El último lector | Decálogo para una nación en llamas
1. Lo dice la Historia —y lo reafirma la estadística—, los migrantes, de todos los países, son menos dados a la indignidad del crimen que a la dignidad del trabajo: así, con ellos —manos a la obra—, se construyó EE.UU., una “Gran Nación”.
2. Una amenaza, mil temores. ICE (Servicio de Inmigración y Control de Aduanas) encabeza la seguridad nacional de EE.UU., ese montaje de dependencias federales —400, con cerca de 21 mil agentes— que genera más violencia que la Violencia misma, justifica su existencia no a partir de inseguridad pública sino a través de la invención de apresurados “procesos judiciales”, sobre todo aquellos que no atenten contra su presupuesto: 8 billones de dólares al año.
3. Más allá de sus países de origen, los inmigrantes no llegaron a EE.UU. a levantar fronteras. A las murallas —como en la vieja China— las eleva el miedo, las sostiene la desconfianza y, sobre todo —de las torres a los panópticos de vigilancia digital— son financiadas por los mandarines del temor occidental.
4. La democracia nos es mala, es débil. Lo escribió el intelectual público, de “derecha”, Norberto Bobbio, en “De Senectute”, sus memorias de anciano. Tan frágil, como un gallinero, la democracia cuela a cualquier zorra. No se necesita astucia, sino únicamente del afán estúpido de “romper las reglas”: de cagarse en casa y señalar a otro.
5. Extranjeros, delincuentes, indocumentados, pandilleros, mexicanos, palestinos, terroristas, becarios, científicos… y, por si fuera poco, 12 países, ya manoseados por las administraciones estadounidenses (sin diamantes, carentes ya de “tierras raras”), son excluidos de la “Fiesta de las Naciones”: Afganistán, Chad, Guinea Ecuatorial, Eritrea, Haití, Irán, Libia, Myanmar, República del Congo, Somalia, Sudán y Yemen. Las leyes migratorias se reparten como invitaciones de la “mafia” y los apestados de la “lista negra” se convierten, un día sí y otro también, en objetivos de los oficiales de ICE. En ese baile de arrastre, dolor, deportación, cárcel, tristeza y vergüenza humana, los inocentes tampoco son inocentes: insulta y peca el color la piel, el idioma, la apariencia, la religión, el género, etc. Todo aquello que, a renglón seguido, defiende la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
6. Más “animales” rubios —hermanos de Trump—, han quemado la bandera de las barras y las estrellas que migrantes mexicanos. Los mexico-americanos, no olvidando su origen y respetando el suelo que los acoge, blanden por los aires la vecindad no distante como símbolo de concordia: la paz, por encima de todos, es una sola bandera de concilio.
7. Inflamarse la lengua hablando de la importancia del trabajo conlleva, sin lugar a duda, su esfuerzo, pero no son esos los músculos que generan la energía para que el mundo continúe girando.
8. El efecto dominó, en esta mesa de sueños y oportunidades, no será una partida de pizza: caerá, uno detrás de otro, cuando Trump, de rodillas —pálida y desnuda el alma—, bese el trasero de la Tierra.
9. Busca tu nombre en la Lista Negra y si no apareces en ella, es que has hecho políticamente sólo lo correcto. Busca tu nombre en las calles; si no lo has escrito, nadie lo hará por ti (las paredes son la prensa del pueblo: “FUCK ICE”). Búscate en la Historia y encuéntrate; si no estás, es que no existes.
10. Si el pretendido líder de la Nación no encabeza las demandas del pueblo, hay que ir por su cabeza y, manos ensangrentadas, marchar con ella al frente. Si por ello te cuelgan, saca la lengua con espantosa naturalidad; comprende que esa es la última rebelión de los ahorcados.
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