De Cuauhtémoc a Porfirio
El título de este artículo podría ser el enunciado de una revisión histórica de México desde principios del siglo XVI hasta los del XX. Recuerda al escarnio que hizo Francisco Bulnes de un libro de Victoriano Salado Álvarez que llevó primeramente por título “De Santa Anna a la Reforma”. El malediciente de Bulnes, talentoso también como pocos, declaró que más bien se antojaba para una línea de tranvías… En parte por eso, el libro de Salado luego fue rebautizado con éxito como Episodios nacionales, dada una cierta semejanza que le halló con la obra así titulada de Benito Pérez Galdós.
En este caso, mi preocupación es más reciente, debido a la naturaleza de los dos últimos libros que he leído: el primero, de Cuauhtémoc Cárdenas, lleva por título Por una democracia progresista y después enuncia “Debatir el presente para un mejor futuro”. El segundo, de Muñoz Ledo, se llama El poder y la República. Una transición secuestrada. Además, este último tiene un espléndido prólogo de Ricardo Raphael.
Como puede verse, coinciden en que su preocupación seminal es la situación actual de México y su futuro cercano. Ambos convienen en que se vive una situación delicada y si bien Cuauhtémoc insiste en reponer mucho de lo que se ha perdido, Porfirio más bien lo plantea como alcanzar lo que todavía no se ha podido.
Vale señalar que convergen también en muchas cosas más, empezando porque su editor es el mismo, igual que el año de su aparición: 2021, justo al mediar el actual sexenio, que ya ha dado motivo a desilusiones, pero a su vez, dadas las circunstancias, puede presumir de éxitos importantes, a pesar de que el panorama general no resulta precisamente halagador.
El libro de Cuauhtémoc Cárdenas tiende más a respaldarse en el pasado histórico, mayormente desde la caída del otro Porfirio. Coincido en que muchos principios de la Revolución Mexicana se fueron diluyendo con los años y que, en función de las nuevas circunstancias, deben recuperarse sus esencias. Como es de suponerse, se explaya en el aire que tomó la Revolución en tiempos de don Lázaro y con mucho comedimiento apunta algunos caminos contrarrevolucionarios que más o menos se han venido siguiendo.
Lo mismo que el libro de Porfirio, revela la ilusión de avanzar más rápidamente por el camino de una verdadera democracia representativa. Aunque suene anacrónico, de una manera reiterada se deja ver el respeto al precepto aquél del respeto al derecho ajeno que no resulta, como se dijo, anacrónico, puesto que aún hay muchos que, aun sin atreverse a proclamarlo abiertamente, se sienten con todo el derecho a hacer lo que les venga en gana, aunque “se frieguen” los demás.
Confieso que resulta placentero que dos figuras tan recias e importantes de la verdadera izquierda mexicana discrepen tan poco y coincidan tanto. Ello refuerza el aserto de que quienes tienen las raíces gubernamentales en la mano deberían leer cuidadosamente ambos libros.
Pero también convendría que lo hiciera ese sector mayúsculo de la oposición para que entienda mejor por qué fueron expulsados por tal mayoría del gobierno y, con base en ello, puedan estructurar una oposición bien fundamentada y no tan irracional como la que prevalece especialmente en los medios de comunicación, entre quienes se mantiene una aguzada irracionalidad y, en consecuencia, la base de la ineficiencia.
No hay que olvidar que las cosas suceden porque pueden suceder y, en consecuencia, es de lo más recomendable que los enemigos del régimen lean también estos libros para que no pierdan el rumbo de la manera en que lo han hecho.