El último lector | Hadi Matar: “Conmigo vas a conocer al demonio”
Por un torpe juego de ficción fanática —contrapuesta a la ficción literaria—, se le juzgó por atentar contra la vida de Salman Rushdie.
El argumento del jurado habla de un “asesino” decidido a serlo: la agresión —registrada por los medios de comunicación— no logra ocultarse bajo el muchas veces obsceno arte de la defensa.
El ojo del testigo principal —y aquí soy literal— es un faro sobreviviente y escribió un libro —“Cuchillo. Meditaciones tras un intento de asesinato” (Random House, 2024)— para no confundir detalles ni olvidar agravios.
Tampoco, a lo largo del proceso, el periodismo —haciendo gala puntual— se guardó que Hadi Matar vociferó consignas a favor de Palestina…
A Matar no se le amordazó con vendajes enyesados —como a los ejecutados del nazismo— para silenciar sus proclamas de pesadumbre y descontento.
Tampoco a la prensa.
No hay eufemismos: Matar dijo “Palestina”.
Lo que no se subraya es que, durante el juicio, el joven de 27 años —vinculado con los terroristas del partido-milicia chií libanés Hezbolá— prorrumpió en gritos contra Israel y lo calificó de Estado asesino.
A lo que a Albert Camus le parecería “un ritual reducido a fórmulas estereotipadas”, yo observo que lo curioso se vuelve relevante cuando el delirio escala en grandilocuencia y empezamos a creer que las argucias del lenguaje abonan ejemplaridad a la idiotez y así la justicia es más suprema.
Un hombre que mata a otro hombre, no lo hace por un “ideal”, sino por una confusión. Y dicha confusión, siempre utilitarista, puede respaldarse en el islam, el judaísmo o el cristianismo —por citar sólo a religiones monoteístas—; o inferir, en el contexto de una acción, que se robustece en nombre de “Palestina”, Ucrania o la misma libertad.
Como el boticario de Auschwitz, el nada piadoso Victor Capesius, Matar pudo haber susurrado al oído de Rushdie: “Conmigo vas a conocer al demonio”.
El ideal —pensamiento manipulado, devoción enajenada, sobre todo para hacer lo que supuestamente es debido— se podría contemplar como un escorpión disfrazado de mariposita que revolotea su corta escolaridad en las altas luces de la justicia.
Hadi Matar —en su intento de asesinato al escritor Salman Rushdie, a quien apuñaló en más de una docena de ocasiones, el día 12 de agosto del año 2022, dando cumplimientos a la “fatwa” (edicto religioso de condenación a muerte) del Ayatolá Jomeini, dictada en 1989 (del siglo XX) a raíz de la blasfemia que significó para la comunidad musulmana la publicación del libro “Los versos satánicos”— enfrentaré una sentencia de 25 años de prisión, cifra a la que se le sumarán otros siete, por herir también a Henry Reese, presentador en el evento, y que cumplirá —en el absurdo del palimpsesto justiciero— de manera simultánea.
La condena es emitida por un juez en el tribunal de Chautauqua, en el Estado de Nueva York, condado cercano donde fue la frustrada conferencia literaria y tuvo lugar el atentado ante mil 400 asistentes.
El apuñalamiento de Matar dejó ciego del ojo derecho al novelista de 77 años —nacido en Bombay, India, con ciudadanía británica—, y también le hirió los tendones del brazo izquierdo con el que intentó defenderse, inutilizando su mano.
En el corrimiento del juicio —donde Salman Rushdie estuvo siempre presente—, Hadi Matar se puso de pie y realizó declaraciones sobre la libertad de expresión, en las que calificó a Rushdie de hipócrita: “Salman Rushdie le falta el respeto a otras personas; es un fanfarrón, desea intimidar a otras personas. No estoy de acuerdo con eso”.
Narra Rushdie en las páginas de “Cuchillo”: «No se molestó [Hadi Matar] en informarse sobre el hombre a quien había decidido matar. Según su propia confesión, apenas si leyó dos páginas de mis escritos y vio un par de videos de YouTube donde salía yo; y con eso tuvo suficiente. De lo cual podemos deducir que, fuera cual fuese el motivo de la agresión, no tuvo que ver con “Los versos satánicos”».
El Ángel de la Muerte es un animal indisciplinado y trágico. Traza un circulo de palabras en llamas y, supuesto merecedor de “la moral de los ofendidos”, se cree a salvo de la estupidez humana que, más que nada, es la suya propia.
Yo sólo agregaría que cualquiera que sea la suerte de Palestina, será sobre todo lo que no logramos hacer por ella.
Incluso, gritar.
raelart@hotmail.com