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Opinión

El último lector | Rob Riemen: Un libro para enfrentar la estupidez

Por: Rael Salvador

Desde hace tiempo el debate está sobre la mesa.

En un lugar del mundo, los ecos de diversas voces críticas tejen un mato de ideas y se deja oír la luz de los pensamientos como si leyéramos, sobrepuesto a un alfabeto de estrellas brillantes, un cielo de misiles estallando.

“La guerra siempre comienza con el mal que quiere aniquilar el bien, y luego se transforma en la lucha del bien para aniquilar el mal”, nos dice el ensayista, fundador y presidente del Nexus Institute.

En ese punto geográfico, Rob Riemen (Países Bajos, 1962) se deja guiar —tanto por Sócrates, Ovidio, Marco Aurelio, como por Nietzsche, Thomas Mann o George Steiner—y encamina ese discurrir de razonamientos —tropel de reflexiones seculares—, afianzando y sosteniendo el paso, el cincel y la tinta para ofrecer propulsión, remos de avanzada, a la magra travesía de los siglos en el siglo XXI.

Observa, escucha, se detiene y medita, hay la fértil soledad de los encuentros, entonces se mueve a partir de lo que escribe: en el rumor que deja en las palabras, sus frases reconstruyen en el edificio de la existencia nuevas ventanas al mundo.

Su reciente libro, “El arte de ser humanos. Cuatro estudios” (Taurus, 2023), ofrece prueba fehaciente de lo anterior. Prosa pulcra, equilibrada, determinante, poética en ocasiones, donde la emoción suscrita en “Nobleza de espíritu. Una idea olvidada” (2016) y “Para combatir esta era” (2017), se entrecruza en reflejos de páginas sin límite, haciendo observable el aura de la lectura (la luz de cuando en verdad se lee).

Un preludio donde la “Tristia” de Ovidio es la belleza para este andar en el libro, seguido del Primer estudio: La guerra como aprendizaje: Carta a mis estudiantes mexicanos. Segundo estudio: De la estupidez a la mentira. Tercer estudio: Sobre la valentía y la compasión. Cuarto estudio: El miedo y la musa.

Sí, la lucidez de Walter Benjamin emprendida por Rob Riemen: fervor iridiscente que se antepone al repugnante conservadurismo cultural, con su canon de parálisis múltiples, acotando en géneros sectarios aquello que en la Historia debería ser bandera, entonces no ha de sorprendernos que estas ideas y estos sentimientos —que arman el fascismo— “se propaguen especialmente en círculos de profesores, estudiantes, periodistas, escritores y abogados, algunos de ellos en puestos de poder”.

Como bien sentencia la poeta y periodista palestina Adania Shibli, merecedora del premio LitProm —que le ha sido cancelado en la Feria del Libro de Fráncfort a raíz de la escalada bélica palestino-israelí—: “En una comunidad sin acceso a libros te volverías primitivo e incivilizado como el ocupante [Israel] quiere”.

Y eso es lo que intentamos entender en las páginas de “El arte de ser humanos”. Ante la interrogante: “¿Se puede premiar una novela que retrata a Israel como una máquina asesina?”, nos vemos obligados a reconocer que “la guerra también es el campo de batalla del corazón humano, que tiene que elegir entre el valor y la resistencia, por un lado, y la cobardía, la traición y el conformismo obsecuente con los poderes de turno, por el otro”.

Herencia viva de valores humanísticos trastocados en estupidez y mentira que, como un cubilete en juego —la más de las veces salpicando lodo y sangre—, incuban el miedo a la libertad, ya que no sólo la guerra provoca miedo, sino que también ocurre a la inversa: “el miedo causa guerras”.

¿El humanismo liberal revisionado? ¿Una confrontación de visiones del mundo sin posible acuerdo? Lo que leo es la presencia de un intelectual en el escenario del caos, con un mensaje sugerente y emotivo, por demás valiente —como alguna vez lo fue Zola en el Caso Dreyfus—, de combatividad, independencia y pasión.

Subrayo: Combatividad, Independencia y Pasión. Palabras puras, que no necesitan de los adjetivos para desnudar el alma con una corona de laureles prestada.

raelart@hotmail.com

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