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Opinión

El común: el nuevo horizonte

Por: Raúl Romero

El viaje ha sido largo. Por las maltrechas y privatizadas carreteras, nos vamos encontrando con tramos en reparación y accidentes. El conductor de nuestro vehículo dice: Hay que manejar con cuidado, el diablo anda suelto. Un viaje que se hace en 14 horas, de Ciudad de México a San Cristóbal de las Casas, Chiapas, lo hacemos en 21 horas. El clima de violencia en el país, ese diablo que soltaron desde 2006, nos lleva a tomar todas las cautelas: dejamos una lista con contactos de emergencia y un grupo nos monitorea desde lugares fijos. Cada cuatro horas reciben nuestra ubicación. Si no llega reporte, nos buscan. Si no nos encuentran en determinado tiempo, tienen que notificar al Frayba o a la Red TDT, los organismos independientes que acompañan la Caravana nacional e internacional a territorio zapatista. Ninguna precaución es menor para atravesar este adolorido país y su geografía del terror.

Luego vendrá el segundo tramo del viaje, de San Cristóbal de las Casas hacía el Caracol Resistencia y Rebeldía: Un Nuevo Horizonte, en el poblado Dolores Hidalgo, a poco más de una hora de Ocosingo. Acá la disyuntiva es qué camino tomar: el que suele estar tomado por los grupos paramilitares y que cobran derecho de paso, el que tiene tramos con deslaves o el más largo y lleno de curvas. No hay discusión. Tomamos el camino de las curvas, algunos toman dramamine y emprendemos el recorrido. Cuatro horas y media después, con rostros pálidos y algunos estómagos vaciados en el camino, arribamos a territorio rebelde. Mandamos el último reporte: Llegamos. En territorio zapatista no corremos peligro.

A la entrada del Caracol, los compas –como llamamos cariñosamente a los pueblos zapatistas– han colocado varias mantas de eventos anteriores como el comparte de danzalas mujeres con la dignidad rebeldela hidra capitalista… El ingreso se va convirtiendo en un abrazo colectivo, cientos de personas que viajan desde distintas partes del mundo vuelven a rencontrarse en territorio zapatista. Las conversaciones se extienden por horas. Los corazones están contentos. Los proyectos colectivos comienzan a planearse. Los diagnósticos generan debates. Palestina y el Kurdistán están presentes en conversaciones. Se forjan nuevas alianzas. La gran red de solidaridad mundial que se articula alrededor del EZLN se fortalece. La celebración de los 30 años de la guerra contra el olvido es también la celebración de una nueva etapa del internacionalismo.

En el Caracol uno se va encontrando con protagonistas del movimiento zapatista. Marijosé, la compañeroa que hace más de dos años viajó en el barco La Montaña desde el sureste mexicano hasta Europa –y la rebautizó como Europa Insumisa–, ahora cumple un nuevo encargo: está al frente de la cocina que durante días alimentará a miles de personas. La Verónica, el Chinto, el Amado y otros destacados miembros del Comando Palomitas –reforzados con nuevos integrantes como el Remigio– también rondan por el Caracol. Andan en dragones, unicornios y otras criaturas fantásticas. Sus risas y travesuras, una de las armas secretas con las que el zapatismo sedujo a la Europa Insumisa, ahora también convocan a la esperanza. Una amiga comenta:

En territorio zapatista es el único lugar donde puedo no tener a la vista a mis hijas y me siento tranquila. Ahí uno de los objetivos del zapatismo: un mundo donde una niña juegue sin miedo.

Si en el pasado el teatro y las pastorelas fueron utilizadas con el fin de evangelizar a las comunidades indígenas en el nuevo mundo, hoy las comunidades indígenas zapatistas subvierten esa función y hacen del teatro una herramienta para explicar de forma pedagógica un proceso sumamente complejo: su historia, la guerra contra el olvido, el mandar obedeciendo, los municipios autónomos rebeldes zapatistas, las juntas del buen gobierno y lo que es su nuevo horizonte, el común y la no-propiedad.

El 31 de diciembre, a las 23:30, el EZLN hace una muestra de su fuerza y organización. Miles de milicianos, hombres y mujeres, realizan ejercicios al ritmo de cumbia y ska. El mensaje es claro, el zapatismo es un ejército que ha optado por la vida, pero que está dispuesto a defender sus territorios y proyecto. Contrario a lo que intelectuales, especialistas y periodistas forjados en el pensamiento haragán dicen, el zapatismo está lleno de juventud. Entre milicianos y milicianas se perciben los rostros y cuerpos de quienes comienzan a dejar la adolescencia atrás. Una nueva generación de zapatistas y una nueva etapa del zapatismo.

La propiedad debe de ser del pueblo y común, y el pueblo tiene que gobernarse a sí mismo, dice el subcomandante Moisés, vocero del EZLN, en su discurso. Esbozos que alcanzan a dibujar el nuevo horizonte teórico y político que lanzan los zapatistas. A 30 años de la guerra contra el olvido, el zapatismo se embarca hacia el futuro de la humanidad.

*Sociólogo

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