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Opinión

Buscando, boteando y legislando

Por: Artemisa López León* / Voces de El Colef

El sábado pasado por la mañana, en la Zona Río de Tijuana, vi a a las madres buscadoras del Colectivo Todos Somos Erick Carrillo boteando para contar con unos cuantos pesos que les ayudasen a continuar con lo que se ha vuelto la labor diaria de miles de personas en México: tratar de localizar a sus seres queridos que, de un momento a otro, parecieron esfumarse de la faz de la tierra.

Al ver a quienes integran el colectivo, entre los vehículos de un transitado cruce, no pude evitar recordar que no es la primera vez que coincidimos en alguna calle. La presencia de las personas buscadoras se ha incorporado a un paisaje urbano que hace más de una década incluye bardas y postes tapizados de fichas de búsqueda de personas; en el mundo virtual también se han hecho presentes, a través de páginas, perfiles y grupos creados por los colectivos para compartir boletines, fotos y descripciones; se ha vuelto muy común difundir este tipo de información, particularmente las alertas Amber circulan con mucha rapidez, pues la desaparición de un infante es sumamente dolorosa.

El sábado me tocó ver botear a ese colectivo tijuanense fundado hace más de un lustro y que ha contribuido a encontrar más de mil quinientas personas desaparecidas; en otras ocasiones, en la plaza pública de algún lugar del país, he visto manifestarse a los buscadores; en otro momento, un integrante de un colectivo me invitó a comprar un boleto para la rifa de algún electrodoméstico, como una señal de solidaridad con su búsqueda y con esa lucha que han emprendido por las personas desaparecidas en este país.

Un sinfín de veces he leído en los periódicos que tal o cual colectivo se atrincheró en una dependencia para solicitar apoyo o que sus integrantes irrumpieron en algún evento público, esperando ser notados, escuchados, considerados; quizá el máximo simbolismo lo apreciamos en el 2019, por redes sociales y televisión, cuando María Isela Valdez se arrodilló ante el Presidente Andrés Manuel López Obrador en una de sus tradicionales mañaneras, para solicitar que la ayudara a localizar a su hijo desaparecido en Reynosa, Tamaulipas.

Han pasado muchos años desde que la búsqueda de personas en México se convirtió en asunto cotidiano y se hizo evidente que en las desapariciones, de una u otra forma, está la mano del crimen organizado. Los hallazgos de los colectivos de Jalisco en el Rancho Izaguirre lo confirman.

Y justamente lo encontrado en ese rancho de Teuchitlán, Jalisco, y el papel que jugaron los colectivos, en medio de tanto caos y dolor, ha traído consigo una esperanza: mejorar la legislación en favor de la localización de personas.

En las últimas semanas el Senado de la República dio entrada a dos iniciativas de ley que pueden traer cambios sustanciales en la manera en que buscamos a nuestros seres queridos.

La iniciativa de Manlio Fabio Beltrones Rivera, propone incluir, de manera muy activa, a los familiares de personas desaparecidas que se convertirían en auxiliares de la Comisión en la búsqueda, una labor que, sin reconocimiento oficial, realizan constantemente pero de manera informal, pues la necesidad ha hecho que los colectivos se vuelvan unos profesionales de la búsqueda de personas y de la identificación de indicios en parajes, campos y brechas.

Y la iniciativa de la Presidenta Claudia Sheinbaum Pardo que puede volver realidad lo que ha sido el sueño de buscadoras y buscadores: contar con un registro nacional que coadyuve a eficientar la búsqueda. No es secreto para nadie que aún no es operativo el Banco Nacional de Datos Forenses que mucho ayudaría a agilizar la identificación de personas.

El sábado pasado vi a un colectivo boteando para tener recursos económicos que les permitan seguir buscando a sus seres queridos; en las próximas semanas me gustaría mucho ver a los senadores legislando para colaborarles a los colectivos a encontrar a sus seres queridos.

*Investigadora de El Colegio de la Frontera Norte

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