Después de que no entendiste
Tu discurso de oposición a la 4T es simple: si un presidente electo por mayoría tiene cada vez más aprobación, lo llamas dictador. De ahí se sigue que los demás poderes de la República, el Legislativo y el Judicial, están sometidos a “sus caprichos”. Inclúyase a los “organismos autónomos” y, entonces, lo que está en juego es “la democracia y la libertad”. Añádase las conferencias de prensa diarias del Presidente vistas como “propaganda” y atentados contra la libertad de expresión, y habrás terminado. Lo enuncias desde la marginalidad de una fantasía de destitución, desde la confrontación total de no reconocerle ninguno de sus logros, así sean palmarios, sin espíritu democrático y empecinado en crear una obstrucción a corto plazo de todas sus decisiones. Sin propuesta de futuro, te condenas a ser un obstáculo del presente más instantáneo: el de hoy por la mañana. Y, luego, te sorprendes de los resultados. ¿Qué no entendiste?
La plebe ciudadana
Quizás es tu idea de libertad restringida, privada y solitaria, la que te impide ver la dimensión política y colectiva de la ciudadanía. Según el dogma liberal, sólo existen la libertad de y la libertad para, es decir, como garantía jurídica o como la ausencia de una restricción. Pero nunca te enseñaron la dimensión colectiva de la libertad que el humanismo del Renacimiento rescató de entre las ruinas de la democracia romana: la virtud pública, la fuerza de ánimo de una colectividad política para oponerse a que la domine la élite del dinero, sea local o extranjera. La democracia de los reglamentos que aprendiste no ve en el conflicto social una manera de conformar las desigualdades que existen; todo lo contrario, te asusta. Te dijeron que la democracia era todo armonía, unidad, Pacto por México entre las burocracias de los partidos. Ahora la sola enunciación de las desigualdades te parece “polarización”. Y no tienes más remedio que llamarla “arbitraria” porque la ciudadanía plebeya parece darle poder a los ignorantes, los de abajo, los bárbaros. Por más que creas que puedes decirles por quién votar, no saben quién eres ni qué has publicado.
El contrapeso
Será por conveniencia, quizás, pero confundes la separación de poderes con el antagonismo entre ellos. El Legislativo no existe para rechazar iniciativas sólo porque vienen del Ejecutivo y los jueces deben pensar en las consecuencias para el interés general y no en demostrar su independencia con su repudio a una iniciativa presidencial. Hay que recordar que este sistema diferencia las funciones del poder, no las enfrenta. Montesquieu jamás habla de “contrapesos”, sino de darle distribución social a la “polarización” de sus tiempos: el Ejecutivo, para el monarca; las cámaras baja y alta, para el pueblo y los nobles; y el Judicial para que los ciudadanos sean juzgados por sus pares, por lo que los nobles sólo se sometían al juicio de los lores. El modelo de Montesquieu era un medio para contener la “polarización” de las sociedades con plebeyos y aristócratas, rey y parlamento, no un fin en sí mismo, ni mucho menos un principio de adversidad. En todo caso, pediste el voto para la Cámara baja que, en el modelo, le pertenece a la plebe. En Montesquieu también podrás encontrar la virtud pública como el principio de toda democracia. En el caso de la dictadura, ese principio es el miedo. Pero si quisieras un modelo que concentra el poder del Ejecutivo en detrimento del Legislativo, habría que mirar a los primeros ministros que son jefes de gobierno y también líderes del partido o coalición mayoritaria en el Parlamento, con posibilidades infinitas de relección. Todo concentrado en una sola persona.
La palabra que molesta
Hay una diferencia entre una conferencia de prensa y la propaganda gubernamental. Una tiene dos partes, la prensa y la vocería; la otra, sólo un emisor de proselitismo. En la conferencia de prensa del Presidente todas las mañanas hay información, preguntas, estadísticas, denuncias, opiniones, disputas y disensos. Dentro de un aparato de propaganda no existe tal apertura: lema y símbolos son indisputables. Quizá lo que te molesta no es tanto lo que se dice como quien lo hace. Dice Cicerón en Sobre la República: “Cuando el que manda a los demás no es esclavo de su ambición, cuando él mismo vive todo aquello que predica y exige a los ciudadanos, sin imponer al pueblo unas leyes a las que él no obedece, sino ofreciendo a sus ciudadanos su propia conducta como ley”. En ejercicio de la libertad de expresión, el derecho a saber no es sólo sobre los desempeños del gobierno federal, sino también sobre las empresas de medios de comunicación, los dueños de las plataformas digitales, los intereses detrás de las opiniones expertas y neutrales. El ejemplo, después de todo, es una forma de pedagogía de la virtud pública. En una democracia, los mecanismos mediante los cuales la libertad de expresión se publicita también está sujeta a escrutinio.
Todo lo que no entendiste tiene que ver con un procedimiento de arraigo. Crees que es una refundación del nacionalismo revolucionario, pero se te escapa el fundamento. No es la retórica de los héroes y las estatuas conmemorativas la que hoy enciende la pertenencia al país, sino lo político como debate público. Por eso tu idea de que la 4T es un echeverrismo, una vuelta al PRI de los años setenta y ochenta, no tuvo eco. Las nuevas zonas del arraigo estarán constituidas por el conflicto, la enunciación de nuestras desigualdades y, por supuesto, el juicio contra el dolor que dejó el antiguo régimen. Es una inclusión de los olvidados a las tareas de narrar su propia historia y de esa ciudadanía nueva poco tenemos que decir tú y yo.