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Opinión

El genocidio y sus responsables

Por: Editorial La Jornada

El presidente de Rusia, Vladimir Putin, denunció que detrás de la tragedia de los pueblos de Medio Oriente se encuentra «la actual élite gobernante de Estados Unidos y sus satélites, que se benefician de la inestabilidad en el mundo y obtiene sus réditos de sangre». Para el mandatario, Washington provoca el sufrimiento de millones de personas para sostener su «dictadura global», un objetivo que persigue mediante la desestabilización de los nuevos centros de desarrollo mundial y, en general, de «los países soberanos que se niegan a humillarse y cumplir el papel de lacayos».

El líder ruso tiene razón al responsabilizar a Occidente por la masacre que Israel lleva adelante contra el pueblo palestino, pero su crítica falla en ubicar al motor último de la maquinaria de exterminio israelí: si bien es cierto que la mayoría de esa élite gobernante es cómplice de Tel Aviv por comisión u omisión, debe entenderse que los políticos no son sino la fachada del verdadero poder detentado por las grandes multinacionales y los multimillonarios. Son los intereses corporativos los que promueven la guerra para incrementar sus ganancias y los que se encargan de adormecer la conciencia de los ciudadanos occidentales con la difusión permanente e ineludible de desinformación que hace pasar a los verdugos por víctimas y a los oprimidos por victimarios.

Para comprender la captura del poder político por parte del económico, debe recordarse que la confusión típicamente estadunidense entre democracia y libre mercado ha llevado a ese país a dotarse de un sistema político diseñado para facilitar a los dueños de grandes capitales utilizar su músculo financiero para distorsionar la voluntad popular y apropiarse de las instituciones. Las reglas de financiamiento de las campañas electorales obligan a todos los aspirantes a ocupar un cargo de elección a convertirse en expertos en recaudación de fondos y la capacidad para convencer a los ricos de «invertir» en ellos es el talento más importante de los políticos profesionales.

Al permitir a los particulares realizar «donaciones» ilimitadas y anónimas, la ley incentiva una corrupción ubicua, cuyo resultado es que cada legislador y cada gobernante se encuentre atado no a sus electores, sino a sus patrocinadores.

La industria armamentística es uno de los patrocinadores más importantes: sólo en 2022, una de estas compañías, Lockheed Martin, invirtió 13 millones de dólares en cabildeo; es decir, en comprar simpatías dentro del Capitolio y aliados en la Casa Blanca. Dicha estrategia rinde frutos palpables: el año pasado, el Pentágono representó 73 por ciento de las ventas de Lockheed.

El desprecio del capital por cualquier valor que no se traduzca en ganancias, aunado a la ignorancia inducida acerca de lo que realmente ocurre en Levante, puede explicar la pasividad con que el mundo asiste a la atrocidad más grande perpetrada en este siglo: si hace unas semanas podía esgrimirse algún argumento a favor del bombardeo indiscriminado de Tel Aviv sobre la franja de Gaza como una respuesta, desproporcionada pero comprensible, tras el ataque de Hamas contra el territorio israelí, en estos momentos no hay resquicio alguno para negar que el gobierno de Benjamin Netanyahu se ha propuesto la aniquilación de un pueblo inerme.

Expresarlo con esas palabras no representa un punto de vista, sino la fidedigna reproducción del discurso del premier israelí, quien exhortó a las fuerzas armadas de su país a replicar la venganza hebrea contra los amalecitas referida en la Biblia: «ahora vayan y hiéranlos y destruyan absolutamente todo lo que tengan y no los perdonen, sino mátenlos, tanto a hombres como a mujeres, infantes y lactantes, bueyes y ovejas, camellos y burros».

Expresarlo con esas palabras no representa un punto de vista, sino la fidedigna reproducción del discurso del premier israelí, quien exhortó a las fuerzas armadas de su país a replicar la venganza hebrea contra los amalecitas referida en la Biblia: ahora vayan y hiéranlos y destruyan absolutamente todo lo que tengan y no los perdonen, sino mátenlos, tanto a hombres como a mujeres, infantes y lactantes, bueyes y ovejas, camellos y burros.

Si Estados Unidos y sus aliados no rectifican de inmediato su apoyo incondicional a Netanyahu, nunca podrán borrar su corresponsabilidad en la mayor masacre a la que el mundo haya asistido en décadas, y quedará probado que el orden mundial vigente nada tiene que ver con las leyes y los derechos humanos, sino que responde únicamente al lucro y la continuidad del colonialismo.

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