Opinión

El último lector | Hidra en Palestina

Por: Rael Salvador

El horror, como la cabeza de Hidra, tiene tantas cabezas como modos de servirse de ellas.

Heracles, hijo de Jove (el Júpiter romano), enfrentado a la bestia mitológica y consciente de sus múltiples fracasos —a cada corte de cabeza surgía otra cada vez más despiadada y agresiva—, ideó, con la ayuda de Yolao, su joven pariente, la cauterización con fuego para frenar la proliferación del monstruo aterrador.

La Hidra de Lerna, retorcida y embaucadora —de serpiente, su tufo y colmillos envenenados—, es el endriago, la bestia, el temible monstruo a eliminar; uno de los doce trabajos donde Heracles tiene que cumplir con su casta de héroe, de guerrero, de guerrillero.  

Del 7 de octubre de 2023 —asalto de Hamas a Israel— al 7 de octubre de 2025 —mediático “Plan de paz” de Estados Unidos para el conflicto en Medio Oriente—, la Hidra va y viene con su aliento amenazador y parece poseer tantas cabezas como países tiene el mundo.

Dos criminales: uno, Donald Trump, se cree —en el ponzoñoso ego de su impaciencia— “el hombre de la conciliación eterna”, quien desde hace tiempo se siente merecedor único del Premio Nobel de la Paz; el otro, Benjamín Netanyahu —artífice del genocidio en Gaza—, está obligado a pagar por su incursión criminal en Palestina —más de 70 mil asesinatos de civiles, la mitad niños y mujeres—, catalogados crímenes de lesa humanidad.

La inocencia es frágil, lo sabemos, porque la observamos como una vela que baila inútilmente bajo las lágrimas de los que no se salvan.

¿Cómo escuchar el dolor de las víctimas en un mundo de verdugos?

¿Arrimando una antorcha al ojo para que el tormento alumbre la insensatez humana?  

En Palestina, la inocencia de civiles indefensos resulta una desgracia en número —más, cuando arrecia la tormenta de bombardeos en contra de comunidades a medias rehabitadas o nuevamente expulsadas de la Franja de Gaza, que rompe de forma por demás traicionera una tregua “mal parida”, casi un “banquete de inmunidad” para el sionismo—, donde podemos identificar el último murmullo de centenares de niños que son asesinados en el regazo lacerado de la propia existencia.

La paz, sin lugar a dudas —así pasen los milenios—, llegará a nosotros sólo cuando estemos preparados para recibirla.

Decimos “cortar una cabeza de Hidra”, cuando los problemas en lugar de llegar a una solución, tienden a multiplicarse.

La solución —como se ha venido observando desde hace más de medio siglo— son los dos Estados: Palestina e Israel. El traficado “Plan de paz” —Hidra de la más rancia posmodernidad, impulsado por Trump y Netanyahu, con ausencia de Hamás (ente político de Palestina democrática)—, de nuevo otorga todas las ventajas cínicas y criminales al Estado sionista.

Si hoy se habla de aceptación y entrega de rehenes, no hay que olvidar que, desde el río hasta el mar, por cada palestino asesinado impunemente la justicia mantendrá su balanza ante nuestra mirada…

¿Qué Heracles, cuántos Hércules de nuestro tiempo —en caso de existir, más allá de las mitologías— prenderá fuego a esta Hidra que, próxima a convertirse en la nueva “Rivera de Oriente Medio”, posee tantas cabezas como modos de amenazarnos con ellas?

raelart@hotmail.com

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