad del “tarantismo”. 

Maria Carusi determinó en su tratado “Della Tarantola e del Tarantismo” que el “tarantismo” está considerado “un fenómeno histérico convulsivo, proveniente de la antigua cultura popular. El tarantismo comportaría una condición de malestar general y una sintomatología psiquiátrica parecida a la locura. Los síntomas serían ofuscamiento del estado de conciencia y turbación emocional, afectando principalmente a las mujeres”. 

Ahora que recreo mis traumas vigentes al auscultar “Mamá es un animal negro que va de largo por las alcobas blancas” (Universidad Autónoma del Estado de México), de la eminente poeta Esther M. García —Premio Internacional de Poesía Gilberto Owen Estrada 2016-2017—, un casi antipoemario que mi hija psicóloga me ha puesto al alcance, la imagen pesadillesca de la maternal y gigantesca araña de Louise Bourgeois, la película “El astronauta” (donde el solitario pasajero de la nave espacial se acompaña de una tarántula del tamaño de un perro San Bernardo) y la producción musical de “Esqueletos”, por parte de la banda Tarantella, hacen de esta lectura un fogoso recreo nocturno donde las “tarántulas” se reúnen y danzan alrededor de una fogata de palabras sintomáticas…

Esther M. García (Ciudad Juárez, Chuhuahua, 1987) emborrona en las sábanas de una cama enferma —sucia de la tinta del repensar— las espinas de una imagen que se corona de obscuridad convaleciente: “Digo la palabra / madre / y de mi boca / emerge negra / una tarántula…” Espinas en sanguaza que, en su vacía evocación religiosa, renacen de las extremidades velludas del arácnido maternal. 

El amor como una larva, para consolarnos en la oración ecuménica del filósofo Ludwig Wittgenstein: “Soy un gusano, pero pensar en Dios me hace hombre”. Dirá la autora de “Mamá es un animal negro que va de largo por las alcobas blancas” que el amor es “a veces es una cosa que estorba / Una cosa con forma de bebé / y su voz acuchilla nuestros oídos”.

¿Triste? Sí. Mejor deja te cuento esta historia, angelicalmente desgraciada: “Yace en el suelo, con los pañales sucios. Berrea. Su madre va de un lado para otro haciendo sonar los tacones sobre el mosaico de la habitación, mientras busca el sostén y la falda. Tiene prisa por acudir a su cita nocturna. Esa cosita cubierta de mierda, que se agita sobre las baldosas, la exaspera. Se pone a gritar ella también”. Carlitos berrea más todavía. Entonces, la madre se va… Así, Michel Houellebecq empieza con buen pie, como Esther M. García, su carrera como poeta rebelde…  

“Se me resbalaron mis hijos de las manos / Doce veces traté de detenerlos / Doce veces recé por no hacerlo / Estaba harta de ellos / Ahora puedo descansar en paz / Ahora / Ya nadie me necesita”, nos regala Esther, en versos, una historia mil veces escuchada…

Este poema fundacional también nos revuelve hasta la nausea el arquetipo primigenio: 

Mamá, Madre, Maman, Mother, Mame: 

1. Femenino. Hembra ha parido.

2. Hembra con respecto a sus hijos.

3. Causa, raíz, origen.

4. Heces del vino o vinagre.

5. Cauce de un río o de un arroyo.

6. Nombre de la gran escultura con forma de araña de Louise Bourgeois. Realizada en bronce, acero inoxidable y mármol. Pesa 22 toneladas, y mide 10 metros de altura y 10 de diámetro.

7. Madre judía, caracterizada arquetípicamente como sobreprotectora y posesiva.

La palabra matar, en sánscrito, significaba madre. Si supiéramos, nos recuerda Martín Caparrós, que nuestra palabra para progenitora —Mamá— tiene la raíz: mutter, mother, moder, moeder, madre, mitir, mère, y así de seguido. “Lo curioso, si acaso, es cómo ese sonido, en nuestro idioma, se convirtió también en lo contrario: de quien te da la vida al acto de quitártela”.

Y así el lazo “hija-madre”: “Abría mi madre la boca para llamarme / y florecían / de pronto / todas las espinas” (…) “En la cama sueña mi madre / la araña más oscura / Encima del colchón / en la concavidad que han dejado / su grasa y sus huesos / duermo con los ojos abiertos / esperando el futuro”.

Veamos las esporas del poema Paciente: Jimena Vega Cama: 9

“Decir: madre es tarántula.

Decir: animal negro, sal de seda, nido bajo tierra.

Decir: madre es araña. Nombrar la oculta forma del

[pubis y el telar que teje dentro.

Decir: madre es protección y depredación.

Decir: madre es abrir una boca y encontrar alimañas 

[supurando amor, en el cuerpo invadido.

Decir: madre es hilar seda con la lengua. Es formar 

[palabras en las que quedaremos atrapados 

[como moscas.

Decir madre, es decir:

colmillos esperando en la oscuridad de nuestra infancia

[en capullo”.

La lectura del poemario “Mamá es un animal negro que va de largo por las alcobas blancas”, de la excelentísima poeta escatológica Esther M. García, me devuelve a las desérticas arenas que nutren de pavor los traumas fóbicos: las míticas arenas de una Biblia pletórica de “tarantellas”, palabras que se convulsionan en un baile negro, ritual —¡crístico o anticrístico, qué más da!— que parece no terminar nunca… nunca, porque una de cada diez mujeres deja bailando su “caballito rojo” —bermejo, escarlata, carmesí, diminuta cabecita cósmica del hijo que “nunca tuve”— entre las impúdicas inmundicias de la mierda humana. 

“…Señor: Desde este instante mi vulva

quiere ser la herida llagueante

de tu verga coronada de espinas

que me ha bendecido

con su fuego

El primer latigazo vino

con la primera ida al baño

Púas florecían entre mi orina

Opaleció la eclosión de un alba

en el agua del retrete

Dios flotaba sobre las aguas”.

II, La enllagada (Viacrucis herpético).

raelart@hotmail.com

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